Pablo Castro tuvo el miércoles su oportunidad. Y no desmereció en medio de figuras tan consagradas como Rubén Garabaya, que en su día también jugó con el Frigoríficos Morrazo. Sabe que es difícil vivir del balonmano en España. Lamenta que no hubiese sido otro el resultado en su debut, pero esa sonrisa de un canterano que debuta en la liga Asobal no se la quitará nadie, ni la contundente derrota.
- ¿Qué sensaciones se tiene al debutar en casa en la liga Asobal?
- Entré cuando el marcador era ya muy complicado. Ya sabíamos que el Naturhause era un equipo muy bueno. Pero estar en la cancha con jugadores como Rubén Garabaya, al que de pequeño había visto jugar en el Frigo, te llena de sensaciones extrañas. Hace años estabas tú en la grada viéndolos jugar y ahora estás dentro.
- ¿Estaba nervioso?
- Sí, pero al jugar en casa es un nerviosismo positivo. Nada más salir a la pista sentí el apoyo del público. Sus ánimos te ayudan a relajarte y a jugar con tranquilidad.
- ¿Cómo llegó al balonmano?
- Probé muchos deportes, pero mis padres eran socios del Frigoríficos y yo lo soy desde los 2 años, así que fue fácil elegir. En Cangas, el balomano es algo especial.
- ¿A qué jugador le gustaría parecerse?
- A alguien inalcanzable: Aguinagalde es para mí el mejor pivote de ataque del mundo. Pero en defensa, me fijo mucho en mis compañeros Dani Cerqueira y Fernando Eijo.
-¿En su puesto, cuánto más veterano mejor?
- Es un puesto de responsabilidad, donde la veteranía cuenta mucho. Por ejemplo, ayer, por mucho que lo intentara, siempre tenía a Garabaya al lado. Cuando tú vas, ellos ya regresaron tres veces.
- ¿Qué le dijo Pillo cuando decidió que saliera a jugar?
- ¡Venga, Pablo, al campo! Nada más.
- ¿Y usted qué pensó?
- Pues me dije: ¡Vamos, sin miedo ninguno!
