El repecho que lleva hasta el centro de Laguardia, en el corazón de la Rioja alavesa, es mejor subirlo pausadamente, mientras se visitan los bares del pueblo y se degusta el tempranillo. Hasta hay un ascensor en la localidad para no malgastar fuerzas. A nadie se le ocurriría ascender la cuesta al ritmo infernal de Primoz Roglic. Ya está de líder. Señoras y señores. Se acaba de asistir al acto uno del cuarto año del ciclista esloveno en la Vuelta.

¿Había dudas? ¿Tan grave estaba después del porrazo que se dio en los adoquines del Tour? En este deporte, como en el resto, todo el mundo esconde las cartas. Posiblemente nunca hubo dudas acerca de que el ciclista esloveno sería el líder del Jumbo y trataría de seguir la racha triunfal de su equipo después de ganar el Tour con Jonas Vingegaard. La forma demostrada ayer en Laguardia no se consigue con cuatro entrenamientos. No se gana de forma tan expresiva y tan superior cuando supuestamente no estaba claro si iba a venir.

Roglic ya viste en rojo, ya consigue hasta las bonificaciones. Y todo bien. Aquí corre cómodo, aquí tiene la suerte de cara, al contrario de lo que le sucede en el Tour, porque cuando se pierde una carrera que aparentemente se tiene ganada a un día de París, como le sucedió en 2020, es muy difícil volver a entrar en la dinámica victoriosa de la prueba.

La subida a Laguardia era explosiva y corta. Hace cinco años no hubiera habido dudas de quién habría sido el vencedor. Alejandro Valverde a los 42 años está en la Vuelta para disfrutar, recoger el cariño del público y hasta para que se recuerden triunfos suyos en cuestas similares, como cuando ganó a Peter Sagan en Vejer de la Frontera, en 2015.

Ahora el Movistar trabaja para un Enric Mas que se siente revivir en la Vuelta para dejar atrás los fantasmas que lo atascaron en el Tour. La cuesta de Laguardia constata que Mas está de vuelta y en la Vuelta, en la carrera donde se entiende mejor consigo mismo. Segundo en 2018 y el año pasado. Por primera vez en muchos meses el conjunto Movistar se pone al frente del pelotón, tira con José Joaquín Rojas, se ven los jerséis blancos que visten este año en homenaje precisamente a Valverde.

“Poco a poco”, repite tras cruzar la meta en tercera posición y alcanzar ya la 13ª plaza de la general. Pero sabe que ha hecho lo más importante que puede hacer un jefe de filas y es dar confianza a los gregarios.

La prueba celebra hoy la segunda etapa en Euskadi con una llegada a la Gran Vía de Bilbao, que servirá como ensayo de la primera meta del Tour 2023. El doble paso por el exigente alto del Vivero puede empezar a destapar las primeras debilidades en los aspirantes al maillot rojo; y, aunque no será fácil marcar diferencias, alguno ya puede quedar definitivamente descartado.