La última vez que el Ourense llenó la Praza Maior de aficionados eufóricos acababa el mes de junio de 1996. Con los años, las concentraciones por motivos deportivos han devenido en indignación, aunque ya por entonces la zozobra asediaba a la institución, como recuerdan Israel, Modesto y Rodolfo, tres de los protagonistas del ascenso a Segunda que los ourensanistas celebraron un sábado 29 de junio de hace 20 años, al ganar al Granada en el estadio de Los Cármenes.

"Creo que la llevaba Nando, me la da a la derecha, hago la diagonal hasta la media luna del área, le pego con la izquierda y el balón entra por el palo largo", detalla el delantero Israel, autor del gol que devolvía a los rojillos a Segunda solo una temporada después del descenso. Además de la alegría, el jugador que había llegado del filial del Atlético de Madrid recuerda la "tranquilidad" que había en el campo porque estaban convencidos del ascenso y el insoportable calor.

"Les pillamos en una contra -recuerda Modesto sobre la jugada-. El Granada tenía buenos jugadores y había tenido alguna ocasión, pero estuvimos muy bien en defensa. Defendiendo éramos eficaces y teníamos gente muy rápida arriba". Como Modesto, otro de los defensas de aquel Ourense, Rodolfo Dapena, había llegado a O Couto desde categorías superiores. Lo hicieron con dudas ante la incertidumbre económica y directiva, pero enraizaron. "Era un equipo muy compensado. Todos teníamos muy claro qué hacer en el campo y que teníamos que ayudarnos. Además había mucha calidad", explica.

"Las apariencias engañaban. Para muchos éramos la cenicienta, pero al vernos jugar se quedaban sorprendidos. Algunos jugadores con los que había coincidido me decían que teníamos un equipazo tras vernos jugar. Se hacía un fútbol impresionante en aquel momento. A Teixidó le gustaba eso, nada de patadón, sino que había que jugarla desde atrás. El equipo lo entendió y lo hacíamos muy bien", rememora Rodolfo. De Granada recuerda también la impresión inicial que causó el estadio. "Pero al salir al campo, el equipo respondió como en todos los partidos", apostilla.

El técnico acapara sus elogios. "Teixidó era un entrenador como la copa de un pino, tácticamente impresionante. A los cinco minutos, si algo no estaba como debía, hacía cambios. Veía el fútbol de forma impresionante. Le dije que si no triunfaba en el fútbol era porque no quería o por algo raro".

Entre las claves del éxito de aquel Ourense, Modesto incide en la calidad del grupo humano: "La trayectoria fue buenísima. Con gente de casa entramos en el play off y ascendimos. Siendo de Ourense casi todos, eso arraiga mucho. Haces mucha piña y mucha ilusión". Fue una generación irrepetible, subraya: "El club se valió casi una década de toda esa gente. Se hizo un gran esfuerzo, pero había buen ambiente, gente profesional y se dieron los resultados". Modesto extrae una anécdota para explicar la fortaleza anímica del plantel: "Nos jugábamos el todo por el todo, y ni cortos ni perezosos, nos pasamos en autobús toda la noche viajando. Catorce horas. Llegamos a Granada a las doce del mediodía. Por eso que las circunstancias dan igual cuando un equipo tiene ilusión, ganas y el esfuerzo de todos. Descansando tiempo suficiente, asumes rápido lo retos".

La afición también se sacrificó y Modesto nunca olvidará el apoyo que recibieron en Granada y el recibimiento en Ourense: "Paramos en el hotel San Rosendo a cambiarnos de ropa y recorrimos las calles en el autobús. Había mucha ilusión. Me llamó la atención el entusiasmo de la gente en la plaza. La recompensa de la afición siempre es bienvenida. Es una pena que se acabara y estar como estamos, pero todo se andará y confío en que volveremos".

Rodolfo recuerda que, aunque con estrecheces, "tampoco nos debían nada" y destaca la solvencia con que el Ourense sacaría adelante una promoción en la que también se enfrentaron a los filiales de Sporting y Valencia. "El primer año en Segunda fue bueno. Al segundo me marché. Ya había cosas raras y pasó lo que pasó, pero yo en Ourense disfruté del fútbol".

Israel pudo visitar la pasada Semana Santa el estadio de O Couto, tras acompañar a su hijo futbolista al torneo de Vilagarcía. "Me disgusté bastante porque quería enseñarle dónde había jugado su padre y el campo estaba cerrado y no había nadie por allí", apunta.

Guarda el mejor recuerdo de la ciudad, de la afición y de los compañeros de su segunda etapa. La primera, la siguiente al ascenso de Jaén a Segunda, fue un horror. "Había unos jaleos tremendos y la experiencia no fue buena. Me dieron la opción de irme a Pontevedra y acepté porque estaba saturado. Después volví, con Rois, y no hubo ninguna pega. Vivía con una familia que me trató como a un hijo". De la celebración recuerda la multitud y que casi se le cae una botella de chamán desde el balcón.