Entrevista
Galder Reguera: "El fútbol es el juego del pueblo y debe seguir siéndolo"
El autor de 'Por qué el fútbol' señala que este deporte "se ha obsesionado en buscar nuevos mercados sin cultivar los tradicionales" y defiende que "la clase media y baja del fútbol español tiene que centrarse en su entorno, en su localidad, en su gente"

El escritor Galder Reguera, en los exteriores del estadio San Mamés. / R. G.
Galder Reguera (Bilbao, 1975) compagina su labor como director Estratégico y de Operaciones en Fundación Athletic Club con su faceta como escritor. Amante del fútbol y del club rojiblanco, acaba de publicar ‘Por qué el fútbol’, una antología de textos y columnas escritos durante los últimos años que entrelazan la emoción de la grada con la reflexión del filósofo. Editado por Geoplaneta, el libro presenta el fútbol como rito de iniciación, laboratorio moral y espacio donde caben la paternidad, la salud mental, los derechos LGTBI+ o la defensa del juego libre en la infancia.
Temas todos ellos en los que también ahonda en su trabajo al frente de la Fundación, que este octubre celebró una nueva edición del ‘Thinking Football Film Festival’. Hablamos con Galder Reguera sobre el fútbol y todo lo que lo envuelve:
Acaba de concluir la XIII edición del ‘Thinking Football Film Festival’, organizada por la Fundación Athletic Club, de la que usted es responsable. ¿Cómo valora el evento de este año?
Al principio, cuando empezamos hace ya trece años, costaba entender el concepto de un festival de cine y fútbol. Pero no se trataba solo de eso, también había un componente social. En el fondo, la idea era utilizar el fútbol como una herramienta para reflexionar sobre el mundo en el que vivimos. De ahí el nombre del festival: ‘Thinking Football’.
Los números antes de la pandemia eran muy buenos y tuve el miedo de ver cómo sería la vuelta después de ella. Pero las cifras son muy buenas y la sala está prácticamente llena todos los días. Hemos competido contra el sol —enemigo poderoso de cualquier acto cultural—, pero estoy muy orgulloso. Los invitados se han ido muy felices, el club hizo muy suyo el proyecto desde el principio y, la verdad, es que el balance es muy bueno.
Este año, la imagen del festival la protagoniza Nabila Rehman, una niña de unos 12 años y capitana del equipo femenino de fútbol Baba-Ghundi Chipurson en Pakistán, que desafía las normas patriarcales de su comunidad para practicar este deporte.
Yo no lo sabía, pero Anna Wicks es una excelente fotógrafa. Cuando vi su película, ‘Girls Move Mountains’, me encantaron sus planos, increíblemente bien trabajados. Entonces, entré en la página web de la película y descubrí una serie de fotografías que ella misma había hecho allí. Comenté con mis compañeras que debíamos intentar utilizar una de esas imágenes como cartel del festival. Primero, por la calidad fotográfica, que es muy potente, y segundo, porque transmite el tipo de fútbol que el festival quiere reivindicar: una niña que utiliza el balón como una herramienta para la liberación social y para ocupar un espacio que históricamente le ha sido negado.
Decidimos escribir a Anna, pero al ser una fotógrafa muy premiada, temíamos no poder asumir el coste de la imagen, sin embargo, llegamos a un acuerdo muy rápido. Finalmente, su fotografía, que muestra a Nabila Rehman con un balón bajo el brazo, el mentón erguido y un gesto de orgullo; se convirtió en la imagen del festival. Y es que la instantánea representa el poder del fútbol, cuando se utiliza bien, para ayudar a las personas que más lo necesitan.

Nabila Rehman, capitana del equipo femenino de fútbol Baba-Ghundi Chipurson en Pakistán, protagoniza el cartel de Thinking Football Film Festival. / Fundación Athletic Club
Su trabajo con la Fundación lo compagina con la escritura, siempre también rodeada de fútbol. Ahora, acaba de lanzar su octava publicación ‘Por qué el fútbol – Textos sobre el sentido de la vida, del deporte y de todo lo demás’. ¿Qué le ha llevado a reunir todos estos escritos y columnas en este volumen?
