El fútbol ya no es una carrera con la mejor salida laboral. Los jugadores del Ourense lo han podido constatar en primera persona. Algunos compaginaron los entrenamientos y los partidos con otras ocupaciones en despachos de abogados, hamburgueserías, gimnasios, conserjerías o como opositores. En el caso del delantero vigués Gustavo Souto, su nueva vida laboral comenzó en cuanto el balón dejó de rodar hace ya un mes.

Los días se le han pasado volando. "Trabajo como asesor financiero para el Banco Mediolanum y desde que acabó la liga he estado haciendo exámenes, preparándome y el tiempo se pasó rápido. En el fútbol pensé muy poco", explica. No oculta que la temporada no ha podido ser más amarga y que la "gran decepción" que siente, ya no solo por no haber podido jugar la fase de ascenso sino por el varapalo económico, ha influido en su decisión de explorar nuevos horizontes.

El fútbol ha perdido porvenir. "Es la realidad. Solo hay que ver cómo se ha puesto el país. Lo que está pasando en el fútbol es el reflejo de la sociedad. Las instituciones y los empresarios, que eran los que sostenían esto, flaquean y a nosotros nos viene el problema de rebote. La Segunda B es una categoría deficitaria y vivir del fútbol se hace muy complicado".

Con 31 años y prestigio incluso a miles de kilómetros de casa, en Gustavo Souto prevalecen en este momento las ganas de disfrutar de sus raíces. "Tuve ofertas para marcharme, para volver a Nueva Zelanda el año que viene, y también me salió algo en Calcuta, donde podía quedarme a trabajar allí porque hay una escuela del Atlético de Madrid, pero me quiero centrar. He pasado ocho años fuera, ha sido una experiencia muy bonita, pero ya quiero quedarme aquí, con la familia y los amigos, y tener estabilidad", expone sobre su futuro.

Gustavo Souto recalca que no está buscando equipo a pesar de que se ve con fuerzas para seguir jugando y que en las Antípodas "hay un montón de futuro", pero su intención ahora es construirlo "en casa". Como trabaja en la banca personal, en la hay que estar siempre a disposición del cliente, el balón puede ser un incordio. "Te pueden llamar a las nueve de la noche y tienes que quedar con él, no puedes estar entrenando y pasar del tema. Seguramente dejaré el fútbol. Lo tengo decidido a un 60 % o 70 %. Me fastidia, pero es lo que hay".

Es autónomo y la entidad financiera le pone los medios para ganar mercado. Ha enfocado el negocio al mundo que mejor conoce. "Estamos trabajando en el asesoramiento de futbolistas que ganan o han ganado dinero, para que vean dónde pueden invertirlo, aunque también trataré de hacer clientes de otro tipo. Hay que currárselo mucho".

El Ourense es pasado, aunque hay una cuenta pendiente que Gustavo Souto entiende que ya solo puede solucionar el Fondo de Garantía Salarial. Los jugadores no tienen claro que, en caso de que el equipo pierda la categoría administrativamente el 30 de junio y se venda la plaza, el dinero que recaude la RFEF en la subasta se destine exclusivamente a hacer frente a las deudas con la plantilla.

Con la perspectiva que el fútbol le ha dado, el delantero vigués resume la temporada como una pesadilla que se hizo más llevadera gracias a la calidad humana del vestuario. "Para mí ha sido un año complicado, pero me llevo un recuerdo bonito de la convivencia. Nunca había pasado una situación parecida, quizás en el Lorquí, pero allí cada uno iba a su rollo y aquí éramos una familia. Nunca hubo un mal gesto y eso nos hizo más fuertes y más amigos", recuerda. Gustavo Souto sostiene como muchos que se perdió una ocasión histórica: "La pena fue no hacer un año bonito para el club, pero si la cabeza no va, las piernas no van".