Ya ha emprendido Roberto López el largo viaje de regreso a casa desde Katmandú. Cruzará el planeta a lo largo con la misma satisfacción que a lo alto. El alpinista lucense afincado en Vigo ha conquistado las dos cimas del Himalaya que se había propuesto. Al Island Peak (6.189 metros) le ha seguido el Ama Dablam (6.812). Una segunda gesta de especial dificultad técnica. La montaña más bella del mundo le ha insinuado también sus peligros. Los salvó el miembro del Xistra, que aún tuvo tiempo de ayudar a mejorar la vida de tres niños nepalíes. Solidaridad entre las nubes.

La visita al techo del mundo resultaba inevitable tras sus numerosas conquistas en diferentes latitudes. Mont Blanc (4.810), McKinley (6.190), Kilimanjaro (5.895), Pico Lenín (7.134), Pequeño Alpamayo (5.410), Condoriri (5.648), Huayna Potosí (6.090), Sajama (6.542), Chimborazo (6.268), Aconcagua (6.960), Ojos del Salado (6.891), Huascarán (6.768) y Khan Tengri (7.010) lo habían preparado para la aventura. El Island Peak, relativamente sencillo, le valió de aclimatación. Se le rindió hace diez días.

A esa primera ascensión debía acompañarle otra montañista del Xistra. Debió desistir por culpa de un proceso gripal. Roberto López viajó con ella a Katmandú y posteriormente se desplazó hasta el campo base del Ama Dablan, situado ya a 4.600 metros de altura. Ubicado en una gran llanura y bien aprovisionado, López aguardó allí durante tres días a que amainasen los vientos de 65 kilómetros por hora, que reducían la sensación térmica a -30 grados.

El temporal se serenó y el gallego inició la subida al campo 1 (5.600). Aunque el terreno era fácil, a la pronunciada pendiente se le sumaba el peso del equipo. López había empacado en su mochila botas especiales, ropa de abrigo, crampones, guantes y material de escalada con el que sobrevivir en las alturas. El valle lo recibió envuelto en niebla.

Roberto López, en plena ascensión.

Roberto López, en plena ascensión.

Partió al día siguiente hacia el campo 2 (6.000), asomado a las impresionantes vistas. López debía ir ya extremando las precauciones. Se han fijado cuerdas de ayuda, especialmente en la zona conocida como Yellow Tower, de gran verticalidad e incluso con pasos en extraplomo –superan los 90 grados de inclinación–, que exigen el uso de un ‘jumar’; un aparato en la cuerda al que el alpinista se puede agarrar. “Esta torre tiene cientos de metros al vacío. La verdad es que impresiona. Hay gente que se da la vuelta. Yo la subí bastante bien. Cuanto más rápido, menos expuesto estás y menos te fatigas”, relata.

López pudo reponer fuerzas en el campo 2. Se sintió confiado y decidió continuar hacia el 3 (6.300), relativamente próximo, sin pernoctar. Avanzó cautelosamente sobre hielo y roca. Y finalmente alcanzó el C3. A la madrugada siguiente tocaba el asalto final.

Uno de los pequeños templos ubicados en las montañas nepalíes.

No pudo dormir bien. El viento azotó la tienda durante toda la noche. Aunque había previsto salir hacia la cima a las 4.00, lo aplazó dos horas. “No hubo ni un metro de tregua en la ascensión”, resume. De las diez personas que habían planeado hacer cima ese día, solo él y otra se atrevieron. Batallando paso a paso, Roberto domesticó al Ama Dablan, que le regaló la contemplación cercana de otros colosos como el Everest, el Lhotse, el Nuptse o su ya conocido Island Peak. Fueron veinte minutos de gozo antes de descender. La bajada suele presentar mayores peligros pero él y su improvisado socio alcanzaron el C3 sin mayores contratiempos.

Roberto López, que en el Island Peak enarboló la bandera gallega del Xistra, eligió esta vez la de Altran; la empresa de ingeniería y tecnología en la que trabaja y cuya fundación ha financiado varias de sus expediciones. El nombre de Altran se diluye en el del grupo Capgemini: “Como no tengo la nueva bandera, fue un homenaje a esta por última vez”. Con Altran desarrolló varias acciones solidarias en Sudamérica. Y Roberto López también ha querido dejar su huella humana en Nepal.

Roberto López posa en la cumbre con la bandera de Altran.

Aprovechando que tenía dos días de espera antes de emprender el viaje de regreso, López puso en marcha campañas de ayuda mediante bizum. “Y fue un éxito, la verdad”. Los donativos recaudados contribuirán a escolarizar a Yangjum Sherpa, una niña de 3 años. Su padre, porteador, apenas ha trabajado desde la pandemia. “Esto será un gran alivio para esta familia”, destaca.

Bijaya Gurung es otro beneficiado: un niño de 9 años que se lesionó hace cuatro a raíz de una caída. Sufre hemiplejia. El padre ha abandonado el trabajo para cuidarlo. Para él y para otro niño con paralisis cerebral bilateral desde su nacimiento se han conseguido fondos que financiarán cuatro meses de terapia y rehabilitación.