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El desafío de la belleza

Roberto López quiere coronar el Ama Dablam, considerada la “montaña más bonita del mundo” a la vez que un reto técnico, en su primera expedición al Himalaya

Roberto López, durante su expedición al Khan Tengri, en Kirguistán, en 2021. Cedida

“Un hombre o una mujer es el que sale de viaje y otro el que regresa”, declama Sebastián Álvaro mirando a cámara. Presenta el reportaje que “Al filo de lo imposible” dedica al Ama Dablam. “Durante muchos años de andar por los caminos del Himalaya siempre hemos guardado en el corazón un lugar de privilegio para esta montaña, más soberbia y majestuosa que el propio Everest”. Carlos Soria, otra leyenda del alpinismo español, la describe: “Es la montaña más bonita del mundo”. Roberto López, lucense afincado en Vigo, comprobará pronto en persona esas historias de “dioses y leyendas, de misterio, de fracaso” que Álvaro promete. A Roberto le aguarda la belleza.

Afronta este reto en su madurez como alpinista. En su currículo figuran alturas y latitudes diversas: Mont Blanc (4.810), McKinley (6.190), Kilimanjaro (5.895), Pico Lenín (7.134)... Durante varios años se centró en las cimas andinas. Sus botas han hollado Pequeño Alpamayo (5.410), Condoriri (5.648), Huayna Potosí (6.090), Sajama (6.542), Chimborazo (6.268) o Huascarán (6.768). En 2021 se trasladó a Asia, a Kirguistán, para conquistar el Khan Tengri (7.010). Su última hazaña hasta el momento.

Suelo realizar una expedición al año. No me da para más. Hay que juntar casi todas las vacaciones. En Kirguistán me pasé un mes. No soy un Jesús Calleja, no puedo dedicarme a esto”, explica de sus ritmos. Ha desarrollado una especie de ciclo vital propio. Pequeños viajes por la península lo mantienen en forma mientras va diseñando la siguiente aventura. La acumulación de trabajo durante el verano le obligó esta vez a buscar destino en otoño. “Como en Sudamérica ya he hecho casi todo lo que me interesa, me puse a investigar por otro lado”.

Surgió así el nombre que en realidad resulta inevitable y cuya ausencia en su historial casi le reclamaba a gritos: Nepal. El techo del mundo se ofrece viable entre abril y mayo, antes del monzón y también tras él, ya entre septiembre y octubre. Todo sujeto a la meteorología y a las condiciones de cada montaña. ¿Pero con cuál entre los colosos nepalíes debía atreverse?

El alpinista Roberto López. R.L.

Cuestión de financiación

Roberto nunca se ha planteado asaltar uno de los catorce ochomiles. La mística de la cifra dispara los costes. “Yo probaría. El problema es básicamente económico”, admite. “La Fundación Altrán me ha echado una mano algunas veces y figuro en un grupo de deportistas al que la Xunta da pequeñas ayudas, pero no suelo tener patrocinadores. Voy bastante por mi cuenta. No puedo hipotecarme para subir montañas. Ni se me pasa por la cabeza”. Un ocho mil exige entre 30.000 y 80.000 euros, en función de lo que se contrate. Roberto ha financiado la mayoría de sus ascensiones por apenas 3.000. “Esta cuesta un poquito más por la fama del Himalaya. Los precios han subido”.

Porque su meta no está lejos de esas otras cumbres tan conocidas. Los alpinistas, cuando se dirigen al Everest, se sienten observados por esa montaña estilizada y elegante, como una bailarina sobre la punta de sus zapatillas. “¿Quién, habiendo pasado tantas veces por el Valle del Khumbu, no ha dicho: ‘Algún día tengo que subirla’?”. Carlos Soria se refiere al Ama Dablam (6.812 metros); el “collar de la madre y de la perla”.

“Yo ya la conocía, lógicamente”, explica Roberto. “Todo el mundo habla de ella como una maravilla. Dicen que es la montaña más bonita del mundo”. Varios factores se conjugan en ese atractivo: “Su perfil destaca de lejos. Cuando realizas la aproximación de seis días hacia el Everest, lo primero que ves es el Ama Dablam como una aguja puntiaguda”, detalla. “Y en la ascensión vas todo de abajo a arriba una cresta, por un espolón, con vistas impresionantes a cada lado. No es como en otras montañas, en las que vas escondido por algún valle. En esta te encuentras expuesto”.

Ama Dablam.

Belleza y peligrosidad se retroalimentan. “Es una montaña compleja, con mucha pendiente, partes de escalada... Es durilla. Es como un K-2 en pequeño o como un Cervino en grande”, ejemplifica Roberto. “Como soy bastante lanzado, me decidí. Pero será seguro la escalada más técnica a la que me haya enfrentado. Del campo 1 al campo 2, por ejemplo, tiene pasos de escalada de quinto y sexto grado. Son muros verticales, de 90 grados. Aquí no puedes ponerte pies de gato. Montan cuerdas para ayudarte y que no te despeñes. He visto vídeos de gente realizando esfuerzos enormes para poder subir”.

Roberto, en una de sus expediciones. R.L.

La trampa final

El Ama Dablam no se deja seducir con facilidad, ni siquiera cuando ya crees acariciar su cima. “Es una pala final que pasas a la derecha de un serac enorme. Tienes que ir sobre hielo por una arista con mucha pendiente, de 70 grados. Una cosa es caminar sin más tirando hacia arriba, sobre todo si llevas oxígeno. Esta subida es muy exigente por la dificultad mantenida. Vas con crampones, con una cuerda, viendo bien cómo subes, dónde pones los pies... Esto también incrementa el desafío y supone un aliciente. La montaña te va a pedir esfuerzo y compromiso con ella”. El descenso no permitirá relajaciones. “No sabes si la cuerda que coges está enredada con otra o si se te va a enganchar un pie allí”, advierte Carlos Soria.

El alpinista en una de sus escaladas. R.L.

Roberto López saldrá de viaje el día 8 hacia Katmandú junto a otra compañera del Clube de Montaña Xistra. Desde la capital nepalí volarán a Lukla en avioneta. Iniciarán entonces el trekking de aproximación, de seis a siete días de duración. “Te vas aclimatando a la altura de una manera más o menos cómoda pasando por pueblos, puentes colgantes, todo esto que ves en las películas...”. Subirán el Island Peak, ya de 6.100 metros, también con rampas y paredes de hielo, pero más amable en general. Roberto se quedará ya entonces solo en su asalto al Ama Dablam.

“Entendemos perfectamente la atracción que llevó a los sherpas a hacerla su montaña. Pocas hay tan sagradas”, constata Sebastián Álvaro en su declaración de amor al Ama Dablam, enhiesto y orgulloso. Roberto López es el que sale de viaje. Colmado de belleza, otro será el que regrese.

AMA DABLAM: itinerario de la expedición

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