Aparte de mi trabajo, soy escritor. Ya lo era antes de ser contratado por el Athletic y quiero conservarlo, porque me ayuda a mantenerme más atento al mundo de la cultura. Formar parte de ese universo también es importante desde el punto de vista de la gestión de la Fundación. Más allá de eso, escribir me obliga a pensar, a estar conectado, a reflexionar… y eso hace que mi manera de trabajar sea más activa. No creo que ambas facetas sean incompatibles, al contrario, se complementan y se alimentan entre ellas.
La compilación de artículos surgió porque llevo mucho tiempo escribiendo sobre fútbol y pensé que sería bonito echar la vista atrás y reunir textos escritos en los últimos trece años. Personalmente, entiendo que la escritura -especialmente cuando uno es articulista- es como colocar pequeñas teselas que, vistas con cierta perspectiva, forman un mosaico. Cuando mi editor, Dante, y yo empezamos a pensar cuáles elegiríamos, me provocó mucha satisfacción comprobar que existía una voz propia.
Tengo la impresión de que en el libro el fútbol es sólo una excusa para hablar de la vida y de aquellos valores que nos hacen mejores personas. ¿Es así?
Sí, creo que el fútbol, por sí mismo, no tiene ningún valor. Es una pelota botando y un montón de personas corriendo detrás de ella. A partir de ahí, cuando uno toma distancia de lo que es puramente el juego en sí, se da cuenta de que el fútbol es un fenómeno cultural.
Es un ámbito de relación con los demás: entre los propios jugadores, por supuesto, pero también en la grada, donde rara vez estás solo. Sentado a tu lado siempre hay alguien, compartes emociones, la reacción de la masa y todo eso configura una forma de relacionarnos con los demás y también con nuestros propios sentimientos.
¿Qué tiene el fútbol que lo hace tan especial y que atrae a tanta gente? En el libro habla de la “colectividad presencial” como la esencia verdadera del deporte.
"Entrar en un estadio es celebrar una identidad, pero sin más pretensión que la de sentirse parte de unos colores"
A nivel de juego, el fútbol es muy sencillo, basta con patear algo, que no necesariamente tiene que ser una pelota. Es curioso que, si pensamos en la cantidad de partidos que se están disputando ahora mismo en el mundo, muy pocos cumplen las normas oficiales de la FIFA —once contra once, con porterías reglamentarias—. La mayoría se juegan con jerséis en el suelo, sin árbitros, con un equipo con más jugadores que el otro. Yo mismo, cuando juego con mis hijos, los mayores estamos en inferioridad numérica o adaptamos las normas y prohibimos chutar fuerte.
Con esto, quiero decir que el fútbol es un animal que se adapta muy bien a todos los entornos. En mis años en la universidad jugábamos con una lata de refresco aplastada y hoy, en la Fundación Athletic organizamos partidos en los pasillos de los hospitales. Esa flexibilidad es lo que lo hace verdaderamente universal.
Con respecto al hincha, considero que en una sociedad muy individualista como la actual, en la que los espacios de comunidad están muy reducidos y que a menudo tienen cargas políticas o identitarias, el fútbol actúa como un ámbito lúdico. Entrar en un estadio es celebrar una identidad, pero sin más pretensión que la de sentirse parte de unos colores.
En cambio, los gestores del fútbol se exprimen el cerebro buscando cómo atraer al público más joven a través de las redes sociales y diversas campañas. ¿Cree que es la estrategia adecuada? ¿Cómo se puede atraer a la gente más joven?
Bajando las entradas. Es tan sencillo como eso. La gente va a los estadios si las entradas son pagables. La mayoría de las familias no se pueden permitir llevar a sus hijos al campo. ¿Cómo vas a enganchar a un niño de ocho años si su entrada cuesta 80 euros por ver un partido de 90 minutos? Es imposible.
"¿Cómo vas a enganchar a un niño de ocho años si su entrada cuesta 80 euros por ver un partido de 90 minutos? Es imposible"
Además, creo que se equivocan. Porque están intentando trasladar el fútbol a las redes sociales y la experiencia fútbol-comunidad, que es la que realmente nos atrae, es exactamente la contraria.
