Gustavo Souto llegó el pasado verano al Ourense como la última pieza de una delantera de quilates. La capacidad para invocar el gol que a la postre tuvo el equipo fue decepcionante. Quizás inexplicable. El vigués detuvo su cuenta en los seis goles, un registro que para nada le satisface. "En cuanto a cifras no fue un año bueno y a nivel personal fue un año raro. Estuve entrando y saliendo del equipo o jugando de inicio y siendo cambiado en el descanso. No llegué a encontrar continuidad y estabilidad", explica. El sufrimiento no solapa buenos momentos: "Hubo partidos en los que disfruté mucho porque el equipo jugaba bien. Está claro que la temporada era difícil por todo lo que fue pasando, pero a nivel personal me hubiese gustado que me salieran mucho mejor las cosas".

Gustavo Souto fue un fichaje muy deseado en O Couto durante años. El balance de lo que se encontró en Ourense después de tantas negativas no pudo ser más descorazonador. "Vi a un club histórico dejado de la mano de Dios, porque realmente estaban el míster, Paco (el encargado del material), Raúl Rois (delegado y gerente) y ya no se venía nadie más. Hubo que buscarse las habichuelas", apunta.

Sin dejarle de reconocer méritos, Gustavo Souto sostiene que los rectores del club dejaron de estar pronto a la altura del proyecto: "Sí es verdad que la directiva a nivel social trató de hacer de cosas y hay que valorarlo, pero un club de fútbol es mucho más. Nos veíamos muy solos, incluso estuvimos justos de balones y de material deportivo. Y el campo ya se vio lo mal que estuvo durante meses. No me parece la situación más justa para un Ourense".