Un punto más ya suma en el casillero de un Ribadumia al que ante el Silva le quedó la amarga sensación de haber hecho méritos para algo más sustancioso. La simple aritmética descubre que mientras los de David Sierra hicieron cuatro goles los de coruñeses solo hicieron dos, pero en el fútbol, no como las matemáticas, no siempre dos más dos son cuatro. Las decisiones del trío arbitral también tienen influencia en el marcador final, aunque no se pretenda por su parte, pero en A Senra nadie quedó contento con la actuación del lucense David Pereira Ferreiro.

Los acontecimientos se precipitaron desde bien temprano. Solo se había consumido el primer minuto cuando se anuló un gol a Changui por fuera de juego inexistente. Pero es que apenas pocos instantes después el asistente también levantó inexplicablemente el banderín tras una acción a balón parado que terminó con un perfecto testarazo de Miguel Vázquez a la red.

La incredulidad ya se había apoderado de los hombres de David Sierra, pero ello no fue óbice para que siguieran porfiando en su idea de llegar a la portería rival a base de un buen criterio con la pelota. El Silva, en cambio, hacía del balón parado su camino más elegido. El buen pie de Marcos Gómez en una falta al borde del área fue la única acción con intención de gol de su equipo durante prácticamente toda la primera parte, pero Manu Táboas estuvo felino en su intervención.

Con un sistema inicial de tres centrales con dos carrileros largos como Anxo y Hugo, el Ribadumia se encontró muy cómodo. El balón se invertía de banda a banda con un número de pases adecuado y la amplitud era la adecuada para molestar a la zaga visitante. En una de esas acciones un centro de Hugo dio lugar a un fallo de entendimiento entre Larusso y la salida de Guillermo y el balón terminó rebotando suavemente contra el poste cuando ya se cantaba el gol.

Curiosamente una falta a favor del Silva fue el origen del primer tanto local. Adrián Camiño inició una conducción a la contra para habilitar al espacio a Changui por la izquierda y el capitán, en una demostración de buena toma de decisión, devolvió a la aparición de su compañero en la media luna y el vilagarciano remachó el mano a mano con un remate a la escuadra.

Con el 1-0 el partido bajó el ritmo y el cuadro coruñés se encontró con un empate que no merecía en demasía. Fue en una acción aislada en la que Berto centro desde la izquierda y la pasividad defensiva, unida a la mala salida de Táboas, permitió a Joao hacer el empate a placer recogiendo un balón en el segundo palo.

En la segunda parte el devenir del partido tomaría otro cariz. Los locales echaban en falta el ritmo de balón mostrado en la primera parte y el espíritu combinativo se difuminó muchas veces en la precipitación a la hora de elaborar su fútbol. No se puede obviar que todo quedó condicionado con el 1-2 logrado por el Silva en su segundo disparo entre los tres palos. Y como no podía ser de otra manera, la acción se originó a partir de un balón parado. Fue un córner bien botado por Marcos Gómez que Cardelle prolongó en el primer palo para que Movilla remachara de cabeza a bocajarro.

David Sierra movió ficha para pasar al registro del 4-3-3 mientras el Silva no iba a variar un ápice su plan conservador. La apuesta por la remontada enseguida trajo el empate cuando Agus profundizó muy bien por banda derecha para servir un centro perfecto a la llegada de Fandiño que el pontevedrés transformó en gol.

Con el 2-2 ya no hubo más intención ofensiva del Silva que la que promovía el discutido criterio arbitral. Pese a que los aurinegros contaban con la premisa de no hacer falta, cualquier contacto por su parte era penalizado, aunque por suerte sin consecuencias en el marcador. Al final Changui, primero, y una volea de Camiño, después, tampoco pudieron alterar lo establecido.