Están fomentando una comunidad online donde no hay contacto físico. Por eso pienso que urge llevar a la gente a los estadios. No solo a los jóvenes, sino también a los mayores, a los jubilados, a los pobres, al obrero… El fútbol es el juego del pueblo y debe seguir siéndolo.
En una de sus columnas habla de la crisis del fútbol alemán, cuando en 2002 el gran tenedor de los derechos televisivos quebró y los clubes volvieron a poner a la afición local en el centro. Ahora vemos las consecuencias de esa decisión: estadios llenos, precios más baratos y vínculos sólidos entre el club y su comunidad. ¿Esto puede ocurrir aquí?
"El fútbol se ha obsesionado en buscar nuevos mercados sin cultivar los tradicionales"
Creo que en el Athletic sucede, sigue existiendo. Vas al estadio y ves mucha gente, se percibe un vínculo muy fuerte con la sociedad. Los clubes que trabajan en esa línea lo consiguen, pero lo fundamental es no perder la perspectiva.
El fútbol se ha obsesionado en buscar nuevos mercados sin cultivar los tradicionales, los que ya tiene. Es comprensible que clubes como el Barcelona, el Real Madrid o el Atlético puedan estar interesados en generar un impacto global, pero la mayoría de las entidades ni pueden ni deben hacerlo. Yo los comparo con las tiendas pequeñas que intentan competir con Amazon. ¿Cómo se compite con Amazon? Ofreciendo un buen producto, una atención personalizada, siendo amable. La clase media y baja del fútbol español tiene que centrarse en su entorno, en su localidad, en su gente. Servirles a ellos.

Galder Reguera observa la escultura al guardameta José Ángel Iribar. / R. G.
Sin embargo, en los últimos años el fútbol está tomando un camino diferente a ese del que hablamos. ¿Ideas como la Superliga o trasladar partidos locales a otros países, como es el caso de la Supercopa o el Villarreal-FC Barcelona, finalmente cancelado, qué le parecen?
Me parece un error terrible. Además, se da una paradoja de que se supone que se busca generar recursos para poder pagar a las estrellas a las que luego no vas a poder ver en persona, y las acabarás viendo por televisión.
A esto se suma el problema de que muchos clubes están viviendo un proceso de desplazamiento del hincha local por el turista. Vas a determinados estadios y hay más turistas que seguidores del propio equipo. No es que el público local no quiera ir, es que lo has echado, como se ha expulsado a la gente de los centros de las ciudades.
Cada vez son más los futbolistas multimillonarios que deciden concluir sus carreras deportivas en los países que más pagan. ¿Considera que es algo circunstancial o se va a mantener en un futuro?
Algún día, los gestores de Arabia Saudí se olvidarán del fútbol, igual que ocurrió en China. Hace unos años, todos los jugadores iban a lo que parecía un lugar dorado de retiro, y se hablaba de que la liga china iba a emerger y sus clubes iban a despuntar. Pero, al final, el proyecto no cuajó y hoy ya no va nadie.
"Cuando un futbolista se va a Arabia, para mí es un fracaso del sistema"
Con Arabia Saudí, que está invirtiendo todavía más dinero, pasará lo mismo. Llegará un momento en que los dueños de la liga se aburran del fútbol o ya no les suponga una buena herramienta para hacer su estrategia y, entonces, se extinguirá.
Personalmente, lo que me da pena es que gente que tiene dinero se pierda por el dinero. ¿Qué es lo que nunca van a volver a tener? Tiempo. Y, sin embargo, se van a sitios donde no hay nada que hacer más que pasar el rato en centros comerciales, solo por ganar más dinero, un dinero que no necesitan, que ya tienen de sobra. Esa es la gran paradoja. Cuando un futbolista se va a Arabia, para mí es un fracaso del sistema.
En este escenario en el que el fútbol es una mera mercancía, en ocasiones sus máximos responsables silencian el gran altavoz social que puede ser este espectáculo. Por ejemplo, el reciente caso del homenaje del Athletic Club en San Mamés a Palestina. ¿Qué opinión le merece este hecho?
Hoy en día no hay manera de tapar los hechos. Intentarlo es un error porque genera el efecto ‘Bárbara Streisand’, que intentando ocultar algo, lo que se consigue es que se hable más de ello. A partir de ahí no tengo mucho que añadir.
