Las aguas de la ría de Arousa han comenzado a ser escenario de la nueva modalidad de vela de competición, la cual que gana adeptos día a día por su espectacularidad: la de los catamaranes voladores, embarcaciones que beben en los considerados fórmula uno del mar, que son las naves que protagonizan la Copa América, hoy por hoy la regata más importante del mundo.

El Centro Galego de Tecnificación en Vilagarcía cuenta ya con media docena de catamaranes voladores, cuatro en la Clase A, que son barcos para un único tripulante, y dos más en la modalidad Moth, para dos regatistas a bordo. Con ellos han estado probando el campeón olímpico Antón Paz, junto a Támara Echegoyen y Fernando Echávarri, que recientemente surcaban con estas embarcaciones la ría de Arousa, entre Carril y Vilaxoán, con aproximaciones a la isla de Arousa.

Fue en 2014 cuando el francés Álex Udin crea el primer catamarán volador, a escala e imagen de los veleros de la Copa América. Su principal característica es, que por efecto del viento, la embarcación despega de las aguas y vuela en tramos por encima del mar, lo que posibilita, amén de la espectacularidad, una velocidad mayor hasta el punto de multiplicar por tres la de los veleros convencionales.

"Como otros deportes la vela está en una evolución constante -explica Antón Paz- y fruto de ello la última tendencia es la de estos catamaranes voladores, embarcaciones muy ligeras que con poco viento son capaces de separarse del agua y volar durante tramos alcanzando unas velocidades muy superiores a la de un velero al uso". "La gran dificultad -añade- es hacerse con el dominio del barco, tanto cuando vuela como cuando toca de nuevo el agua porque el rozamiento con ella la frena mucho y los tripulantes han de agarrarse fuerte en esos momentos para no precipitarse al agua".

"En mi caso -explica el campeón vilagarciano- comencé a tomar contacto con este tipo de embarcaciones el pasado año en Italia donde empecé navegando con un GC32, que es un catamarán para cinco tripulantes. Las sensaciones fueron tan buenas que me engancharon para seguir haciéndome a este tipo de barcos, labor en la que estoy metido ahora". De hecho Antón Paz viajaba ayer martes hasta Mallorca donde tiene previsto seguir haciendo horas en el agua hasta inicios del junio con un GC32 para cinco tripulantes.

El Clase A con que cuenta el Centro de Tecnificación, y con el que ha trabajado Antón Paz en aguas de la ría, es un velero de seis metros de eslora por dos de manga, dotado de un único mástil de ocho metros de altura y una sola vela. Su velocidad en regata puede alcanzar los 30 nudos (55 kilómetros a la hora), la cual superan los multicasco GC32 que, con sus 10 metros de eslora, 6 de manga y un mástil de 16,50 metros, suben hasta una máxima 40 nudos (unos 74 kms. hora), velocidades cuyas sensaciones se multiplican en el mar.

En la velocidad y lo sensibles que son al viento -pueden elevarse sobre el agua con vientos a partir ya de 7 nudos- estriba la espectacularidad de las maniobras, además del riesgo. "Es cierto -explica Paz- que al ser muy livianos y sensibles pueden volcar con mucha mayor facilidad y llevar al tripulante al agua, si bien al ser tan ligeros también es fácil darles la vuelta y encaramarse de nuevo a la embarcación para seguir navegando".

Los catamaranes voladores están reconocidos ya por la Asociación Internacional de Vela y cada vez más competiciones se abren a contemplar la modalidad de regata, mismo el pasado año lo hacía la Copa del Rey de Vela que se disputaba en aguas de la bahía de Palma y que contó con la participación de 10 barcos GC32.