Baloncesto | Eurobasket

Un plan perfecto, un final cruel

Un parcial en contra de 0-14 priva a España de dar la sorpresa y conquistar el título continental | Bélgica, que presionaba de manera alocada, aprovechó un mal pase de Mariona a Torrens para culminar su remontada

Alba Torrens
y Mariona Ortiz
lamentan
la pérdida decisiva. 
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Alba Torrens y Mariona Ortiz lamentan la pérdida decisiva. | |

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Vigo

Llora España por perder lo que no se contaba con haber ganado. Se le amarga esa medalla de plata que le negaban la razón y las casas de apuestas. La cruel resolución de la final contra Bélgica impide valorar ahora mismo el extraordinario rendimiento de la selección. El dolor inmediato nubla la felicidad que se dibuja en el horizonte. Los errores acumulados en un par de minutos, sobre todo el último y letal, opacan un torneo de aciertos. El final más cruel ha estropeado el plan más perfecto. Ha concluido con tristeza este relato. Las lágrimas derramadas sobre el podio, sin embargo, fertilizarán esa otra historia que recién comienza.

La pesadumbre se irá mitigando con el paso de los días, aunque ciertas imágenes enraizarán. De lo efímero y de lo eterno se compone el deporte. España, que había alcanzado el duelo decisivo contra pronóstico, remontando ante Chequia y Francia, sufrió esta vez el vuelco. Lo propició de hecho, sin que sus errores resten mérito a las belgas. Ganaban 63-51 las españolas tras haber ejecutado la maravillosa estrategia diseñada por Miguel Méndez. Dejaron de atacar con verticalidad, consintieron alguna canasta fácil, los árbitros regalaron alguna falta y todo se desmoronó. Un parcial de 0-14 les arrebató el oro que ya saboreaban.

Esa sucesión de malas decisiones conduce al instante que nadie olvidará, pero que todos deberían perdonar. Se escapó España de la presión tras saque de fondo con 65-64. Las belgas necesitaban cometer dos faltas para forzar tiros libres y estaban llegando ya tarde a la primera. Solo había que distraerles la circulación. Pero Mariona se agobió, suya es la carga, y forzó el pase a Alba, que llegaba acelerada desde cancha propia para posar los dos pies en la ajena. No se le quedó atrás el campo sino el balón, que Delaere aprovechó en una contra solitaria. Carrera cometió después pasos en su desesperación y el funeral se completó con el certificado de defunción.

Resulta paradójico que las protagonistas de ese lance fuesen las dos veteranas; Alba, la mejor nacional de la historia, y Mariona, en su madurez aunque en realidad debutase en un Eurobasket. La experiencia vital les ayudará a digerir el disgusto, aunque nunca cicatrice del todo. Saben, lo sabrán siempre, que una auténtica gesta se las ha escurrido de las manos.

Porque el título continental hubiera resultado una hazaña. España había llegado al torneo diezmada por las ausencias de varias piezas esenciales (Conde, Cazorla, Gustafson) y en plena transición generacional. Hasta Carrera, a sus 23 años, parece una señora al lado de Fam (19), Ilyana (19) o Buenavida (21). Pueyo (24) y Ayuso (24) habían aprovechado las ausencias para integrarse en la dinámica. Proseguían Araújo, Ginzo o Etxarri como sólidas secundarias. La hoja de ruta prevista en la federación incluía clasificarse para el Mundial como requisito factible.

No se contaba, desde luego, con doblegar a Bélgica, la mejor selección más allá de Estados Unidos durante los últimos años. A las belgas les urgía más retener su cetro europeo que a España recuperarlo. La biología aprieta a su quinteto, sin recambio ni en el banquillo –ayer, 2 puntos de Ramette– ni en las categorías inferiores. Esta España se dibuja como su heredera en competencia con Francia, Alemania o la emergente Italia. Es Miguel Méndez el que ha estado a punto de subvertir esa sucesión natural, anticipándola.

Pintura clausurada

El vigués manejó con habilidad sus herramientas. Aprovechó la mayor profundidad de su arsenal. Reunió por vez primera a Fam y Carrera en el cinco inicial. Cerró la pintura a costa de abrir el perímetro. Quería paliar el impacto de Meesseman y Linskens. El desacierto belga en los triples (4/20 hasta los dos que alimentaron su reacción) validó su maniobra. Méndez, además, siguió confiando en una rotación profunda –sólo Araújo y la convaleciente Ilyana quedaron inéditas–, que sostuvo la intensidad defensiva. Así, España igualó la elevada anotación belga en el primer cuarto y llevó el partido a parámetros más cómodos en el segundo.

El 30-22 constituyó el primer aviso, que Bélgica contuvo al descanso (37-31) y neutralizó al regreso (43-47), ya con las dos interiores belgas haciendo daño. Pero España tenía suficientes argumentos en conserva. Bastó que Meesseman –quizá la mejor jugadora del mundo– boquease para que la cancha se volviese a inclinar a favor de una selección española mucho más dúctil y variada, capaz de encontrar siempre relevo en la producción.

Antecedentes

Bélgica ya había ganado a España en sus dos últimos enfrentamientos, en la final del Eurobasket anterior y en cuartos de final de los Juegos. En París, con claridad. En Liubliana, aprovechando el desfondamiento de una España también superior durante tres cuartos. No debió haberse repetido en esta ocasión. Méndez había jugado sus bazas para refrigerar a las suyas. De hecho, fueron suplentes las que elevaron la ventaja hasta ese 63-51. Carrera regresó tras haber reposado. A Mariona y Alba también las introdujo bien oxigenadas para aprovechar su teórica fiabilidad en los momentos calientes.

En este ajedrez las piezas son de carne y hueso, están dotadas de voluntad propia y se someten al juicio del destino. Hoy se hablará de quienes no estaban en ese momento sobre la cancha. Cundirá la tentación de imaginar qué hubiera sucedido si Ginzo hubiera defendido a Linskens en los últimos ataques belgas o si Ayuso hubiera manejado el balón en la última circulación. Es cierto que España gestionó de manera muy deficiente y horizontal en ambos lados esa recta final.

Un instante y un centímetro, en conclusión, han apartado a España del que hubiera sido su quinto título europeo, lo que se puede contemplar desde el pesar o desde la esperanza, en la orilla contraria. A esa distancia tan corta ha podido llevar Méndez a esta escuadra tan tierna, acelerando los tiempos previstos. La selección no supo manejar ayer el cronómetro. El reloj corre desde hoy a su favor.

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