En un hotel de Banyoles y en plena concentración cogió la crisis del coronavirus al moañés Rodrigo Conde, tan solo unos meses después de haber conseguido la clasificación para los Juegos Olímpicos de Tokio. Junto a tres de sus compañeros son los únicos inquilinos de la instalación tras la marcha de los turistas. "Nos han dado todas las facilidades y aunque es un fastidio no poder salir a remar, tenemos un gimnasio para poder trabajar. En las concentraciones en Sierra Nevada haríamos algo parecido", señala. Conde bromea con la situación de tener el hotel para ellos. "Tienes la puerta abierta todo el día, estás a gritos [risas]...", si bien, ya más en serio subraya que "la mayor parte del tiempo la pasamos entrenando o hablando entre nosotros".

En su casa familiar en Portugal pasa su confinamiento la canguesa de adopción Solange Pereira, que ha hecho de la imaginación su arma de entrenamiento. "Como no tengo gimnasio me las arreglo con unas gomas, hago trabajo de core, de fuerza isométrico y con lo que encuentro y secuestro a mi madre de la cocina", dice, antes de añadir que "es increíble lo que puedes trabajar con un garrafón de cinco litros de agua". Asegura con sentido del humor que el coronavirus "está sacando a relucir todo nuestro ingenio, nos va a venir de lujo a una sociedad tan enganchada al móvil", pero también admite que "es imposible trabajar igual de bien en casa. Puedes como mucho mantener, pero no mejorar", además de que "estar encerrada te genera más ansiedad, siempre tienes ganas de comer". Con la perspectiva de aún poder optar a ir a Tokio, Pereira lamenta que "no se nos dé una solución a los deportistas para poder seguir haciendo nuestro trabajo".

También Delio Fernández tiene el corazón dividido. Por una parte, ve con buenos ojos el hecho de que Italia deje salir a los ciclistas profesionales cumpliendo una serie de requisitos de seguridad, pero por la otra entiende que "hay muchos otros profesionales queno pueden salir y lógicamente nosotros tampoco". El corredor moañés del Nippo Delko One Provence regresó a casa el sábado, poco antes del cierre, después de cancelar las carreras que tenía previstas en Italia y posteriormente en Bélgica y Holanda. El confinamiento lo aboca a entrenar en el rodillo, un elemento demasiado habitual en estos últimos meses a causa de varias lesiones. "Es muy duro física y psicológicamente, aunque ya tengo mis truquillos, con los auriculares, el soporte del móvil, etcétera", admite. Mantener rutinas y horarios es para él básico para poder seguir en forma, "si no el cuerpo está más remolón".

De rutinas sabe bastante el jugador del Alondras Mauro, entrenador deportivo de profesión. "Desde el club nos mandaron varios ejercicios con cinta, elíptica, pero yo no tengo maquinaria en casa, así que me preparo varios ejercicios con toalla, abdominales, gomas, subir y bajar escaleras... Tengo un pequeño circuito que hacemos mi novia y yo", afirma. El mono del balón lo mata "dando unos toques de vez en cuando dentro de casa", pero aún así reconoce que la situación es dura. "Soy muy activo y al final pasas muchas horas sentado en el sofá", señala, por lo que recomienda "hacer algo de ejercicio. Desconectas y se te pasan un par de horas volando".

Carlos Vilanova, del Frigoríficos del Morrazo, comparte piso con sus compañeros Rubén Ribeiro y Gerard Forns y asegura llevar bien la obligatoriedad de permanecer en casa. "Seguimos las rutinas que nos mandan los técnicos, que cualquiera puede hacer en casa", afirma. Eso sí,"procuramos hacerlas de uno en uno porque el espacio es más limitado". El que fuera extremo del Calvo Xiria asume que la preparación en casa es "mucho más aburrida" que en el pabellón, pero también apunta que "aunque te cuesta ponerte, una vez lo haces está bien, porque también se te pasa el tiempo más rápido".