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Fútbol - Tercera División

Con la mirada dirigida hacia Bolivia

Pedro García es jugador del Arosa desde esta temporada. // I. Abella

Solo estuvo seis meses jugando en el Nacional de Potosí, pero la experiencia le marcó mucho. Pedro García, uno de los hombres importantes en el vestuario del Arosa, sigue la actualidad de Bolivia y de todos los hechos que están rodeando al golpe de Estado que ha acabado con el mandato de Evo Morales. Los sigue, como él mismo reconoce, con "mucha preocupación, porque todavía tengo amigos allí que lo están viviendo en primera persona y sé que es una situación complicada y dura". Entre las personas con las que todavía mantiene el contacto se encuentra el que fue su compañero en el Racing de Santander Bruno Pascua, que "todavía sigue allí, lleva un mes y medio sin jugar y está viviendo todo lo que ocurre con mucha preocupación".

García recuerda que tardó muy poco tiempo en darse cuenta de que en Bolivia conviven dos culturas muy diferentes, la indígena y la latina, y por aquel entonces, en 2016, "ya existía un fuerte conflicto entre ambas, una tensión que se ha ido acumulando y que ha estallado ahora; ese conflicto es una muestra de lo estúpido que puede llegar a ser el ser humano, que recurre a la violencia y a la imposición cuando no debería ser así en pleno siglo XXI".

Él consigue información directa hablando con los que fueron sus compañeros, pero lamenta que el conflicto boliviano haya quedado "un tanto solapado por todos los acontecimientos que estamos viviendo nosotros, con las elecciones, el problema catalán..., eso ha hecho que Bolivia esté teniendo poca repercusión, pero lo que está sucediendo es muy impactante".

Aunque han pasado casi tres años de su paso por el país andino, García recuerda perfectamente lo que se encontró cuando llegó a Bolivia. "Fue como viajar en el tiempo veinte años en algunos aspectos, pasé de estar en 2016 a 1996, porque allí, en esos momentos, el negocio de moda eran los cíberes". También se dio cuenta de que se trataba de un país en el que "existen muchas diferencias entre unas poblaciones y otras", sobre todo las que se encuentran en el altiplano, "de cultura indígena muy arraigada" como es el caso de Potosí, en la que él estuvo, y las que están en las zonas tropicales, como Santa Cruz de la Sierra o Cochabamba, "mucho más latinas y con mayor facilidad para el desarrollo".

La pobreza extrema fue una de las cosas que le impactó nada más llegar a Bolivia. "Es algo que has oído en cientos de ocasiones, pero no te das cuenta de lo que es hasta que te das de bruces con ella y no resulta algo fácil de digerir para los ojos de un europeo, porque ves injusticias sociales en casi cada esquina", reconoce. El choque cultural fue algo a lo que también tuvo que hacer frente, modificando todos sus hábitos para adaptarse lo antes posible, pero "la experiencia resultó sumamente enriquecedora, porque aprendí que puedo desenvolverme en cualquier ámbito".

Potosí, la ciudad a la que llegó para jugar en uno de sus dos equipos, está considerada uno de los lugares más remotos del mundo. Situada a más de 4.000 metros de altitud, García recuerda que "llegué allí tras horas y horas de viaje por unos desfiladeros enormes, y de repente, sobre el altiplano boliviano, aparece una ciudad de casas pequeñas, sin edificios, en la que viven unas 200.000 personas". Pronto descubrió la riqueza histórica y cultural de una ciudad minera con fuertes raíces indígenas, donde, a pesar de las dificultades (clima, altitud, una casa llena de agujeros, con tan solo dos colchones en el suelo y una cocina de camping) no tardó en adaptarse. Tampoco tardó en adaptarse a su fútbol, "alegre, pero muy anárquico y condicionado por la geografía, porque un día jugabas a 4.200 metros de altitud y al otro al nivel del mar, hasta el vuelo del balón era diferente; el concepto de vestuario y sentimiento colectivo también era diferente, pero se encuentran en pleno proceso de cambio".

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