Desde su llegada a Vilagarcía, Pedro García se ha convertido en uno de los fijos para Rafa Sáez. El técnico arlequinado ha aprovechado la polivalencia que le ofrece el vigués ya que, aunque centrocampista, se ha fajado la mayor parte de la temporada como central, ofreciendo un buen rendimiento y convirtiéndose en uno de los hombres más utilizados por Sáez. García ve al equipo en una muy buena dinámica. "Hemos empatado los dos últimos partidos, pero las sensaciones, más allá del resultado, han sido muy buenas, porque competimos a un alto nivel en ambos encuentros", señala. El vigués destaca el grupo que "en estos momentos está muy enchufado, nos hemos mostrado como un equipo ganador ante los rivales y ahora hay que afrontar los partidos antes del parón navideño con muchas ganas".

Pese a contar todavía con 29 años, Pedro García ha sido un auténtico trotamundos en el panorama del fútbol, donde no todo brilla con letras de oro como en la 1ª División Española o en otras grandes ligas. García comenzó muy pequeño en las categorías inferiores del Celta de Vigo, donde estuvo diez años hasta dar el salto al filial. Allí permaneció dos años, donde llegó a entrenar con los jugadores de la primera plantilla en las etapas de Eusebio y Paco Herrera como técnicos. Ante la falta de oportunidades, se fue al Racing de Ferrol, y de ahí, al de Santander, antes de regresar a Galicia para militar en el Boiro y en el Pontevedra, donde llegó a jugar un play off de ascenso a 2ª. Fue ahí cuando le surgió la oportunidad de irse a Bolivia al Nacional de Potosí de la 1ª División boliviana. "Bruno Pascua, que había coincidido conmigo en el Racing, me comentó que estaban buscando un jugador con mis características y me recomendó al club, y me lancé". Allí descubrió lo que es el mal de altura, "aunque lo soporté bastante mejor que otros compañeros que sufrían mareos y les faltaba el oxígeno, pero viví en mis carnes como andar y hablar a la vez por la calle te dejaba exhausto", pero también descubrió lo que era jugar en un clima tropical con 40 grados y una humedad enorme, "donde al minuto 10 ya habías sudado como después de haber jugado siete partidos". Una serie de problemas con el club boliviano le hicieron hacer las maletas para regresar a Galicia, donde volvió a disfrutar del fútbol en el Somozas. De ahí pasó al Rápido de Bouzas y al Ourense, recalando el pasado verano en Vilagarcía para fichar por el Arosa. En todos los lugares "he dejado grandes amigos que es una de las grandes cosas que te deja este mundo del fútbol".