Además, en otras ocasiones se han apoyado iniciativas similares, como con Ucrania, cuando LaLiga colocó su bandera junto al marcador del encuentro. ¿No?
Existe una línea muy fina que separa la política de los derechos humanos, que al final no deja de ser una convención política. Cuando se dice que no hay que mezclar fútbol y política, estoy de acuerdo en el sentido de la política diaria, de partidos, de intereses políticos puntuales. Pero, hay una parte que es la de los derechos humanos y todo aquello que nos afecta como personas, que considero que el fútbol debería estar ahí.
Me interesó su comentario sobre el caso de Luis Rubiales. Cuando mucha gente cargó contra el fútbol por el beso no consentido del expresidente de la RFEF, usted apuntó que el mensaje del ‘Se acabó’ llegó a todos los rincones de nuestra sociedad. ¿Es esta la utilidad social de este deporte?
La gente lo atribuía al fútbol, pero a mí lo que me llamó la atención fue leer a muchas feministas echando pestes del fútbol, olvidándose de que la futbolista es Jenni Hermoso. Luis Rubiales es el dirigente de traje. Es cierto que es un exjugador, pero en este caso, es el presidente de la Federación, el de la oficina.
No quiero que ocurran estos casos, obviamente, pero me alegra que, cuando suceden, el fútbol sirva para que un tema de este estilo adquiera tal dimensión que nos permita a todos reflexionar sobre ello. Esto ocurre con el fútbol precisamente porque su escaparate mediático es muy grande y potente.
"En los estadios no hay más racismo que en la calle; lo que pasa es que en los campos se ve"
Ocurre lo mismo con el racismo. En los estadios no hay más racismo que en la calle; lo que pasa es que en los campos se ve. Además, en el fútbol hay más personas de diferentes razas que han logrado triunfar. Es difícil ir al consejo de administración de una gran empresa y encontrar a un africano. Sin embargo, muchas grandes estrellas de este deporte sí lo son.
Esto hace que los imbéciles racistas se retraten en el espacio público. Pero eso no significa que el fútbol sea más racista que la sociedad; al revés: lo es menos, es un escenario en el que los marginados tienen la revancha que ahí fuera no se les da.
En la defensa de sus colores, hay algunos hinchas que entienden el fútbol como una guerra santa. Así, no dudan en insultar al árbitro o al jugador de turno. Esto daña al deporte. ¿Cómo se puede erradicar?
No tengo ni idea. Yo creo que tiene que ser la propia afición la que les niegue la mayor. Un tipo que quema un contenedor durante un partido de Europa League no es del Athletic. Un individuo que insulta a alguien por su nacionalidad o su orientación sexual no es del Athletic. Aunque él se lo crea, no representa a la entidad.
Los clubes tienen que ser contundentes y decir a los hinchas que se comportan así: “No os queremos. A los violentos no os queremos”.
Centrándonos en los niños, el fútbol es un maestro que ofrece grandes lecciones para su vida personal, el compañerismo y la convivencia con la derrota.
El fútbol puede ser una herramienta educativa. Suelo decir que el fútbol es como la Fuerza de ‘Star Wars’: en manos de los malos puede hacer un gran daño, pero en manos de los buenos se convierte en un instrumento pedagógico de primerísimo nivel.
Enseña muchas cosas, incluso aquellas que a veces los propios entrenadores no son capaces de ver. En general, creo que no se están haciendo bien las cosas. Los padres suelen tener muy mala prensa —sobre todo los que creen que su hijo va a ser el próximo Messi—, pero mi experiencia es que el gran problema está en los entrenadores, que son los que convierten el deporte en pura competición: desde hacer selecciones por nivel a edades muy tempranas, hasta saltarse las propias normas del club cuando un jugador cree que es mejor que otro, pasando por los intereses particulares... un asco. Es algo que me fastidia porque creo que el fútbol está en manos equivocadas.
En estos textos se percibe que los coaches y los representantes no son santo de su devoción. ¿Nos explica por qué?
Los representantes no me caen siempre mal. De hecho, creo que llegan al fútbol para proteger a los futbolistas, porque históricamente los clubes trataron muy mal a sus jugadores. Les hacían firmar cosas que luego no eran reales y a muchos los dejaron en la calle. Es entonces cuando el representante se convierte en una figura necesaria, que ayuda al futbolista como un asesor legal. No obstante, con el hipercapitalismo hay muchos que han derivado a velar por sus intereses particulares y no por los de los representados.
