Escalada

Doble desafío en la pared

Beatriz Gándara, reciente campeona de España, ha encontrado en la escalada la mejor terapia para recuperarse del ictus que sufrió en noviembre de 2018

Beatriz Gándara, en un entrenamiento en el pabellón de Quirós.

Beatriz Gándara, en un entrenamiento en el pabellón de Quirós. / RICARDO GROBAS

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

La vida de Beatriz Gándara podría dividirse en dos partes. Una noche de noviembre de 2018 marca la frontera entre un tiempo y otro. Un domingo como cualquier otro, un beso de buenas noches a su pareja, un rato más de televisión antes de acostarse. De repente, un mareo, desorden en su cabeza, el tiempo justo para alertar, la caída al suelo. Beatriz, a sus 38 años y sin ninguna patología previa, acababa de sufrir un ictus. No tardó en ser consciente de lo que le estaba sucediendo. Gracias a su trabajo en Alento, la Asociación de Daño Cerebral de Vigo, sabía identificar perfectamente los síntomas (las tres F que aparecen en el protocolo gallego para detectarlo: el fallo en la Fala, en la Forza y en la Faciana). Beatriz fue atendida de urgencia en el Cunqueiro, se le intervino el coágulo del cerebro y ante ella se abrió un periodo complicado, lleno de dudas sobre lo que le esperaba después de este episodio: “Desde que me confirmaron que había sido un ictus lo pasé mal porque soy consciente de las secuelas que pueden quedar, lo veo a diario en Alento, y eso te genera inquietud, temor...”

Para Beatriz comenzó una nueva vida. Pasó cinco meses ingresada (dos en el Cunqueiro y tres en otra clínica pontevedresa) en los que tuvo que volver a aprender a hacer todas esas cosas que su cuerpo ejecutaba de forma automática pero que había olvidado. Caminar, recuperar el equilibrio, restablecer tareas cognitivas que también habían quedado mermadas... todo ello con el lado izquierdo de su cuerpo claramente afectado. Su brazo y su pierna habían quedado algo “desconectados” del resto del cuerpo y la tarea principal de su recuperación pasaba por “reintegrarlos”.

En aquellos días le llegaron noticias de que en el hospital se iba a dar una charla de escalada adaptada y se apuntó. Poco antes de que sufriese el ictus se había apuntado a un curso sobre montañismo y aquello era como dar el primer paso para recuperar la vida anterior a noviembre de 2018. Allí conoció un montón de casos de personas con diferentes problemas que encontraron en la montaña, en la escalada un medio para superarse: “Yo también”, pensó Beatriz. Si tenía una larga lista de tareas por aprender no pasaba nada si añadía una más: escalar.

El camino por recorrer era complicado, como también lo fue el regreso a casa, a la calle, después de recibir el alta hospitalaria. En esa fase encontró a otra persona que sería fundamental: Óscar Díaz Meleiro, un fisioterapeuta, con el que se embarcó en un programa intensivo de trabajo que consistía en cinco sesiones semanales de tres horas cada una. Consciente de que ese esfuerzo requería de objetivos motivantes, Óscar preguntó a Bea si tenía un propósito por alcanzar. La respuesta saltó como un reflejo.

–Quiero escalar.

–Perfecto, será un reto para ti, pero también para mí.

Otra aventura comenzó entonces. Rehabilitación, el trabajo en un rocódromo, volver a correr e insistir en que su brazo izquierdo acabe por entender que no es un ente libre y que pertenece a un conjunto de miembros y órganos llamado cuerpo de Beatriz Gándara. La viguesa lo explica con naturalidad y desparpajo: “Es que yo me olvido de mi mano izquierda, la tengo como replegada en la barriga y no la uso”. Para compensar ese problema una de las fórmulas que utilizaban era la de atarse la mano derecha durante cinco horas al día para obligarse a usar la izquierda para casi todo: “Es como darle un chute al cerebro para que entienda que solo puede usar ésa”. Un esfuerzo enorme que, según explica Beatriz, supone un enorme desgaste.

Ese esfuerzo condujo a las primeras competiciones en Portugal y al convencimiento de que el deporte y la escalada serían fundamentales en su proceso de recuperación: “Potenciar la fuerza y la movilidad en la escalada a mí me produce muchos otros beneficios colaterales”. Beatriz, que ya se había reincorporado a su puesto de trabajo, pidió entonces a Joel Rodríguez, monitor del Club de Montaña Alud, un “intensivo” durante un mes de vacaciones de verano y ahí ambos comenzaron a descubrir matices y secretos de la escalada adaptada: “Ahí empecé a disfrutar mucho más porque comencé a entender cómo funcionaba mi cuerpo. Por ejemplo, juntos descubrimos que cuando yo me atascaba para subir la pierna izquierda si él me daba un pellizco, eso provocaba tal estímulo en mi cerebro que era capaz de iniciar el movimiento con esa pierna. Lo que yo mejoré fue una barbaridad”.

La relación entre escalador y entrenador ha ido llenando la agenda de Beatriz de nuevos retos. Ella le planteó el deseo de afrontar una vía de varios largos, que consiste en estar en una pared de cuatrocientos metros escalando durante cuatro o cinco horas. Con este objetivo empezaron a entrenar en el Galiñeiro, donde estuvieron un año entero y al no haber una vía tan larga lo que hacían era repetirla varias veces. Cuando comprobaron que el riesgo ya estaba controlado y que el cuerpo de Bea era capaz de aguantar esa exigencia decidieron ir abril de 2022 al Peñón de Ifach en Alicante en una pared de cuatrocientos metros completó una vía de varios largos que era la meta que se había puesto un año antes. No contenta con eso, Beatriz Gándara se apuntó al Campeonato de España de escalada en el que logró el título.

"En la escalada es donde mejor he podido reintegrar el lado izquierdo de mi cuerpo"

La mejoría de Beatriz gracias a la escalada ha llegado al punto de que es haciendo deporte donde siente que el lado izquierdo de su cuerpo se reintegra con mayor naturalidad: “Nunca he estado más en forma que ahora. Casi puedo decir que en la escalada es la única actividad donde integro de forma automática mi mano y mi pierna. Por ejemplo, si escribo en el teclado yo me olvido de mi mano izquierda; en la escalada el gesto que tanto cuesta de echar la mano me sale. No tengo la misma fuerza que con la otra parte del cuerpo, pero sí que la tengo integrada. Todo el mundo me dice que eso que hemos conseguido es muy importante y nos convence de que el cerebro es capaz de volver a aprender a hacer ciertas cosas”.

Agarrarse a las paredes, en el sentido literal, ya es una necesidad para Beatriz que recuerda que “no puedo dejarlo... y no solo porque me guste mucho. Lo que he mejorado en equilibrio durante este tiempo es una barbaridad y no puedo dejarlo”. La viguesa incluso encuentra ventajas sociales porque gracias a esta actividad se ha integrado en un grupo de paraescalada en la que comparte experiencias con otros deportistas con diferentes problemas y que le sirven a veces para poner los pies en la tierra cuando vienen los días con nubarrones y el ánimo se resquebraja un tanto.

La escalada sigue siendo uno de los grandes aliados que Beatriz ha encontrado mientras trata de alcanzar de nuevo a la Bea de 2018: “he recuperado mi vida casi al mismo nivel que tenía antes de que me diese el ictus”. Aún quedan cosas por ajustar, pero no le faltan pilares sobre los que apoyarse: pareja, familia, amigos, compañeros, entrenador, fisio...Y mientras haya una pared en la que colgarse todo resultará algo más sencillo.

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