Beto contesta al teléfono con voz de cansado. Lo hace desde la cama del hospital de Santiago. No podemos vernos con él por mandato médico, ya que se encuentra totalmente aislado. Hoy iniciará un duro tratamiento de quimioterapia que dejará su cuerpo limpio para someterse al transplante de médula al que debe someterse por culpa de un cáncer linfático. A pesar de la gravedad de su situación, Beto está ilusionado. La aparición de un donante le ha dado la oportunidad de luchar y el brasileño afincado en A Estrada desde hace años no parece dispuesto a desaprovecharla.

- ¿Qué es lo que tiene exactamente y cómo se enteró de su enfermedad?

- Tengo un linfoma periférico de tipo tres. Llevaba dos años con un dolor en la garganta. Iba al médico de cabecera y con los antibióticos que me daba me lo solucionaba. Al final tenía que estar tomando antibióticos un mes para estar tres meses bien. Así me pasó dos o tres veces. Al final, un día fui a cenar a Santiago y era la una de la mañana y aún no había conseguido comer nada. Decidí ir a Urgencias y allí estaba una otorrino que dijo que no le gustaba nada. Al día siguiente me vio su jefe y ya me dijo que tenía un tumor en la garganta. Empezó ahí pero después me salió también en la ingle, en una teta, en la espalda... Dicen que es normal.

- Y luego empezó con el tratamiento.

- Sí. Me lo detectaron el 25 de julio y el día 4 de agosto ya estaba con la primera sesión de quimio.

- ¿Y ya estaba esperando el trasplante?

- No, al principio el trasplante no estaba previsto. Surgió después porque el tratamiento que me estaban haciendo no me estaba funcionando. La primera fase fue la peor para mí porque me dolía cada vez más a pesar de que me estaban dando quimio. No entendía bien lo que estaba pasando. La verdad es que no sabían muy bien cómo tratarme. Iban un poco dando palos de ciego hasta que por fin dieron con el tratamiento adecuado. Hasta noviembre seguía con dolor. Después me devolvieron un poco la vida. El problema es que ya se había reproducido mucho. Después fue cuando decidieron lo del transplante de médula.

- Ahí toco esperar porque un donante no es algo que surja de un día para otro.

- No, primero tuve un donante pero de un día para otro se echó para atrás. Estaba previsto hacerlo a principios de noviembre. La doctora me dijo que es algo que suele pasar. La suerte es que a los cinco días encontraron otro donante para mí. La parte mala es que coincidió en medio de las fiestas y hubo que esperar un poco para empezar ahora en enero.

- Ahora se encuentra en el tramo final del proceso.

- Mañana mismo -por hoy- empieza lo duro. El proceso empezó el domingo. Estoy ingresado desde ese día con suero. Ahora me empiezan con la quimio, que ya me avisaron que va a ser muy duro. Además también tendré radio. El transplante en sí no es tan complicado. Es casi como una transfusión de sangre. El peligro del transplante es tener una infección porque me van a dejar sin ninguna protección en el cuerpo. Me van a meter células nuevas que no son mías. En todo este proceso no puedo pillar ninguna enfermedad.

- Hablamos del duro proceso que tiene por delante pero al mismo tiempo será para usted una satisfacción el tener la oportunidad de luchar contra su enfermedad.

- Por supuesto. Estoy muy contento. Todos tenemos mucha esperanza. Creo, y lo digo con el corazón en la mano, que el transplante no va a ser la cura definitiva. Yo terminaré siendo un enfermo crónico. Sin embargo, estoy seguro de que esto me va a mejorar mucho mi calidad de vida y por eso estoy muy ilusionado. Al mismo tiempo debo reconocer que estoy asustado. Estoy contento pero al mismo tiempo muy asustado. Quiero pasar por todo esto de una vez. Es una mezcla de sentimientos.

- Lo peor en este tipo de casos es asumir la enfermedad. ¿A usted le pasó?

- Sí, yo pasé dos o tres meses muy complicados, desde que me lo detectaron hasta el mes de noviembre, más o menos. En esa época fue cuando empecé a sentirme mejor y decidí incluso volver a jugar. Recuerdo que en el mes de diciembre vino mi hijo aquí. En ese momento me dio un subidón de adrenalina y decidí volver a jugar y a correr. Le dije a Lomba que volvía al Estradense y me dijo que ni de coña. Al final lo convencí. Yo salía y daba todo. Había partidos que daba jugado enteros y otros que al descanso le tenía que pedir que me sacase de allí.