Boxeo

La sonrisa del cuadrilátero

Anxo Martínez, que desde que era adolescente viaja cada día de Marín a Vigo para entrenar con Simón González, ha ganado el título nacional joven

Anxo Martínez haciendo guantes.

Anxo Martínez haciendo guantes. / José Lores

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Imposible calcular los kilómetros ya recorridos, recién estrenada la mayoría de edad. Eluden su cómputo los ejercicios sobre la colchoneta y los asaltos en el cuadrilátero. Todo en Anxo Martínez se multiplica. Los golpes que lanza igual que las sonrisas que regala. Aún resultan mesurables los títulos, aunque apunte al infinito. A los cuatro autonómicos en racha le ha unido por fin el estatal. También el primero de su maestro, Simón González, en boxeo. «Una ilusión, la verdad», confiesa Simón, tierno bajo la piel curtida. «Es un honor haberle traído un premio nacional», se ufana el devoto Anxo.

«Me gustaba saltar a la comba». Así se decantó en su Marín natal, la patria de Pedro Ferradás, cuyo ejemplo ignoraba aquel niño que soñaría emular. Anxo había probado varios deportes sin entusiasmarse con ninguno. Tenía 8 años. «En casa no había tradición, aunque siempre me había gustado un poco el boxeo», explica Ángel, su padre. El pequeño había sufrido algún caso de acoso escolar.

–Pues mira, que aprenda a defenderse –reflexionó Ángel.

Se enroló en el Thunder, de Aarón González. Después se trasladó a la escuela que regenta David Burgos en Pontevedra. La iniciación se había transformado en pasión. «Lo tiene muy arraigado», describe su padre. Anxo destacó enseguida en ese pugilismo de formas que los más pequeños coreografían. Alcanzada la edad apropiada, no le colmó la contienda con sombras. «Él quería practicar su deporte plenamente». Burgos no era partidario de subirlo al ring. Se impuso otra mudanza.

Anxo Martínez, en el Gimnasio Simón.

Anxo Martínez, en el Gimnasio Simón. / José Lores

Anxo sabía en quién cobijarse tras observarlo en los torneos: «Siempre me habían gustado mucho tanto Simón como Alberto Loureiro». Ese relámpago dorado, hoy en otras manos, dominaba Galicia a las órdenes del técnico de origen ourensano. «Formaban un equipazo en la esquina», recuerda.

–Quiero formar parte de eso.

Ángel aceptó: «Berto era su ídolo y tenía mucha admiración por Simón». No les arredró la intendencia. Anxo comenzó a viajar a Vigo desde Marín, en autobús, con trasbordo en Pontevedra. Ha mantenido esa rutina desde entonces. Su padre se encargó de la vuelta mientras trabajó en la ciudad olívica. Desde los 15, Anxo se gestiona también los retornos; 60 kilómetros cada día completados ya entrada la noche, sin faltar jamás. Acota: «Siempre he sido muy independiente». Simón le elogia el atrevimiento y la constancia: «¡La leche! Es un chaval supermajo y muy responsable. Trabaja mucho y se deja llevar muy bien».

La tenacidad ha favorecido su progresión. «Ha mejorado muchísimo», confirma el entrenador. La opinión se sustancia en hechos. Cuatro cinturones gallegos en otras tantas participaciones. Y el concurso en los Campeonatos de España, inicialmente frustrante. «En su primera pelea, en Santoña, rompió moldes. Llamó mucho la atención», relata Ángel, que lamenta: «Sufrió algún robo». El propio Anxo se quedó con esa sensación: «¿Mis derrotas? Todas injustas si me preguntas».

Las cartulinas suelen generar controversia. Anxo prefiere eludir su dictamen. Esa pretensión ha moldeado su estilo. «Es muy agresivo», cataloga Simón, que considera a su pupilo «un atleta natural. Gana a los rivales por avasallarlos con su ritmo. Los sobrepasa y los desborda. Mete gran cantidad de golpes seguidos, a una velocidad enorme. Para los jueces resulta difícil inclinarse por el otro».

Con esa táctica se ha curado las amarguras anteriores en Cartagena, que acogía el Campeonato de España Júnior y Joven; el más multitudinario de la historia con 400 inscritos. Anxo acudió con la veintena galaica a competir en peso ligero (63,5 kg). Sus dos primeros adversarios, castellano-manchego y valenciano, no alcanzaron la conclusión. Al primero, Angelo Romeo, «lo arrasó», concreta el seleccionador, José Luis Álvarez. El árbitro detuvo el combate en la tercera cuenta de protección.

Anxo se libró de las semifinales porque el murciano Anthony Guazcho no aprobó el pesaje. Restaba la final, contra el madrileño Aiman Negras, de apuesta defensiva. «Anxo lo cerró todo el rato en las cuerdas. Ganó los tres asaltos excepto para un juez, que vio otro combate», se sorprende Álvarez.

Una discrepancia insuficiente, en este caso, para impedir el éxito del marinense, que revela: «Lo sentí como una venganza por mí y por mis compañeros». Simón, él mismo trece veces rey mundial de kickboxing, con la vitrina repleta de logros de sus alumnos en esta disciplina, rellena el hueco del boxeo: «Me he llevado una alegría».

El oro culmina y prolonga. «Ni hablar de dejarlo», anticipa Angel sobre su hijo, que confirma: «Ojalá pueda estar toda la vida». Entiende que su progresión debe vehicularse «por lo mental. Estoy bastante bien en técnica, pegada, fuerza, fondo... Pero me cohíbo al subirme al ring. Voy con las capacidades completamente reducidas. Cuando me relaje y me suelte de cabeza podré desarrollar todas las habilidades». Y aunque no descarta probar en el profesionalismo «más a futuro», apunta: «Me parece más bonita la rama olímpica».

Otro es, sin embargo, el motor de este estudiante de ciclo superior, que sobre la «dopamina que genera el deporte» eleva los afectos que teje: «El boxeo me ha dado los mejores compañeros que podría haber encontrado en mi vida. Los lazos que se hacen aquí son los más fuertes. Pegarte sonriendo con una persona es muy especial. Y que al final la quieras lo hace aún más bonito».

Simón González, con Anxo y los medallistas en el Autonómico

Simón González, con Anxo y los medallistas en el Autonómico / José Lores

Seis medallas en el Autonómico

Simón González tutela a otros talentos en floración en su local olívico. En el Campeonato Gallego de categoría promesa, en Cambados , los seis representantes de su gimnasio lograron cuatro oros (Hajar Mouskhass, Dani Tamaredo, Antón Siero, Idris El Aziri), una plata (Aarón Alfaro) y un bronce (Ángel Alonso).

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