Óscar González vive estos días encerrado en su casa familiar de A Estrada junto a sus padres subido al rodillo. La llegada del confinamiento por el coronavirus ha pillado al ciclista estradense en plena pretemporada con la vista puesta en el inicio de temporada. Para él era además un trabajo especial. Tras un año sin competir, el excorredor de equipos como el Efapel o el Tavira afronta el difícil reto de volver a ponerse en forma y competir de nuevo en las primeras posiciones. Lo hace sin embargo sin presión y con la confianza a largo plazo que le ha dado el equipo que le ha abierto sus puertas para volver al asfalto, el Bicicletas Farto de Pontevedra. González aguarda ahora responder a esa confianza, asumiendo su rol de aportar veteranía y poner su experiencia al servicio de una joven escuadra.

El estradense inició la pasada temporada formando parte un año más del proyecto del Froiz, equipo con el que en años anteriores había logrado la victoria en la Vuelta a León o la Vuelta a Cantabria, además de engordar sus podios en campeonatos autonómicos, entre otros buenos resultados. Su temporada sin embargo se cortó pronto. Tras ser segundo en el Campeonato Gallego contrarreloj, por detrás de su cuñado Samuel Blanco, Óscar González decidió bajarse de la bicicleta. "No estaba bien ni física ni mentalmente", reconoce. El ciclista necesitaba un punto y aparte en su vida y lo encontró centrándose en su trabajo. Desde julio ejerció como monitor en una escuela de surf, que se extendió hasta el invierno.

Todo dio un vuelco sin embargo con la llamada que recibió en enero de un viejo amigo, Brais Dacal, excompañero en el Cambre en sus primeros años en el ciclismo sénior. El ya retirado ciclista estaba formando junto a Jesús Ojea, ex del Club Ciclista Estradense, un equipo joven para el Farto y quería contar con él. "Me ofreció volver, pero sin presión. La idea era que aportase mi experiencia. Se trata de un equipo humilde, con muchos ciclistas sub-23 y pensado más en el aprendizaje", explica Óscar González. "Así que no me como la cabeza con lo que puede hacer o objetivos. No le tengo miedo a nada pero es mejor así", añadió en el mismo sentido.

Tras un mes para pensárselo, el estradense decidió dar el sí quiero a la propuesta del Bicicletas Farto, algo a lo que también ayudó su cambio de trabajo a un gimnasio, lo que le dejaba más tiempo para la larga pretemporada que tenía por delante. Las sensaciones desde el principio de ese trabajo fueron buenas. "Creo que nunca llegué a estar mal físicamente porque no estuve parado de todo. Cuando trabajaba en la escuela de surf pasaba muchas horas en el agua, ayudando a los alumnos y peleando con las olas. Es un trabajo físico que nos notas pero que está ahí", explica. "En las primeras semanas de trabajo noté que las sensaciones eran buenas a pesar de llevar tanto tiempo sin entrenar de manera intensa", reconoce. Desde febrero, ese trabajo se intensificó, aunque su progresión se vio cortada por el confinamiento obligado por la crisis del coronavirus.

González lleva quince días metido en casa de sus padres, un tiempo en el que el rodillo se ha convertido en su mejor amigo, con dobles sesiones al día. Este trabajo lo complementa con trabajo de Core para mejorar su fuerza y forma física general. Este entrenamiento le ayuda a sobrellevar su carácter. "Soy muy intranquilo y tengo una ansiedad tremenda metido todo el día aquí. Voy de cuarto en cuarto sin saber lo que hacer. Entrenar me ayuda a distraer la cabeza", afirma un hombre que en su día llegó a proclamarse campeón de España Sub-23 en contrarreloj y que a sus 28 años todavía quiere seguir disfrutando del ciclismo. "Estoy con muchas ganas de volver a correr".