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VELA

Hijo del mar y del viento

El venezolano de origen gallego Diego Hervella ultima su proyecto para participar en la Mini Transat en 2023

Diego Hervella, en su embarcación, en su visita a Sanxenxo el pasado año. | // FDV

Con 15 años, y con ganas de libertad y aventura, Diego Hervella le pidió a su padre (que tenía un astillero) que le prestara su barco, de 9 metros, para cruzar el océano desde Venezuela para venirse a Galicia, a visitar a su familia paterna en Sada.

–¿Tú estás loco? ¿Cómo te voy a dejar el barco para irte solo a España? –le contestó.

–Pues si no me dejas el tuyo, me construiré uno y me iré –respondió Hervella.

Fue el origen de un sueño, de un proyecto de vida que, 23 años después, está a punto de ver la luz, porque Diego Hervella ya puede decir que su presencia en la Mini Transat 2023 es una realidad. “Ya no es un proyecto. Proyecto lo fue durante 23 años, desde que conocí el barco y me enamoré de él. Este año ya tengo las calificaciones hechas y ya estoy terminando con los trámites para poder inscribirme en diciembre”, confirma.

Finalmente, se vino a España con 19 años, para cursar sus estudios universitarios en Vigo. Mientras estudiaba Administración y Dirección de Empresas trabajó como instructor de vela para pagar sus estudios. Así, pudo participar en regatas de la talla de la Rías Baixas o el Conde de Gondomar. También pudo participar en el Campeonato de España con el Sun Fast 37 “Estela”, época en la que, además, hizo su primera travesía del Atlántico, en 2009, a bordo de“La Peregrina”.

Tras dejar sus estudios de ADE (“la carrera no me gustó nada”) decidió centrarse en su pasión por el mar, en todas sus vertientes, no solo la competitiva. Así, se sacó el título de patrón de altura y se enroló en el oceanográfico Sarmiento de Gamboa, en barcos de arrastre, pesca o palangre. “El mar es mi hogar”, afirma. Tras diez años en Vigo, donde además estudió en la Escuela Náutica Pesquera, se mudó a Francia, donde reside actualmente. En la Bretaña Francesa navegó en Le Biche, último atunero de curricán a vela de la isla de Groix, donde fue miembro activo del equipo restaurador.

En noviembre, además, formó parte de un proyecto FAO, a bordo del Adrien, con el que cruzó también el Atlántico con la misión de poner balizas medidoras de temperatura y salinidad.

Con esa vasta experiencia y con su pasión por el mar, está a punto de enrolarse en la mayor aventura de su vida: la Mini Transat, una regata trasatlántica que consiste en cruzar el Atlántico en solitario a bordo de un velero Mini (6,5 metros de eslora), sin ningún tipo de asistencia ni contacto con la tierra. Esta regata se desarrolla entre Francia y el Mar Caribe, con escala en las Islas Canarias. Serán más de 4.000 millas de travesía sin ningún tipo de comunicación con el continente y sin poder hacer uso de software de previsión meteorológica.

Hervella, un apasionado por las historias de “cazadores de monstruos del mar”, empezó a masticar el proyecto cuando se “enamoró” del barco. “Fue por una foto que vi por internet, descubrí un barco muy pequeño, muy potente, muy minimalista”, rememora. “Me llamaba también la aventura de navegar solo y, poco a poco, a lo largo de mi vida marítima fui acumulando experiencias, pero la que me faltaba era esta, es la cumbre de mi proyecto marítimo: atravesar el Atlántico en solitario, con un barquito pequeño y con los medios que podía”, añade. “El mar es donde me gusta estar, donde he estado siempre y donde me siento bien, donde la energía fluye perfectamente. Quizá porque he estado siempre vinculado al mundo marítimo y he estado siempre navegando...”, dice tratando de buscar un motivo para su gran proyecto de vida.

Con todo el proceso de clasificación y de poner a punto su barco, no ha tenido tiempo de preguntarse qué va a ser lo más difícil a lo que se enfrente en esta travesía. “Me imagino que va a ser llegar del otro lado y ser el primer gallego, el primer venezolano, que consigue completarla. Así que llegar va a ser todo un éxito y si consigo hacerlo en buena posición, porque tengo un barco bastante competitivo, será mejor todavía”, proclama.

Llegar va a ser todo un éxito y si consigo hacerlo en buena posición, porque tengo un barco bastante competitivo, será mejor todavía

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También será un gran reto “la gestión de la parte humana”. “Estás solo en el medio del océano con tu barco. Para mí no hay valor si no hay miedo, pero hay una confianza que se crea también durante la fase de clasificación, con el barco, con el mar, se establece una comunicación, tu cuerpo se acostumbra y los miedos se manejan”, explica.

El barco es otro de los grandes protagonistas de la aventura. Una auténtica joya náutica, el Karen Liquid 198, un barco que ganó en dos ediciones la Mini Transat con el mismo patrón, que además fue su arquitecto. Casualidades del destino hicieron que fuera a parar a las manos de Hervella el pasado año. “En marzo del año pasado tuve la oportunidad de rescatarlo. Lo encontré por casualidad. Llevaba 7 años debajo de un árbol. Lo preparé y me lo llevé a Galicia para validar que ese sueño de niño era todavía un proyecto que valía la pena”, subraya. “Se lo enseñé a mis amigos y busqué apoyos en Galicia, pero sobre todo lo validé y atravesé el Golfo de Vizcaya, haciendo casi 1.000 millas con él; me encantó, me sentí muy bien a bordo y fue el impulso definitivo. Acabé de invertir en él comprando velas y otras piezas. Este año hice la cubierta y empecé a hacer regatas con el objetivo de clasificarme”, añade.

Es uno de los barcos más antiguos de la flota, pero cuenta con las últimas tecnologías, como una quilla telescópica, un mástil de ala, timones relevables o electrónica NKE. “Todas las aventuras que ha vivido y las transformaciones que ha tenido han hecho evolucionar mucho el barco y me han permitido ser tercero en una regata que hice en Barcelona. Hice un podio con el barco más viejo de la flota”, bromea.

El hangar que construyó para su embarcación. | // CEDIDA

Así que este año trató de asegurar sus regatas de clasificación, con la esperanza de encontrar un patrocinador que le permita añadir “el toque de sal y pimienta que se le pone a la aventura”, es decir, para poder ser competitivo. “Lo puedo hacer a modo aventura, con velas viejas, y sin apretar los cabos tanto como me gustaría para llegar al otro lado, pero con un patrocinador me gustaría hacerlo de forma competitiva”, destaca.

De este modo, cifra en unos 50.000 euros el presupuesto que necesita completar la fase final, que incluye el cambio de velas, la reposición de piezas ya viejas, la reparación de la quilla, cambiar la jarcia, gastos administrativos y de transporte o para hacer cursos de forma física y de sueño, que también se entrena para sobrellevar el turno de guardias que debe hacer a bordo del barco. A cambio, ofrece “publicidad en el casco y velas, participación a regatas A2, visibilidad nacional e internacional, team building y comunicación interna en la empresa con un proyecto federado”.

Siente “mariposas en la barriga” ante la proximidad de un proyecto que nació hace 23 años y que el próximo mes de diciembre se convertirá en una realidad cuando formalice por fin su inscripción en el Salón Náutico de París.

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