El Cortegada vive sus horas más bajas en muchos años. La derrota ante un Avilés que solo había sido capaz de ganar en lo que va de curso al colista Pozuelo no ha hecho más que recrudecer el mal momento de juego por el que atraviesa el equipo de Rubén Domínguez. El 86-79 final no hace más que alterar la tranquilidad de un club que afrontará las cinco últimas jornadas con la amenaza latente del descenso.

Empezó el cuadro vilagarciano dispuesto a plasmar su teórica superioridad, pero la energía solo duró hasta el 8-10. Esa fue la última vez en la que el Cortegada estuvo por delante en el marcador. A partir de ahí fueron las avilesinas las que mostraron más energía para encarrilar el partido a su favor, pero sobre todo más puntería para empezar a abrir brecha en el marcador. Cinco triples en el primer cuarto fueron un castigo demasiado elevado para una defensa visitante que también empezaba a padecer en materia reboteadora.

El arranque del segundo cuarto dejó la primera renta de 10 puntos. Una desventaja que prácticamente se estabilizaría en lo que restaba de primera mitad, básicamente porque al Cortegada su propio nivel defensivo le estaba suponiendo un lastre. Un equipo que tenía un promedio anotador durante toda la liga de 54 puntos se había ido al descanso con 41 en su casillero. Ahí estaba el principal problema a resolver de cara a la segunda mitad.

Jone Azkue era un martillo pilón en el ataque local. Solo una entonada Cristina Loureiro parecía dispuesta a darle réplica, pero en el balance colectivo las vilagarcianas seguían sin dar caza a las locales pese a sus alternancias defensivas. Sí se quedó muy cerca poco después (55-54), pero entre Azkue y Waithe las asturianas fueron capaces rápidamente de salir del entuerto momentáneamente.

La eliminación por faltas de Patricia Vicente a falta de poco más de tres minutos (76-71) dejó al Cortegada con un argumento menos en un final en el que el ADBA Avilés supo gestionar su ventaja para ahondar en la crisis de un equipo que navega a la deriva.