Fútbol - Copa del Rey

Una noche triste para Brais

La roja directa al mosense lastró a la Real, que incluso así hizo sufrir al Barcelona

Gil Manzano muestra la tarteja roja a Brais Méndez. |  // ALEJANDRO GARCÍA

Gil Manzano muestra la tarteja roja a Brais Méndez. | // ALEJANDRO GARCÍA / JOan Doménech

JOan Doménech

El discutido Dembélé convalidó la fe infinita que tiene Xavi en él convirtiéndose en el elemento decisivo del equipo: marcando el único gol de la victoria. Lo hizo en el Metropolitano ante el Atlético y lo repitió ante la Real. Un tanto de mayor valor porque reportó el acceso a la semifinal y mantiene abierta la opción del tercer título en importancia, conseguido el cuarto y ya instalado en el museo.

El enorme valor del gol de Dembélé vino con un lacito de regalo particular para Xavi, que cumplía 43 años. No lo pudo celebrar hasta alcanzar el vestuario por la angustia vivida en los últimos instantes.

La paranoia que sobrecoge al Barça con los resultados favorables reapareció al final, con la Real aún viva, sin haber sido rematada, y a partir de un error de Ter Stegen que corrigió él mismo. Xavi había cambiado el sistema acumulando tres centrales sin impedir que sus hombres cedieran varios córners que reavivaban el peligro. En el último, Ter Stegen evitó el empate.

Acabó el Barça con tres centrales para defender la victoria que había gestado con otro dispositivo y que se trabajó con un par de variantes más a la vista de que necesitaba corregir continuamente al equipo ante una Real muy exigente.

Los futbolistas se apuntaron a un juego de incrementar la tensión alrededor de Gil Manzano, objeto de las iras del Camp Nou por haber expulsado a Lewandowski en El Sadar en noviembre. El ritmo exacerbaba la agitación. La pasividad del árbitro obró el efecto contrario, ya que incentivó la crispación. Expulsó al sobreexcitado Brais Méndez tras advertirle dos veces y por soltar un plantillazo a Busquets, quien había volteado a Take Kubo. El mosense vivió su primera noche triste con la Real. Los brazos siguieron volando en cada balón aéreo.

No hubo ningún espíritu especulativo en la Real, indiferente a las tres décadas que acumulaba sin ganar. Jugó con la valentía que exhibiría en Anoeta, con la defensa adelantada y la voluntad de obtener el premio que buscaba, sin esperarlo.