La eterna reinvención del Celta

El equipo vigués, incapaz de dar solidez a su proyecto deportivo, se ve abocado este verano a otra profunda reestructuración empezando por la figura de su entrenador ya que Carlos Carvalhal no seguirá al frente del equipo - Esta semana el club se reunirá con Luis Campos para tomar las primeras decisiones sobre el banquillo y la configuración de la próxima plantilla

Carlos Carvalhal durante el partido del domingo ante el Barcelona

Carlos Carvalhal durante el partido del domingo ante el Barcelona / MARTA G. BREA

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Al fútbol le sobran teóricos que creen tener solución para cualquier desafío que presenta un mundo complejo que no conoce de recetas mágicas y donde la clave es acertar (independientemente del camino elegido) o al menos equivocarte lo menos posible. El Celta ha convertido el error en una constante en su proyecto deportivo donde acumula patinazos que no solo le impiden dar un salto cualitativo sino que le han tenido en los últimos años más cerca del barranco de la Segunda División que de la zona cálida de la tabla.

Desde 2016 la solidez económica de la que presume no ha tenido correspondencia con la situación deportiva del equipo. Es cierto que su presupuesto sigue fuera de los diez más altos de la Primera División, un argumento habitual de la defensa, pero tampoco es menos cierto que el Celta está en una situación ideal para aventurarse al siguiente nivel de su ambición deportiva. Lejos de eso, el equipo ha ido pegando bandazos sin encontrar un grupo sólido de futbolistas, ni un entrenador capaz de liderar el proyecto durante un plazo razonable, ni un camino claro por el que avanzar.

Este verano el Celta está condenado a afrontar una nueva remodelación dentro del vestuario del primer equipo. La enésima. Hace meses Carlos Mouriño explicó que el verano de 2022 había sido el momento clave de este proceso porque habían acometido la remodelación que creían necesaria para subir el nivel de la plantilla y que la siguiente temporada (la 2023-24) sería de consolidación para ese grupo de futbolistas que ya tendrían un año más de experiencia en la categoría y en el club. Visto ahora con perspectiva, y pese a que algunos jugadores es evidente que tienen que evolucionar, no parece que la actual plantilla ofrezca demasiadas garantías de éxito salvo que llegue al banquillo algo parecido a un mago. Si olvidamos los meses de febrero y marzo en los que el equipo mostró su mejor versión, la temporada del Celta merece ser guardada en el archivo de los malos recuerdos. La agónica salvación y la fiesta vivida en Balaídos el domingo no son consuelo para una desgracia de temporada.

En esa toma de decisiones la primera de ellas y más importante será la que tiene que ver con el inquilino del banquillo que no seguirá siendo Carlos Carvalhal. Hace días que el portugués se lo huele y por eso ha construido en las últimas horas un discurso para protegerse de cara a la opinión pública.

Carvalhal ha estado lejos de lo que esperaba el Celta que perdió la esperanza en él cuando vio que era incapaz de frenar la caída del equipo en las últimas semanas y que lejos de reactivar a la plantilla se agarró al discurso de que siempre quedaba una final más. Hace varios partidos su destitución estuvo encima de la mesa para buscar en el mercado un “Mendilibar”, un técnico para un momento concreto capaz de agitar el vestuario y conducir al grupo a esa victoria imprescindible para escapar de los apuros de las últimas jornadas. Luis Campos paró esa ejecución bajo la consigna de que no era momento para “dramatismos”. Con el cuerpo ya sereno, la salvación en el bolsillo y los ingresos garantizados para el próximo ejercicio llega el momento de tomar esa clase de decisiones. Campos trajo a Carvalhal pero tampoco se siente ligado emocionalmente a él como para llevar su custodia al máximo. Sabe cuál es la opinión del club y en Príncipe sorprendería en exceso que se descolgase con una defensa de la continuidad del entrenador.

El club sufre para darle continuidad a una idea sobre la que crecer

La próxima salida del técnico portugués vuelve a poner en la mesa la dificultad que el Celta sigue teniendo para encontrar un entrenador al que amarrarse, con el que construir un futuro juntos. Esa es una de las grandes cuentas pendientes de Carlos Mouriño que desde que rompió con Eduardo Berizzo en 2016 ha ido dando tumbos sin una idea clara. Pasaron Unzue, Antonio Mohamed, Miguel Cardoso, Fran Escribá, Oscar García, Eduardo Coudet y Carlos Carvalhal. La media es de un entrenador por año, un sinónimo de fracaso. O bien no da el Celta con esa persona o no es capaz de proporcionar a esos técnicos el grupo de jugadores para impulsar al equipo. O pueda que las dos cosas al mismo tiempo.

Ahora Luis Campos debe ofrecer al Celta un nuevo entrenador al que confiar el equipo. En las últimas horas han surgido un puñado de nombres de técnicos que en estos momentos no tienen mucha base porque el Celta está a la espera de lo que susurre Campos. Al ejecutivo portugués se le espera esta semana en Vigo para comenzar a trabajar en el proyecto de la próxima temporada y de todas los asuntos que deben tratar el del entrenador es la principal de todos ellos.

El club quiere seguir a pies juntillas la elección que tome el de Esposende. Hace un año presentaron como un enorme logro unir sus pasos al del director deportivo por el que suspiraban muchos de los grandes clubes de Europa y le han hecho caso incluso en situaciones que ofrecían más dudas en el club como el relevo de Coudet por Carvalhal o en estas semanas cuando decidió mantener en su cargo al entrenador portugués pese a las voces que recomendaban un cambio de rumbo.

La figura de Campos, que inevitablemente también hay que poner en cuestión a la vista del rendimiento de una plantilla a la que él puso su firma en la única comparecencia pública que ha hecho en Vigo, mantiene su solvencia a ojos del consejo de administración del Celta que ha decidido seguir el camino que marca el índice del portugués.

El pasado verano Campos empujó al club a gastar casi veinte millones de euros (una fortuna para un conjunto de la zona media-baja de la tabla) en futbolistas a quienes se ha visto muy verdes para el fútbol español de máximo nivel. Puede que en tres años estas palabras resulten ridículas, pero ahora mismo son cuestiones que no fortalecen a Campos a ojos del Celta ni tampoco de esa opinión pública que suspira porque el verano no sea sinónimo de revolución.

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