Balonmano | División de Honor Femenina
El Porriño se parte en dos
El equipo louriñés, lastrado por sus problemas en la primera línea, cae con claridad ante un Rocasa que castigó su zona más debilitada

Manterola lanza durante el partido de ayer. / Miguel Ángel Suárez
25 ROCASA: Lourdes Guerra, Linnea Sundholm (4), Almudena Rodríguez (4), Lang, Larissa Dasilva (1), De Oliveira (4), Maja Louise (2), Collado, Bocchieri, Zaldua (4), Ramírez, Medna, Montesdeoca, Eider Poles (6), Silvia Navarro.
20 CONSERVAS ORBE ZENDAL PORRIÑO: Isabela Rodrigues, Adriana Mallo (1), Zhukova (2), Alicia Campo (1), Pestana (1), Viktoria Zsembery (4), Adriana Rial, Paulina Buforn (5), Carmen Prelchi (3), Manterola (1), Lucía Laguna (2).
MARCADOR CADA CINCO MINUTOS: 4-2, 5-3, 8-7, 12-7, 15-9, 15-11, descanso, 17-12, 19-14, 21-15, 22-16, 24-18, 25-20.
Se quebró el Porriño como una rama seca. El Rocasa lo partió a la mitad aprovechando las enormes carencias con las que el equipo de Isma Martínez viajaba a Telde, huérfano en esa primera línea donde las canarias fueron un martillo pilón para apuntarse un triunfo cómodo. Apretaron a conciencia la herida con la que llegaba el Conservas Orbe Zendal. Las de Isma Martínez no pudieron ni rebelarse. Paulina Buforn fue su único asidero y le dio para lo justo, para que el daño no fuese demasiado grande en una semana importante que finalizará con el derbi del domingo ante el Mecalia Guardés. En cuanto el Rocasa abrió la grieta ya no hubo nada que hacer. El objetivo era no ahogarse porque tapar el agujero era imposible.
El colapso del primer tiempo fue absoluto. Nada se salvó en el equipo de Isma Martínez. Desde el pitido inicial el Rocasa penetraba en la defensa porriñesa con una facilidad insultante para anotar sin problema desde seis metros. Ni un gol necesitaron desde el exterior. Solo las paradas de Isabella Rodrigues evitaron que el agujero en el marcador de salida fuese aún más grande. Ni los cambios de defensa solucionaban la capacidad de Almudena Rodríguez, Larissa y sobre todo Eider Poles para sacar provecho en el uno contra uno. Allí donde más debilitado estaba el Conservas Orbe Zendal más lastimaba el Rocasa. Pura lógica.
Tampoco en ataque había mucho a lo que agarrarse porque desde el comienzo las porriñesas fueron un cúmulo de errores hasta lo delirante. Faltas en ataque, pérdidas, lanzamientos realmente malos en posiciones interesante, tres siete metros desperdiciados (dos de ellos consecutivos de Paulina Buforn lo que viene a ser un fenómeno paranormal). Apareció Zsembery, ausente durante esta temporada, para anotar un par de goles, lo mismo que Paulina -más exigida que de costumbre por las ausencias en la primera línea-, pero no era suficiente para sostener un combate equilibrado porque pesaban mucho más las carencias y los errores. La ausencia de Caro Bono, la jugadora más en forma en este comienzo de temporada en el lado porriñés, no hizo sino agravar los problemas y las dificultades de un grupo que solo sabía ver hacia Paulina. Así no es de extrañar que el marcador fuese abriéndose.
Después de dos tiempos muertos, la diferencia se fue a un terroríficos 15-7 después de un parcial de 7-0. El partido parecía acabarse por la vía rápida, pero justo en ese momento el Conservas Orbe Zendal encadenó un puñado de buenas acciones. Defensa más ajustada, bien su portería, un par de goles en transición y de golpe cerraron la primera parte con un de 0-4 que devolvía la esperanza (15-11) en el descanso.
La ilusión duró realmente poco. Al Porriño le hacía falta asustar a un Rocasa que hasta ese momento había vivido un partido plácido, llevar el partido a otra situación, pero fueron incapaces de apretar un poco el marcador para comprobar la respuesta de su rival. La segunda parte se movió siempre en diferencias que estuvieron alrededor o por encima de los cinco goles. El Rocasa no cambió su plan de insistir en el centro (una autopista en muchas ocasiones) gracias al desequilibrio que generaban sus mejores jugadores y el Porriño se hizo aún más dependiente de Paulina. Sus goles y los lanzamientos de siete metros convertidos por Zsembery fueron su único argumento. Incluso cuando el equipo canario pareció concederse un respiro y bajar su ritmo anotador, el Porriño adaptó su velocidad a la de su rival. El parcial de 6-4 en esos primeros quince minutos del segundo tiempo (21-15) fue la prueba definitiva del negro futuro que esperaba a un Porriño que bajó la cabeza convencido de que allí ya no había nada que hacer. El Rocasa había roto en dos a un equipo que necesita levantarse con urgencia para dar la esperaba batalla en el derbi contra el Guardés.
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