Unzué modificó totalmente el once que empleó en el segundo partido del triangular. Le salió una escuadra más poderosa a nivel físico pero con menos temple en el toque. Coincidió además que el Racing, a diferencia del Sporting, se apretó conta su frontal. Tampoco el césped de A Malata ayudó a que el balón circulase con velocidad.

La dinámica, sobre estos elementos, fue completamente diferente a la del envite inicial. El Celta maduró su superioridad centímetro a centímetro, por compresión, y seguramente le hubiera dado un mejor resultado a noventa minutos. El Racing solo tuvo dos oportunidades, en el minuto 9 y en el 39, ambas a pies de su mejor jugador, Joselu. Entre medidas, los ferrolanos se centraron en las tareas de contención.

El balón estuvo demasiado tiempo en las botas de Fontás y Costas, sin opciones claras para salvar líneas de presión. No acabaron de combinarse bien en sus maniobras los tres centrocampistas, con Radoja ejerciendo de boya.

El Celta apretó el acelerador en los últimos diez minutos, cuando Hjulsager pudo irrumpir desde la banda izquierda, asociándose con Pampín. El equipo encadenó entonces remates peligrosos de Roncaglia, Beauvue y el propio Hjulsager. A Roncaglia se le anuló por fuera de juego una acción que había terminado en gol.

El equipo insinuó además su filo en las acciones a balón parado. Los célticos siempre consiguieron rematar, con mayor o menor fortuna, faltas y saques de esquina. Las incorporaciones de David Costas y Maxi Gómez multiplican la potencia en esa faceta. Faltó una pizca de ambición en esa fase en la que las bien plantadas líneas del Racing empezaban a flaquear. Pero el trabajo de pretemporada ya se había completado y el trofeo estaba asegurado.