En el minuto 28 de partido, Santi Valladares anotaba el segundo tanto para su equipo. Era la puntilla para un Vasán-Inversia que a esas alturas navegaba a lomos de la locura en busca de la igualada. El flaco jugador rubio se giró y señaló hacia el otro lado de la pista, allí donde desde demasiado tiempo preside los partidos del equipo estradense una camiseta azul con el número 6. Era la dedicatoria de un jugador que compartió vestuario en el equipo juvenil del Compostela con el desaparecido Álex Neira.

Era un gesto más en un partido de emociones. Detalles que justifican en gran medida lo sucedido ayer sobre la pista del Coto Ferreiro y que enmarcan las emociones en las que cada día se empapa el equipo estradense. Los de Sesar hicieron lo que se esperaba de ellos, perder. También cumplieron con su papel de soldados abnegados. Pelearon hasta la muerte cada balón e incluso se permitieron el lujo de tratar de tú a tú a los compostelanos durante una primera parte que terminó con un meritorio empate sin goles. A nadie le sorprendió porque este equipo es así.

Los del Coto Ferreiro encontraron en este partido una razón de ser. Cuando Moro abandonó la pista por primera vez en el minuto 35 entre aplausos lo hizo con la conciencia tranquila. Se había medido a sus excompañeros y les había demostrado que era capaz de liderar a un grupo de inmerecedoras tropas en cualquier guerra. Cuando Fabián, entre dolores de espalda, se encaraba para pedir respeto a Chino lo hacía sabiendo que ese no era su sitio sino el de Edu. La fiebre de su compañero lo sacó del parte de bajas a últimas hora y el capitán, como no sabe hacer otra cosa, fue el principal escudero de Moro en la revolución estradense a pesar de sus molestias. Cuando el joven Ulla salió a la pista para ganarse una amarilla por su agresividad y volver al banquillo lo hizo arropado por el respeto de aquellos que saben que por sus botas y las de Martín, Chispa, David, Hugo y Edu pasa el futuro del fútbol sala local.

El equipo estradense hizo lo que se esperaba de él, remó para morir en la orilla. Compartió oportunidades de gol con el Santiago en la primera parte pero estaba claro que todo eran efectos especiales. Mientras Moro, Tojo y Fabián gastaban su barra de energía, los compostelanos repartían esfuerzos y aguardaban su momento. Llegó al inicio de la segunda parte en una jugada de estrategia. El tanto de Santi pocos minutos después terminó por desvelar el truco local y su apuesta, como un bonito castillo de naipes, se derrumbó fácilmente. Exhaustos y con cuatro faltas demasiado rápidas, los de Sesar se vieron totalmente superados.

El telón del partido se bajó con aplauso que premió la pasión de los primeros y un final, tan previsible, que no dolió.