Automovilismo

La redención de Ramilo

El vigués, “feliz” por su segundo Dakar al sentir que la organización y los demás pilotos apoyan su versión sobre lo sucedido con su copiloto en 2021

Ramilo, con su buggy, durante la disputa de una de las etapas del Dakar.

Ramilo, con su buggy, durante la disputa de una de las etapas del Dakar.

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Ricardo Ramilo regresó hace una semana del Dakar. Su segunda experiencia en el rally más importante. El vigués ganó el primer sector en la categoría T4 y quedó fuera de carrera tras la séptima etapa. Compitió con los mejores y fue remolcado. Cabalgó dunas y una ‘yerba de camello’ lo volcó. “Me he quedado feliz”, resume del vaivén, tan diferente de su amargo debut. Le conmueve sobre todo su redención. La organización lo ha mimado. Los otros pilotos lo han cobijado. El Dakar cree a Ramilo.

Sucedió el 14 de enero de 2021, en la undécima etapa. La extraña noticia abrió webs y se debatió en tertulias. “Abandona a su copiloto en el Dakar”. El catalán Xabier Blanco había relatado su caso al llegar al campamento mientras Ramilo deambulaba por la noche arábiga. El olívico, que lo había contratado como parte del servicio del Buggy Masters Team, lo había dejado tirado en el desierto a medio recorrido. El equipo lo había rescatado.

Con Pep Vila, en el comedordel campamento

Con Pep Vila, en el comedor del campamento. / Armando Álvarez

Cuando Ramilo llegó a meta, el cincuentón empresario que había decidido financiarse su juvenil ilusión del Dakar descubrió que se había convertido en un villano internacional. Dedicó los días siguientes a explicarse. Era Blanco el que se había bajado tras días de desavenencias. Ramilo quería exprimirse al máximo y su copiloto pretendía que se tomase la prueba como una excursión turística. Ramilo se sentía estafado por el equipo. La organización abrió una investigación. La sospecha quedó latiendo.

Con Cristina Gutiérrez, piloto oficial de Red Bull.

Con Cristina Gutiérrez, piloto oficial de Red Bull. / Armando Álvarez

“Sufrí mucho injustamente. Todo el mundo se creyó esa historia maquiavélica. Incluso gente que me conoce me puso en duda. Me tuve que tragar ese sapo”, se duele. “Nunca he tenido un enemigo. En los negocios todo el mundo confía en mí. Arruinaron mi reputación”.

Ramilo, en apariencia, mostró piel dura y buen humor. Decidió seguir compitiendo. Incluso bautizó su propio equipo de rallies como “Ahí te quedas”, la frase que Blanco aseguraba que le había espetado al arrancar. Por dentro, sin embargo, sangraba si la suspicacia asomaba en los ojos de alguien. “No podía aportar pruebas porque no las tenía. Finalmente han ido apareciendo cosas”.

Esas evidencias, testimoniales o tecnológicas, han ido decantando el relato hacia su versión. Ha sido desde luego así para ASO, la firma organizadora del Dakar. No lo dejaron participar en 2022 por unas irregularidades en el Rally de Marruecos. Sin embargo, en abril del año pasado el propio director general de ASO, David Castera, le remitió un mensaje invitándolo a la presentación de la edición de 2023 que se iba a celebrar en Narbona en junio. Y en la localidad gala buscó a Ramilo en su carpa para saludarlo de manera afectuosa. “Castera es un tipo con una personalidad muy fuerte. No se amilana ante nadie. Creo que sentía que debían corregir el error que habían cometido conmigo”, agradece. Castera siguió atento al vigués en la llegada a Yeda.

Otro gesto ha emocionado a Ramilo. Aguardaba bajo el arco de salida de la etapa prólogo, atento a la señal, cuando alguien quiso chocar puños a través de la rejilla de la ventanilla; el responsable de competidores y mano derecha de Castera, Charles Cuypers, con fama de estricto y adusto.

–Ramilo, a fondo –lo animó en castellano.

–Merci beaucoup –acertó a responder.

“Fue muy bonito”, confiesa Ramilo, que además ha podido disfrutar de la calidez de la caravana humana del Dakar. “Me he sentido muy bien recibido. He estado con gente que ni imaginaba que me hablase”. Como el histórico Pep Vila: “Estaba en el programa de Teledeporte cuando pasó lo del copiloto. Vino a saludarme al comedor y se sentó conmigo media hora”.

Durante una de las etapas.

Durante una de las etapas.

Alentado por la sensación de pertenencia, Ramilo ha disfrutado al volante, esta vez con el portugués David Megre a su lado. El vigués ha explorado las posibilidades de su buggy Can-Am preparado por Southraing. Con él quedó vigésimo en el prólogo y sorprendió al día siguiente en el primer sector oficial.

–Que pensas que fixemos? –jugueteó Megre al observar los tiempos.

–Non cometimos ningún erro grave... Entre os dez primeiros?

–Primeiros.

“Quedé flipando”, reconoce. Fue el preámbulo de esa montaña rusa que caracteriza al Dakar. En el segundo sector rompieron dos tirantes y solo llevaban uno de recambio. Llegaron “bailando la cumbia”. En la pedregosa segunda etapa pincharon tres veces. Mal común. El retraso del camión compartido los hizo llegar fuera de control. Confinados al Dakar Experience –compites por victorias parciales pero no por la general–, en la tercera etapa salió último y remontó cien puestos, casi cuarenta en su categoría. Quedó séptimo. Al amanecer siguiente salió con los mejores: Cristina Gutiérrez, Pau y Santi Navarro, Marek Goczal... El helicóptero de televisión sobrevoló un apasionante duelo a lo largo de 100 kilómetros.

–A nosotros no nos graban, que no nos conocen”, bromeó Ramilo con Megre.

Sí apareció en las imágenes servidas a los medios. Tan bien compitió que un juez se incautó del reloj digital de su copiloto. Está prohibido para evitar instrucciones externas pero con los participantes modestos suelen ser indulgentes. “Otro piropo”, interpreta. El mal salto de una duna le rompió un palier, pero llegó satisfecho.

Su aventura concluiría poco después. En la etapa maratón acabó dando vueltas de campana tras rodar por una ‘yerba de camello’, pequeñas praderas que pueden ocultar terrenos traicioneros. Tras intentar continuar con el chasis retorcido y medio hilvanado con bridas, Megre se olvidó de ponerle la tapa al radiador y el motor reventó definitivamente. Habían completado 4.000 kilómetros.

“Cada día aprendo más e intento cuidar el buggy. Pero es difícil acabar salvo que vayas de paseo y yo llevo 40 años corriendo contra el crono. Me tendría que cambiar la cabeza”, asume. “Si todo va bien, volveré el año que viene con mochilero propio”.

Ramilo, tras reparar su buggy, viajó a Yeda para asistir a la entrega de premios. Quería establecer contactos de cara a 2024. El catering al aire libre estaba abarrotado. Se sentó junto a media docena de personas. En la mesa de al lado, solo, comía Xabier Blanco. No cruzaron palabra. Aunque Ramilo lo ha demandado, ya es para él un capítulo cerrado.

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