Cuando ayer por la noche, a mi regreso de una cafetería tras ver el Barça-Celta, mi esposa, Soli, me recordó que teníamos pendiente una invitación para una comida de unos amigos, le dije: “Sí, mañana o pasado llamo a Posada a ver qué día le vendría bien”. Después me diría: “Ya no tienes que llamar. Alfonso acaba de fallecer”. Me cayó como un jarro de agua no fría, sino helada.

Amigo Alfonso, tú fuiste como un segundo padre para mí. Quiero recordar primero tu vida profesional. Aún muy joven, a los 18 años, empezaste a trabajar como secretario particular de don Javier Sensat Curbera, fundador y propietario de la industria pesquera más importante de España en los años cincuenta y sesenta. En Casa Mar S.A. estuviste desde 1948 hasta tu jubilación en 1992, durante 44 años.

Ostentas un récord más importante en tu vida. Te casaste en el año 1950 con Mary González Khaimalis, de descendencia griega. Digo récord porque muy pocos alcanzan los 72 años de casados, tan bien avenidos y bien llevados como vosotros. Lo saben vuestros hijos: Fonsito, Isabel, Rosa Mary y David.

En el aspecto deportivo, qué quieres que te diga. Ejerciste como atleta a los 15 o 16 años, pero una grave lesión practicando los 400 metros vallas te impidió seguir. Luego, periodista, juez de atletismo, federativo, entrenador, dirigente de club y organizador durante toda tu vida.

Refundaste la sección de atletismo del R.C. Celta de Vigo en los años cincuenta. Presidiste el R.C. Celta desde que nos desligamos de la sociedad anónima del club. Entre 1960 y 2008 formaste a ocho olímpicos.

Has sido colaborador gratuito de FARO DE VIGO desde 1945, a la edad de 14 años, escribiendo de atletismo con el nombre de A. Posada o el pseudónimo de G. Reyes. También sobre natación en los cincuenta y sesenta.

A los 16 años te convertiste en el delegado más joven de una federación como responsable de la selección gallega de atletismo en los Campeonatos de España en pista celebrados en Barcelona en 1947.

Has recibido la insignia de oro y brillantes del R.C. Celta de Vigo y de la Federación Española de Atletismo, la insignia de oro de la Federación Gallega de Atletismo y del Círculo Mercantil como mecenas en distintos torneos de tenis. Y le has añadido la distinción especial de la Secretaría de Deportes de la Xunta de Galicia; el último trofeo, que te concedieron a ti, a tu esposa y a mí mismo, entre otros deportistas, durante la gran gala del atletismo gallego, con motivo de su 100º aniversario, celebrada en Lalín. Y lo más importante en lo personal: el nombramiento de vigués distinguido en 2001. También te han entregado la carabela de plata de FARO DE VIGO.

Forjador de olímpicos como Rogelio Rivas y yo mismo; de campeones de España como Quinteiro, Viñas, Germade, Alfonso, Paradita, Becerra y Lores entre otros. Y no olvides que fuiste tú quien presentó a Javier Álvarez Salgado a su entrenador, Alfonso Ortega.

Yo valoro especialmente nuestra larga amistad. Estaba recién casado en 1962. El año anterior había dejado el atletismo a causa de una grave lesión. Me llamaste para que fuera a tu casa en Urzaiz y después de tres horas de conversación me convenciste de que volviese a entrenar. Yo no quería regresar con Luis Miró por cuestiones personales. Me dijiste entonces que me entrenarías tú. En febrero empecé contigo. A los seis meses me proclamaba campeón de España de 10.000 metros detrás de Mariano Haro.

Aquel día logré el puesto para los primeros Juegos Iberoamericanos, que se iban a celebrar en Madrid. Allí gané la medalla de bronce. ¿Te acuerdas del regreso a casa, en tu modesto SEAT 600? Tu esposa, Mary, de piloto; tú, de copiloto; detrás, tu madre, Rosa; mi esposa, Soli, embaraza de ocho meses. Y yo, junto con cuatro maletas, en la baca del utilitario. Salimos de madrugada y llegamos a Vigo muy anochecido, por aquellas viejas carreteras… Pero llegamos.

¿Y recuerdas aquellos viajes con el “Lanzallamas”, como llamábamos al autobús del R.C. Celta? Lo habían donado los emigrantes gallegos al club. Al volante del mismo siempre iba el fallecido Cameselle. Qué viajes por aquellas carreteras de A Coruña, Oviedo, Santander, Bilbao, San Sebastián, Madrid, Toledo, Zaragoza y Barcelona. Aunque sin aire acondicionado, qué bien lo pasábamos y qué contento te ponías. Cómo disfrutaste cuando quedamos campeones de España de cross en Madrid y cuando íbamos a los Europeos en Bruselas y Luxemburgo. Cómo disfrutaste también de aquellos Campeonatos de Europa en pista de Budapest. Aún me lo recordabas hace tan solo quince días.

Cuando me toque a mí, y me llamen del más allá, no olvides que en el cielo, si es que existe, tenemos una comida pendiente. Y que nos quiten lo bailado.

*Atleta olímpico en Roma 1960, México 1968 y Munich 1972