El rubio de las asistencias
Lamine Yamal, menos inspirado que en otros momentos, fue decisivo en la final con sus pases de gol a Pedri y Ferran

Lamine abraza a Pedri tras el primer gol. | Efe
albert guasch
Lamine Yamal lució un nuevo peinado de color de diva. Una forma de decir que no pretendía pasar desapercibido en el acontecimiento mayúsculo de La Cartuja. Y no solo en el terreno de lo estético y lo frívolo. Una seguridad tremenda a sus 17 años y 10 meses. A saber de dónde le viene. Como aquel día que dijo que se guarda los goles para los partidos importantes. Por una vez el delantero ahora rubio no cumplió con su propósito. No marcó, cierto. ¿Y las asistencias? A veces, como este sábado, valen casi lo mismo. O más. Regaló dos joyas. No a Koundé, que se labró solito el papel de héroe cuando ya a nadie le quedaban fuerzas. Es el futbolista que nunca se cansa.
Antes del partido Hansi Flick explicó a los micrófonos de Movistar+ que dio a sus jugadores un mensaje cruyffista. Que lo han hecho muy bien hasta ahora, que jugasen como saben y que todo iría bien. «Have fun and enjoy it», concluyó. Sí, aquello de divertiros y disfrutad. Uno diría que, más que pasárselo pipa, sufrieron como en una caminata sin calzado sobre cristales. Seguro que se lo pasó bien el espectador neutral. ¿El resto? En el fútbol, la diversión y la tortura van a menudo de la mano.
Lamine empezó a divertirse en la peluquería y continuó sobre el césped. Al parecer quería tintarse el pelo de blanco, pero algo falló. Hasta el minuto 6 no tocó el primer balón. Inocuamente. El segundo, en el 8 con un mal pase. Unos segundos después perdió por lesión a su marcador, a Mendy, y entró Fran García. Salió ganando con el canje.
Se activó a partir de ahí. Culebreó sin consecuencia en el minuto 13 y en el 18 probó su bota con un disparo raso desde fuera del área. Lo sustancial sucedió un rato después. Con el pase largo de Pedri, el control, el acceso sereno en el área y el pase atrás para el canario, que fusiló a Courtois con esa pierna derecha con la que, no hace tanto, se decía que no se atrevía a chutar. Asistencia número 23 del rubio. Gol número 6 de Pedri. Primero del Barça en la final.
No se sabe si un portero es capaz de divertirse cuando el equipo rival viene en manada. ¿Disfrutó Szczesny cuando el Madrid le obligó a estirar a fondo las extremidades para salvar la ventaja azulgrana? Fue capital el polaco en muchas acciones, se estaba ganando una buena pensión de jubilación, hasta la falta de Mbappé. Se la coló por su palo. Dio la impresión de que pudo hacer más. Nada que reprocharle en el segundo.
Toda la sensación de superioridad que prendió en el barcelonismo antes de la final y durante la primera parte se esfumó en la segunda, y el pesimismo sociológico histórico retornó y se caló en los huesos con cada carrera de Vinicius, con cada regate de Mbappé y con cada pérdida de balón. Ya nadie en el bando azulgrana se acordaba haber deseado que esta final, ojalá, fuera de la Champions, que mira lo bien que llegaba el Barça en contraste con el Madrid. Una temeridad.
Lamine sacó de nuevo lustre al pie izquierdo con un pase largo a Ferran, que se acabó de trabajar el empate con un esprint que desbordó a Courtois. No es fácil eso. El belga había impedido al rubio cumplir con su palabra un rato antes con una manopla descomunal ante un tiro cruzado marca de la casa. En cualquier caso, asistencia 24 para el extremo de Rocafonda y empate a dos. Una jugada clave para el título porque en ese momento el partido estaba más inclinado hacia el equipo blanco.
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