El Celta arranca como un cohete su carrera por Europa. Superado el trance físico y psicológico que supuso la ilusionante aventura en la Copa del Rey y que exprimió hasta el límite a una plantilla exigua, los de Berizzo superaron con nota el primer desafío que afrontaban en busca de una de las plazas que dan derecho a jugar en Europa. Ante un rival directo como el Eibar el Celta sacó el manual para aplastarlo en un festival de juego ofensivo que no se corresponde con el marcador final por los dos goles que encontraron los de Mendilibar en los últimos siete minutos para amenazar con arruinar la juerga que había en Balaídos hasta ese momento. Ese último tramo del partido es el único borrón que se puede poner a una noche espléndida en la que el Celta volvió a mostrar lo más brillante de su repertorio, esa idea por convertir cada partido en un motivo para enamorarse de este deporte. Una actuación coral que llevó el entusiasmo a una grada rendida a un juego tan vertical como preciso en el que destacó la solidez de su medio del campo y la sociedad formada por Guidetti y Aspas. Y para que nada le faltase a la victoria, la aparición de Nolito dos meses tras superar una complicada lesión acabó por redondear la jornada.

Gran parte de la suficiencia con la que el Celta fue capaz de desarbolar a un equipo complicado y bien armado como el Eibar, al que nadie ha sido capaz de pintar la cara esta temporada, hay que explicarla a partir de Marcelo Díaz y Pablo Hernández. La pareja de medios chilenos, con Wass liberado por delante de ellos para aprovechar sus piernas, asearon la salida de la pelota con una pasmosa facilidad. Esta ha sido la laguna del equipo en el último tramo de temporada -sobre todo tras la huída de Augusto en dirección al Calderón-, pero ese problema parece haber pasado a mejor vida. Díaz es de los que mejoran todo lo que tocan. Encuentra la excelencia a partir de la sencillez y a partir de él fluye el fútbol y permite que el balón circule con dulzura y llegue a la línea de puntas en condiciones de fabricar ocasiones de peligro. La primera línea de presión del Eibar, que en los primeros minutos generó alguna dificultad, acabó por ser transparente para Díaz y Hernández que inclinaron el campo hacia la portería de Riesgo, que se preparó para el bombardeo. Por entonces el Celta se había repuesto de un susto considerable. El que le generó una pérdida ridícula de Sergi que dejó a Borja Bastón ante un balón al que solo había que empujar a la red. Falló el control y Cabral apareció por detrás para meterle la cadera y derribarle. Penalti y expulsión de libro que el árbitro no vio para perdonar al Celta. Indultado por el colegiado, el equipo de Berizzo decidió aprovechar la oportunidad. Aparecieron ocasiones de todos los colores. Bongonda fue una pesadilla para Lillo, Wass pisaba el área y remataba como un delantero más y la sociedad Aspas-Guidetti generó un absoluto destrozo en la defensa rival. El sueco demostró su inmensa habilidad para jugar a un toque, para tirar desmarques, para abrir agujeros en las defensas rivales. Trabajador y generoso ha encontrado en el moañés un socio ideal, un cómplice de todo tipo de gamberradas futbolísticas. Juntos fabricaron el primer gol aunque ya habían avisado en varias acciones, sobre todo en aquel taconazo con el que Guidetti asistió a Aspas para que el moañés fallase el disparo. La lata se abrió en un mal despeje del Eibar que dejó a Aspas mano a mano con Riesgo. El moañés tocó a la izquierda para que el delantero sueco superase la salida de Riesgo con un toque refinado. El Celta no dejó respirar al Eibar. Como el buen boxeador que percibe que el rival anda justo de oxígeno descargó una serie de golpes en busca del KO. Fallaron varias antes de que Jonny estampase el balón junto al segundo palo tras un disparo afortunado que rozó en un defensa para trazar la parábola imposible para el portero. El Celta no se detuvo tras el descanso. El Eibar era incapaz de frenar la producción de fútbol que brotaba del corazón del campo porque la pareja de chilenos ganaban todas las divididas y no fallaban un pase. Y a partir de ahí, fuegos artificiales. Los que organizaban Aspas, Guidetti y Bongonda, un galimatías indescifrable para sus defensas. Riesgo evitó males mayores antes de que el Celta compusiese su mejor obra de la noche. Una combinación con ruptura de Mallo por la derecha que recordaba a lo mejor del fútbol del Barcelona. Guidetti culminó el ingenio con el tercer gol. En medio del delirio asomó a escena Nolito, dos meses de romperse el muslo derecho en ese mismo estadio. Era lo que le faltaba a la noche. La gente ya soñaba con un gol del andaluz para ponerle la guinda perfecta a la noche. Pero lo que llegó fue un suceso paranormal. Marcó el Eibar a falta de siete minutos en un penalti y poco después Inui se sacó un disparo colosal desde la izquierda para poner el 3-2 en el marcador. Llegó la zozobra y los nervios. No fue ni tan siquiera una falta de atención. Dos acciones aisladas, dos remates indefendibles. Pero el Eibar amenazó en el descuento con apapar las luces de la fiesta. No sucedió y el Celta mantiene intacto su plan europeo.