Baloncesto

El prodigioso viaje de Tamara Abalde

La viguesa califica como “aventura maravillosa” su carrera, de casi 20 años y trece equipos, al anunciar su retirada

Tamara, en un entrenamiento con la selección española.

Tamara, en un entrenamiento con la selección española. / FEB

Armando Álvarez

Armando Álvarez

“Estoy preparada para afrontar el momento”, había anticipado durante su convalecencia. La lesión en el hombro ha precipitado su retirada. Tamara Abalde clausura su etapa como baloncestista profesional a los 34 años, tras casi veinte de carrera. Aquella adolescente destinada al estrellato ha destacado como sólida especialista. En el camino ha acumulado idiomas, vivencias y medallas. Tamara puede sostenerle la mirada al espejo. Afronta sin reproches el próximo capítulo.

Brilló con prontitud. Debutó con el primer equipo del Celta con 15 años. Conquistó tres oros y una plata en Europeos de categorías inferiores; un bronce en el Europeo sénior de 2009. Posaba sonriente en las recepciones junto a Alba Torrens. Se debatía entonces si debía madurar como tres o aceptarse como cuatro. Acudió a los Juegos de Pekín. Con Lamar University fijó un récord de 44 puntos.

No ha sido la anotadora compulsiva y polivalente que entonces se pronosticaba. Precisamente en su transformación reside su mérito. Otros prodigios precoces se perdieron en las hipótesis, los fiascos y las encrucijadas. Quisieron aferrarse a la imagen ideal que les habían construido. Ella pronto se liberó de ese lastre. Con el paso de los años iría simplificando su juego, librándose de estridencias. Ha sido una interior completa, cuya elegancia natural apenas ha disimulado su dureza. Ha cumplido su cometido, desprovista de vanidad, en proyectos lujosos como Rivas, Avenida o Valencia. Ha asumido la responsabilidad en otros más modestos como Navarra, Cadí, Mann Filter, CREF o Araski. También probó en la liga francesa con Landes y Pays d’Aix. Ha hecho, en suma, lo que tocaba hacer en cada instante.

En total, trece equipos. Esa condición de trotamundos también la describe. Un enfoque que la ha enriquecido en lo humano. Al llegar los calores, Tamara empacaba sus enseres y se encaminaba hacia el horizonte, con el deber cumplido. El baloncesto español ha sabido premiárselo. Tras una década fuera de las convocatorias, casi ya sin esperárselo, Lucas Mondelo la repescó para sus últimos envites. Así le llegó el oro del Europeo de 2019 y la participación en los Juegos de Tokio, compartida con su hermano, el hoy madridista Alberto.

El Ensino cierra el itinerario. Como si hubiese intuido el ocaso, Tamara –ferrolana de nacimiento, viguesa de infancia– se había aproximado al hogar. No ha podido superar los destrozos en el hombro que la cirugía intentó reparar el pasado verano. En el instante final prima lo bello. “Ha sido una aventura maravillosa, casi 20 años de carrera profesional, infinitas horas de entrenamientos, partidos, viajes y momentos inolvidables. Experiencias que me han convertido en la persona que soy hoy. Solo me sale dar las gracias”, ha escrito. Habla de personas, clubes, ciudades, aficiones, la selección... La dedicatoria concluye con su familia, que cada verano la cobijaba en casa. Este viaje de aquella niña de Compañía de María y San José ha concluido. Otros la aguardan.