No estaba el bigote de Del Bosque por el banquillo, ni Villa se asomaba al área para golear ni Xavi andaba con la batuta por el campo, pero Luis Enrique y sus chicos cogieron la máquina del tiempo para emular a aquella selección que masacró a Bélgica en 2009 camino de Sudáfrica para así invocar a la suerte a unos meses de Catar. La víctima, el juguete roto fue una Islandia menor, a años luz de aquel equipo de hace cuatro años. Si para ganar un Mundial hace falta grandes futbolistas, un modelo de juego y volver sobre los pasos del éxito para llamar a la suerte, España está calcando el plan.
Ni un minuto e Islandia ya había demostrado que no era Albania. Mucho peor. Luce sus últimas participaciones con lustre en la Eurocopa y en el Mundial, pero este equipo dista mucho del que enamoró en el césped y, sobre todo en las gradas, por su relato. Luis Enrique vaciaba su equipo para volver a llenarlo. Diez novedades en el once para repartir oportunidades entre meritorios y habituales y renovar el hambre, ahora que hay que ir cargando de razones al seleccionador para viajar a Catar en unos meses.
Fue un monólogo de España. Avasalladora, como ya se esperaba, se agarró a la pelota y quiso buscar continuos cambios de ritmo en los últimos metros para desactivar el intenso repliegue del equipo islandés, aunque tampoco quiso que fuese una masacre.