La altitud ha perdido relevancia ante las bondades de los microclimas suaves o de las aguas termales entre las coordenadas que eligen los equipos profesionales para su puesta a punto veraniega. La comodidad de la instalación hotelera y del campo de deporte y la tranquilidad del entorno también se han conjugado en las últimas décadas en Ourense como punto de destino para las esperanzas de una temporada óptima. Desde Manzaneda, A Rúa, Allariz, hasta Laias y Barbantes, en el concello Cenlle, una de las joyas termales de la provincia que ha sido reclamo para el Club Deportivo Lugo.

El conjunto lucense se concentra desde ayer, y hasta el próximo domingo, en el Hotel Balneario de Caldaria y realizará sus entrenamientos en el campo de A Regueiriña. El club optó por cambiar la ubicación de la concentración con el fin de preservar el terreno de juego de A Pinguela, en Monforte de Lemos, inicialmente previsto como centro de operaciones.

El último visitante ilustre había sido el Elche de David Vidal, que en el verano de 2008 eligió Allariz para poner a punto un proyecto de regreso a Primera División. "La pretemporada es esencial y clave. El éxito de una temporada es la pretemporada. Hay que trabajar duro. Estamos encantados en Allariz, lo tenemos todo, unas instalaciones magníficas, el pueblo nos acogió muy bien, el hotel, la gastronomía, el río. La pretemporada es la clave para que el entrenador mantenga su puesto", aseguraba el técnico de Portosín para valorar la estancia. A los siete partidos fue destituido.

La expedición ilicitana se alojó en el hotel AC Vila de Allariz y se ejercitó en O Seixo, aunque también utilizaría O Couto. Jugó dos amistosos. Uno contra el Allariz y otro, el 2 de agosto, contra el Arenteiro, para rememorar el histórico precedente de noviembre del año 1990, en el cruce de la tercera eliminatoria de la Copa del Rey.

Para peso sentimental el que tuvo la pretemporada del Extremadura de Almendralejo (Badajoz) en A Rúa en 1997, tras su histórico ascenso a Primera División de la mano de Rafa Benítez. El fútbol hermanó para siempre a dos localidades separadas por 600 kilómetros.

Mucho más cerca, la estación de montaña de Cabeza de Manzaneda se lleva la palma en cuanto a visitantes de postín. El Real Madrid y el Celta llegaron a coincidir, separados por días, en el apogeo de un destino que, pese al frío o la lluvia que eventualmente se encontraban los futbolistas en pleno verano, era descrito por los enviados especiales como "un lugar paradisíaco, agreste, natural, de una belleza impresionante". Decenas de aficionados hacían la ascensión a la cumbre para arropar a sus ídolos.

Hace 30 años, los futbolistas se levantaban muy temprano. A las ocho de la mañana comenzaba el programa de trabajo. Durante una hora, ejercicios de resistencia y otros variados. Tras la ducha, desayuno a las 9.30 y descanso en las habitaciones hasta las doce. A esa hora se iniciaba la segunda parte, con trabajo de elasticidad, flexibilidad y fuerza. Duraba algo más de una hora. La comida era a las dos y nuevamente descanso hasta las seis y media. Tocaba campo de fútbol, para el entrenamiento técnico-táctico por espacio de una hora y media. Se cenaba a las nueve y media, debiendo estar los jugadores en sus habitaciones a las once.