El Mecalia pierde la vida y salva el alma

A Sangriña es un infierno especial, febril y afectuoso, tan combustible en su presión como indulgente en su juicio. Se encresparon sus llamas, soñando con la remontada, y se derramaron lágrimas en el adiós de Miriam, África, Pauli, Amores... Al Elche se le honró como rival. Al Mecalia se le agradeció su derroche. Han quedado eliminadas las guardesas. Se murieron en el escorzo postrero de Ania Ramos. Se pierde la eliminatoria. Se salvan las almas. O Inferno es el paraíso que las premia.

"Abandonad toda esperanza quienes aquí entráis", grabó Dante sobre el dintel de su averno y se amonesta en A Guarda al visitante. Las estadísticas casi lo prueban: una derrota en casa en toda la temporada –el 19 de octubre, ante el Bera Bera, por 26-27– y varias gestas, como el volteo a los seis goles de ventaja del Valladolid en los recientes cuartos o la reacción imposible ante el Málaga para conquistar el campeonato regular. Amenazó el Mecalia con repetir heroicidad. Apostó su vida y su talento. La fortuna, esta vez, le torció el rostro. Tuvo mérito el Elche, que se aferró al 26-22 que había obtenido en el Esperanza Lag; una señal, un auspicio o un retruécano contra el que no sirvió rebelarse. El casi empiedra los infiernos.

Ningún reproche se le puede hacer a quien afronta su destino en pie, aguantándole la mirada. Todo parecía sentenciado con el 20-19 a falta de dos minutos escasos. Dos exclusiones consecutivas del Elche y una presión asfixiante a toda cancha propiciaron tres goles como aquellos que en 90 segundos habían derrotado al Málaga. El 23-19 clasificaba a las locales. Pero las ilicitanas consiguieron forzar un penalti, el único pecado mortal guardés, y Rubio anotó. Un desacuerdo con el electrónico interrumpió el partido y disparó la tensión. Quedaban siete segundos. Seabra confeccionó un ataque de siete contra cinco –el Elche había recuperado a Agulló–. El balón llegó a Ramos, diestra en el extremo derecho. Quizá la buscó Seabra o quizá fue el mal menor que Joaquín Rocamora había elegido. La joven palentina se retorció en el aire, anhelando un ángulo que Nicole Morales –impresionante el duelo de porteras– tapó. "Temía fracasar hasta que me di cuenta que únicamente fracaso cuando no lo intento", escribió Hemingway.

No fracasó Seabra en su plantamiento ni sus jugadoras en su ejecución, aunque no haya valido la clasificación. El Mecalia impartió una clase magistral en defensa, especialmente en la marca a la bombardera Kelly Rosa; una mixta pegajosa de Cifuentes, con ayudas en las trayectorias interiores.

La apuesta por un marcador más bajo que en la ida abarataba el pase. El Mecalia lideró el partido desde el 6-5, en un choque muy masticado, y aceleró el ritmo tras el descanso, primando las primeras oleadas. Once minutos estuvo el Elche sin anotar. El 15-10 alentaba los ánimos de la grada.

De hecho, en términos tácticos, el Mecalia se ha mostrado superior, con un juego más rico en sus velocidades, sus cruces exteriores y sus combinaciones con la segunda línea. La conexión con Palomo en el pivote generó exclusiones y penaltis, no siempre aprovechados. El Elche recurrió a su mayor envergadura para guarecerse en 6 metros y aunque siempre al borde de la pasividad, acabó encontrando los lanzamientos que necesitaba. "¿Tú quieres jugar? No con esa cara", alanceó Rocamora a Figueiredo y la portuguesa reaccionó con dos tantos providenciales.

Le quedaba esa última carga al Mecalia. Cecilia, centrada hasta entonces en la distribución, penetró por los intervalos, O Inferno hirvió y las cancelas del cielo parecieron abrirse... para cerrarse de un portazo. La gloria sigue ahí, sin embargo, al alcance de los dedos, con el verano como purgatorio y la clasificación para la Liga Europa como consuelo.