El Fuenlabrada ha hecho de los puestos de promoción su territorio. Ascendido el pasado verano a Segunda División B tras un paréntesis de cuatro años en Tercera, el equipo madrileño pertenece al exclusivo círculo de los recién llegados que han llegado al último tercio del campeonato con opciones de jugar la fase de ascenso a Segunda A -solo el filial del Levante y el San Fernando mejoran la clasificación de los azulones-. La propuesta asociativa y valiente que practica el Fuenlabrada ha allanado su proceso de adaptación a la categoría y los resultados no se resintieron ni con la espantada de Cosmin Contra. El técnico rumano abandonó el banquillo del Fernando Torres a los dos meses de liga para dirigir en la Primera División de su país. El entrenador de los juveniles y el preparador físico cubrieron la vacante hasta que la directiva le encomendó el proyecto al almeriense José María Salmerón. Debutó en Valdebebas con un empate ante el Real Madrid C, un resultado que se repitió en cinco ocasiones más. También ganó seis partidos y perdió cuatro, un balance que ha disparado a los madrileños hasta los 44 puntos y la cuarta posición. Todavía con Cosmin Contra en el banquillo, el Fuenlabrada dio un recital en el primer tiempo del partido disputado en O Couto. Dos ilustres en el ocaso, Pachón y Antonio López, condujeron con destreza a un equipo que tiene elementos resolutivos de calibre como Diego y Rubén Ramos. En la ida, los dos tantos que encajó Pato nacieron en jugadas a balón parado, aunque en la segunda parte el Ourense hizo suficientes ocasiones para empatar impulsado por su superior fondo físico. Los de Luisito necesitarán todas sus fuerzas para prolongar su racha de cinco partidos sin perder en un escenario que solo se rindió al Oviedo.

Los rojillos se reencuentran esta tarde en el sintético del campus para preparar el asalto a un campo que no visitan desde octubre de 2007, la temporada en que compartieron descenso. El partido acabó con empate a un gol. El primer tanto del delantero Martín con la camiseta rojilla valió para neutralizar la ventaja que le había dado Quintairos a su equipo de entonces.