Quique Setién fue uno de los muchos profesionales que a finales de los años noventa, recién retirados, se subieron al carro del fútbol playa para matar el tiempo, hacer ejercicio y pegarse interesantes viajes por medio mundo junto a compañeros del oficio. España formó una selección por la que asomaron jugadores como Gordillo, Butragueño, Salinas, Gorriz, Michel o el propio Setién. Un día jugaron un amistoso contra un grupo de chavales y se estrellaron contra un rubio de pelo largo que les marcó tres goles y volvió completamente locos.

Hacía cosas inimaginables, chilenas imposibles y remates en cualquier posición. Ramiro Amarelle era su nombre. Un coruñés que había jugado en las categorías inferiores del Deportivo y había encontrado su vocación en el fútbol playa. Aquella selección española, impactada ante semejante revelación, incorporó de inmediato a Amarelle que de repente se vio viajando por el mundo en compañía de futbolistas a los que había visto jugar desde que era niño. Toda una experiencia.

De aquellos años en la selección de fútbol playa, que sirvieron a Amarelle para convertirse en el mejor jugador del mundo de la especialidad, surgió una inmediata relación entre Quique Setién y Amarelle. Había veinte años de diferencia entre ambos (el gallego tenía diecinueve cuando se sumó al equipo) pero les unían muchas cosas. Especialmente la pasión por el fútbol y por ajedrez. Pasaban horas jugando y conversando. Setién fue uno de los que animó a Amarelle a formarse como entrenador al tiempo que jugaba al fútbol playa y cuando asumió el cargo de director general en el Racing de Santander en el año 2002 reclutó a Amarelle para trabajar en la cantera, mientras en verano seguía engordando la cuenta de distinciones personales y títulos para la selección española que ya habían abandonado todos aquellos exinternacionales.

Las vidas profesionales de ambos siguieron caminos diferentes: Setién entrenó en diferentes clubes mientras el gallego se especializaba en el trabajo con las categorías inferiores y en seguir difundiendo y enseñando a jugar al fútbol playa. El contacto jamás lo perdieron, se veían con frecuencia para rememorar sus viejos duelos sobre el tablero de ajedrez en las concentraciones que compartían con la selecció de fútbol playa.

Esta semana Quique Setién ha aterrizado en Villarreal para asumir el cargo que deja libre Emery. El cántabro no podía contar como segundo con Eder Sarabia, pareja de baile en su reciente etapa en el Barcelona, porque ahora mismo está entrenando al Andorra en Segunda. Y pensó en Amarelle, a quien tenía previsto ir a visitar esta semana a Dubai, donde el gallego dirige una escuela de fútbol playa. Y quien hizo el viaje en sentido contrario fue Amarelle que aceptó el ofrecimiento de Setién y en las próximas horas está previsto que llegue a Villarreal para incorporarse al grupo de trabajo del cántabro y continuar con la relación que se inició en una playa, el día en que un terremoto rubio se puso a dibujar delante de él remates imposibles.