En cambio, los ‘coaches’ no me caen bien. En general, el ‘coaching’ me parece el arte de utilizar las enseñanzas de otros ámbitos, sin saber muy bien qué quieren decir, para fabricar verdades de usar y tirar, verdades de plástico. Más allá del fútbol, hay mucha gente que se pone en manos de ‘coaches’ —personas de verbo fácil y poca acción—demorando de esta manera la visita a un buen profesional, un psiquiatra que les pueda ayudar realmente.
Por no hablar de que generalmente son malos. Cuando hojeo libros de ‘coaching’, me encuentro textos mal escritos, no dejan de decir medias verdades y siempre están con ese gancho de “si quieres mejorar, acompáñame en las siguientes páginas y verás más adelante…” y nunca llegas a la clave de lo que anuncian.
Otros profesionales que acompañan a los jugadores desde que son pequeños son los psicólogos. ¿Qué importancia tiene cuidar la salud mental en este tipo de personas que convive con la presión?
Me interesa mucho la psicología deportiva, porque nació como una forma de explotar más a los jugadores, evitando que “se rompieran por arriba”. Estaba orientada al rendimiento. Se pensaba que al igual que se cuidaba la rodilla de un jugador valioso, se debía proteger su mente. En aquella etapa, la psicología deportiva estaba más cerca del ‘coaching’.
Hoy, en cambio, se encuentra más cerca del acompañamiento y de la psicología terapéutica. En una buena academia, se intenta que la presión no devore al jugador. Un niño de 11 años que ficha por el Athletic ve cómo su entorno se vuelve loco porque deja de ser él mismo para convertirse en el Williams del futuro. Esa presión, innecesaria y muy dura, a menudo provoca que se pierda talento por el camino.
Por eso, la idea es acompañar al niño y a la niña en todo ese proceso desde la psicología. Es necesario tener gente que acompañe a los futbolistas en este sentido, por supuesto en las primeras plantillas, pero fundamentalmente en las academias.

Galder Reguera mima la escultura de José Ángel Iribar, en el exterior del estadio San mamés. / R. G.
Habla con gran admiración de José Ángel Iribar. Incluso, recientemente Unai Simón defendía jugar de negro en homenaje al Txopo. ¿Qué representa Iribar? ¿Aún hoy llega su legado a los más pequeños?
Para mí es el número uno. Lo era antes de conocerlo, y después de conocerlo, todavía más. La calidad humana de Ángel es lo que le ha convertido en alguien grande. Es, para mí, el gran ejemplo de lo que debe ser un futbolista del club. No porque fuera muy bueno bajo los palos —que era el mejor—, sino porque eso le hizo todavía mejor también fuera del campo.
"La calidad humana de Ángel es lo que le ha convertido en alguien grande"
Me parece una figura fundamental y su forma de ser permea en la entidad y en determinada gente: Gurpegui, De Marcos, Andoni Iraola, Iñigo Pérez, Dani Vivian, Iñaki Williams… El Athletic es un club de buenas personas, y una parte del rendimiento recae en eso: en la gente que intenta hacer el bien y no ganar a toda costa. Esa es, para mí, la mayor virtud del club.
También es de valorar el trabajo que realiza la entidad con estas personalidades tan importantes.
Sí, porque siempre hay que cuidar a tu gente. Creo que el gran mensaje del Athletic es ese: cuidar a los tuyos. A veces lo hacemos bien, otras veces peor, pero ese debería ser el horizonte al que vamos. Esa es la gran lección.
Y eso se ve desde la grada. Es muy difícil ver al público de San Mamés abuchear al equipo. He visto silbar, que es una señal de protesta, pero esos silbidos no son maltrato: son un toque de atención, que a veces también es necesario. El de San Mamés es un público exigente, pero que acompaña. Y en el club, pasa lo mismo con los jugadores.

'Por qué el fútbol'
Galder Reguera
Traducción de Rubén Martín Giráldez
Geoplaneta
256 páginas
16,90 euros
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