GRAN PREMIO DE INDONESIA
Ezpeleta, el señor de los circuitos, pisa un podio por vez primera en su vida
Lo ha hecho todo en el mundo de 'motorsport'. Es el 'alcalde de MotoGP' y ayer, por vez primera en su vida, después de 50 años de dirigir y promover todo tipo de competiciones y circuitos, Carmelo Ezpeleta se subió a un podio, exactamente 50 años después de inaugurar el circuito de Calafat.
Emilio Pérez de Rozas
No lo sabe nadie, pero yo se lo contaré. El catalán Carmelo Ezpeleta (Barcelona, 78 años), CEO de Dorna Sports, organizadora del Mundial de MotoGP, ahora en manos de la compañía norteamericana Liberty Media, tras adquirir por unos 4.200 millones de euros la mayoría de acciones (Ezpeleta no quiso vender las suyas y sigue como máximo responsable de la organización), vivió ayer una de las experiencias y emociones más grandes de su dilatada, exitosa y fructífera vida. Y eso que acumula cientos de experiencias.
Es posible, muy posible, que Ezpeleta, al que no le gusta nada, nada, que le llamen ‘el Ecclestone de las motos’, porque él es muy distinto al exdueño de la F-1, con quien ha compartido y aprendido muchísimo, no se lo contase a nadie pero, cuando, la pasada semana, llegó a Indonesia, visitó a Joko Widodo, actual presidente de la nación, éste le confirmó que estaría, el domingo, en Mandalika y que, si quería, entregaría el premio al vencedor de la carrera de MotoGP. Eso sí, Widodo le pidió, por favor, que le acompañase en el podio.
¡Menuda fecha!
Ezpeleta, al que, tal vez, sí le guste el sobrenombre que Dani Cordero le puso no hace mucho en un perfil que trazó en el diario ‘El País’, donde le nombró ‘el alcalde de MotoGP’, miró su agenda al llegar al hotel de Mandalika, una agenda de cuero preciosa, cremallera impecable, páginas perforadas e insertadas en anillas y miles de anotaciones (innecesarias, pues la memoria de Ezpeleta es prodigiosa) y comprobó, en efecto, que el domingo era 29 de septiembre.
El 29 de septiembre no es un día ni una fecha cualquiera para el señor de los circuitos, para uno de los grandes gurús, inventores, emprendedores, impulsores y hacedores de milagros del motociclismo y automovilismo español y mundial. El 29 de septiembre de 1974, es decir, ayer hizo exactamente 50 años, Ezpeleta inauguró, rodeado de abogados y querellas amenazantes, el popular y divertido trazado de Calafat, en La Atmella de Mar. Y fue entonces cuando Ezpeleta repasó toda su dilatada vida en 25 o 30 segundos, imposible, sí, pero no tratándose de él.
Y fue entonces cuando se dio cuenta de que se acababa de comprometer con el presidente de Indonesia a algo que no había hecho a lo largo de los últimos 50 años. En efecto, Ezpeleta, que después de inaugurar y explotar Calafat, repito, con muchísimas dificultades, fue responsable del Jarama llevando allí la F-1 de la mano de ‘tiito Bernie’, como llamaban a Ecclestone en Jerez, construyó el Circuit de Catalunya y acabó siendo el máximo ejecutivo de la compañía Dorna Sports, organizadora del Mundial de MotoGP durante las últimas cuatro décadas, apareció ayer, en Mandalika, por vez primera en 50 años en un podio.
Su padre no quería que Carmelo se comprase una moto y, para convencerle, Ezpeleta metió la Impala, de pie, en el ascensor, la entró en su casa, la puso en marcha y recorrió un largo pasillo, provocando un ruido ensordecedor y una gran humareda, al grito de "¡papá, ésta es la moto que quiero!". Y convenció a su papá.
Para que lo sepan, Ezpeleta, cuyo padre quería que fuese ingeniero como él, que pudo ser pelotari de cesta punta profesional, gracias a los hermanos Josep María y Eduardo Mirapeix, unos grandes de ese deporte, terminó convertido en ‘el jefe’ de MotoGP, después de pasar por todas las etapas de ‘motorsport’, empezando por contribuir a que Carlos Sainz padre ganase sus dos títulos mundiales de rallys.
Y todo, todo, porque cuando tenía 20 años decidió comprarse su primera moto para ir a la Universidad, le dijo a su padre, pero la verdad era que la quería para correr. Ahí empezó todo. Era el año 1966 y Ezpeleta se fue a Comercial Impala, una de las tiendas más concurridas de Barcelona, y quedó deslumbrado por la Montesa con la que José María Arenas, gerente de la tienda, había quedado campeón de Catalunya. Y pactó un precio: 25.000 pesetas.
Ezpeleta tenía 5.000 pesetas ahorradas haciendo de contable de un taller de coches (de ricos) y las dio como paga y señal. Arenas le dijo que podía pagar el resto a razón de 1.000 pesetas al mes y que le haría 20 letras, pero tenía que firmarlas su padre, pues él aún era (en aquella época) menor de edad.
Cuando llegó a casa, su padre le dijo que ni hablar, que no había moto. Ezpeleta, que sabía que a su padre le encantaba la mecánica, pensó que si su padre veía tan reluciente y veloz Impala, se quedaría prendado de ella y le firmaría las letras. Así que le pidió ayuda a Paco, el chófer de su padre. “Verás, Paco, la traigo, la aparcamos en la puerta y, cuando papá baje, tú se la enseñas y te haces el encontradizo”, le sugirió Ezpeleta.
Pero ni por esas. Papá Ezpeleta bajo y subió un montón de veces a su casa sin echarle el ojo a la Impala. De forma y manera que Ezpeleta, loco por la moto (insisto, ahí empezó todo), cogió la Montesa, la metió en el portal, la puso vertical en el ascensor, mientras Pepita, la portera del inmueble, le gritaba desesperada que aquello no se podía hacer, y la subió al 2º 1ª, su casa.
Abrió la puerta, metió la Impala, la puso en marcha y recorrió dos o tres veces el pasillo, lanzando humo por todas partes y provocando un auténtico escándalo y ruido ensordecedor, ante la mirada atónita de su padre y su madre. “Esta es la moto que quiero, papá”, le dijo Carmelo a su padre, mientras éste se llevaba las manos a la cabeza horrorizado. “Vale, vale, Carmelo, trae las letras y te las firmará mamá”.
Y aquel muchacho intrépido es el mismo que ayer, en Mandalika (Indonesia), se subió, por vez primera, a un podio en 50 años. Cierto, siempre felicita a los ganadores en el ‘corralito’, bajo el podio, pero solo ayer los acompañó hasta el ‘cajón’.
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