"Quiero estar con mi hijo y despedirme de él". Estas fueron las últimas palabras que recibimos de Beto cuando intentamos hacerle desistir de marchar a Brasil. Su estado no era bueno y el viaje era muy largo, pero su deseo era poder estar con su hijo. En este momento es lo único que reconforta mi estado de ánimo, al menos cumplió su deseo y se despidió de su hijo de 9 años.

Yo traje a Beto a España con 20 años. Era tan solo un crío y confió en mi palabra y en mi persona. Yo puse todo lo que pude a su disposición para que en Pontevedra no tuviese solo un club de fútbol sala y amigos, sino otro familia más, la mía. Puedo asegurar que fue un pontevedrés más entre nosotros. Quería a esta ciudad y a sus gentes como cualquiera de nosotros y también era correspondido.

Deportivamente fue el auténtico bastión para realizar el fútbol sala en nuestra provincia. Sin ninguna duda hay que decir que su llegada marca un antes y un después en el fútbol sala pontevedrés.

Mi intención al traer un brasileño a Pontevedra era, además de Potenciar al Rías Baixas, también fomentar y catapultar este deporte recién llegado a la ciudad. Para ello pensé en un jugador joven, no consagrado (nuestro presupuesto no daba para más), que fuera de color (sería más impactante), habilidoso y goleador. Yo lo quería todo y Beto nos lo dio con creces.

Reunía todas esas condiciones y además era alegre, dicharachero, trabajador, gran amigo, hacía vestuario y además transmitía siempre una energía positiva que nos contagiaba a todos. Con él y en él podemos decir que empezó a fraguarse lo que a la postre fue el "Rías Baixas" de División de Honor. Un equipo que maravilló por España adelante y del que Beto siempre presumió y honró con su estancia entre nosotros. Fue su equipo del alma. Lo dio todo por él y sus compañeros y, con el permiso de todos ellos, quiero decir que fue él auténtico baluarte en la consecución del ascenso a División de Honor. Su querida Pontevedra nunca lo olvidará.

Hay algo que me gustaría decir y que nunca dije, porque así el lo quiso. Cuando lo cedí al Castilla La Mancha porque ya estábamos ascendidos, a su vuelta le dije que me habían pedido que se lo traspasara. Le hice saber que allí podría progresar más y llegar más alto y que además ganarías más dinero. Nosotros no podíamos pagarle tanto. Su contestación fue "Presi, dame lo que puedas. Yo me quiero quedar aquí en Pontevedra y contigo. Cuando me llamaste me dijiste que querías contar conmigo para cumplir tu sueño de ascender a División de Honor. Ese sueño hoy también es el mío. Cuando lo cumplamos, ya hablaremos". Toda mi vida se lo agradecí en persona. Él fue un más de mi familia.

Gracias Betón (así le llamaba yo). Un día nos jugábamos un partido importante y la noche anterior me lo llevé a cenar y le dije "Betón, mañana tenemos que ganar." Él cerró el puño, pegó un golpe encima de la mesa y me dijo que estuviera tranquilo. Todavía hoy siento como se me pone la piel de gallina. Ese era Beto, esa energía positiva fue la energía que nos transmitió a todos y la que llevó como bandera hasta el último día de su vida. "No quiero morirme sin despedirme de mi hijo". Y, como todo en su vida, también lo consiguió.

Gracias Betón por todo lo que nos enseñaste y nos diste. Gracias por tu amistad. Gracias por tu eterna sonrisa. Como te dije cuando te fuiste para Brasil: Llámame Presi, llámame Chollo, llámame Cigol o como tú quieras, pero nunca te olvides de mi. Nosotros aquí jamás te olvidaremos.