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Fútbol

El viaje del corazón: cómo la huella de Dan Eggen en Vigo llevará a un equipo infantil a la Norway Cup

El infantil C del Peñasco se convertirá el próximo mes de julio en el primer equipo gallego que disputa la Norway Cup. Completa así su sueño Ana Regades, hijastra del excéltico Dan Eggen, que quería que su propio hijo y sus compañeros disfrutasen de un torneo cuyo ambiente la fascinó durante su juventud en Oslo

Los componentes del infantil C del Peñasco, en Praza do Rei.

Los componentes del infantil C del Peñasco, en Praza do Rei. / Pedro Mina

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Vigo

«No ha sido la suerte la que nos ha traído hasta aquí, sino el trabajo, la ilusión y el corazón», iba a disertar Ana Regades durante la recepción en Alcaldía. Habla del corazón de los chicos del infantil C del Peñasco y de sus familias. Este humilde equipo vigués se convertirá a finales de julio de 2026 en el primer gallego que participa en la Norway Cup, uno de los principales torneos del mundo. También late, aunque no lo explicite, su propio corazón. Esta aventura se cimenta sobre los afectos, a veces improbables en su latitud, que la vida y el fútbol tejen.

El padre de Ana y su hermano Gael, José Antonio, falleció siendo ellos muy pequeños. Su madre, Ángeles, se enamoró de un central noruego infinito y aseado que el Celta había fichado en 1997 como pareja de Djorovic. Dan Eggen lucía diferente en aquella plantilla universal y volcánica que dirigieron Irureta y Víctor Fernández. Ya contaba el vicepresidente, Francisco Hernández, el día de su presentación, que había llegado en coche desde su país, solventando una avería sin requerir a nadie ni revelar su oficio.

En los viajes, mientras los demás haraganeaban en sus habitaciones, él salía a callejear a solas, deteniéndose en los monumentos. Luego, a la vuelta, se le veía peloteando por Camelias con los amigos del barrio. Un chico dulce, de sonrisa cortés y ojos somnolientos.

Miembros del equipo y familias fueron recibidos por Abel Caballero.

Miembros del equipo y familias fueron recibidos por Abel Caballero. / Pedro Mina

Cuando Eggen concluyó su carrera –Alavés, Rangers y Le Mans, después–, él, Ángeles y sus hijos se instalaron en Oslo. Allí nacieron Aarón, que pronto cumplirá 20 años, y Maia, de 14 . Y allí siguen residiendo todos salvo Ana, que regresó a Vigo. Aunque Ángeles y Dan se han divorciado, los vínculos que construyeron se mantienen intactos. El exjugador, hoy relacionado con tareas de representación, aún visita su antiguo hogar con frecuencia. «Viene a ver a mis hijos, que son sus nietos. Llevo toda la vida con él», concreta Ana.

Así que ya madre también ella, cuando sus dos retoños se enrolaron en el Peñasco, en Ana afloró uno los recuerdos recolectados durante su juventud oslense: la participación de Gael en la Norway Cup. Retenía con precisión que su hermano había sido elegido el mejor jugador en una edición –luego estudiaría en una universidad estadounidense con beca deportiva y es, a sus 35, consultor tecnológico–. Aún rememora con mayor frescura la feliz atmósfera. De hecho, toda la familia regresaba de las vacaciones estivales en Galicia a tiempo de participar. «El torneo ya era la bomba, maravilloso, y ha crecido desde entonces. Yo quería que mis hijos lo viviesen».

Más de 30.000 jugadores

La Norway Cup compone con la Dana Cup danesa y la Gothia Cup sueca el catálogo nórdico de citas prestigiosas dedicadas a las categorías inferiores. La Norway, en concreto, se celebra desde 1972, siempre a medio verano, y se mueve en cifras únicas. En este 2025 reunió a más de 30.000 jugadores y jugadoras procedentes de 35 países. Sus 1.970 equipos disputaron durante una semana más de 5.000 partidos.

Un partido del Peñasco.

Un partido del Peñasco. / Cedida

Ana realizó hace ya tiempo una primera consulta sobre la inscripción. Tocaba esperar. En Noruega el fútbol se compartimenta año a año, en vez de los dos españoles. Aunque dirigida a todas las edades de formación, la competición sólo se abre a los extranjeros a partir de lo que sería el primero de infantil. Casi todos los chicos del equipo en el que milita su primogénito, Samuel, han nacido en 2013. En 2026 habrán cruzado esa frontera. El momento había llegado. Insistió.

«Como vieron que iba en serio, me pasaron el contacto del comercial que tienen en España, Iñaki». Con más de 40 años de experiencia en gestión deportiva, este se sorprendió:

–No me puedo creer que alguien de Galicia me esté llamando. Sois un muro. Han ido de todas partes menos de ahí.

«Vamos con ventaja», admite Ana. «Todo el mundo sabe que mi madre vive allí y yo conozco el sitio, el idioma...». Observa, con todo, que otras suspicacias carecen de fundamento; especialmente la económica. Cada niño pagará 315 euros, más 100 por colchón y saco de dormir, por diez días a pensión completa en un colegio, con visita a museos y transporte urbano incluidos. «La gente tiene el concepto de que es supercaro. Pero es más barato que torneos españoles».

Adhesión entusiasta

El marido de Ana, Diego Alonso, es el entrenador de ese infantil C del Peñasco y compartía su proyecto. Necesitaba, claro, la adhesión del resto de la plantilla. En la Norway Cup se juega a fútbol 9 y fútbol 7.

–¿Y si lo proponemos?

–Pero necesito al menos 10.

Diego se lo expuso a padres y tutores en la primera reunión de pretemporada. La respuesta fue entusiasta

–Sí, sí, sí...

«Van diecisiete y todos, salvo tres, con sus familias. Nos hemos venido arriba», bromea Ana. La previsión ha permitido acelerar la intendencia. Saldrán el 24 de julio y regresarán el 2 de agosto –el torneo se juega del 25 al 1–. Han cerrado los billetes en condiciones ventajosas: con Iberia desde Vigo a Oslo, y una única escala en Madrid, a 183 euros. Buscan, con todo, patrocinadores que ayuden a financiar la expedición.

–No sois conscientes del torneo al que van a ir los niños –les ha anticipado.

Con al menos cuatro partidos asegurados, la Norway Cup se disputa mayormente sobre la inmensa pradera de Ekeberg, que se parcela en varios campos para la ocasión. «Jugarán sobre hierba natural. Los niños van a flipar. Pero no sólo por eso o por los números que se mueven. Es por el ambiente. Alucinarán con la mezcla de culturas. Es una oportunidad de aprender, convivir y crecer».

Este viaje «desde el barrio de Coia» a «una de las citas más grandes del planeta», había incluido Ana en su discurso, ha abierto una puerta que otros transitarán. Más clubes de la comarca han comenzado a interesarse. Quieren aquello de lo que en el Peñasco presumen: «La idea era que los niños sintiesen que son una familia. Y lo son». Porque eso no lo instituyen los genes ni los pasaportes, como Ana bien sabe. Sólo lo decide el corazón.

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