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Alpinismo

El Grial del alpinismo

Sebastián Álvaro diserta hoy en el auditorio municipal de Vigo sobre “Everest: el enigma de Irvine y Mallory”

Irvine y Mallory. TVE

A George Mallory y Andrew Irvine los vio por última vez desde el campamento su compañero Noel Odell el 8 de junio de 1924. Apenas dos motas negras en su telescopio sobre el blanco eterno del Everest, encarando la parte final de la ascensión. Jamás descendieron. Conrad Anker descubrió el cuerpo de Mallory el 1 de mayo de 1999, a 521 metros de la cumbre. Irvine permanece en paradero desconocido. ¿Alcanzaron ellos el techo de la Tierra 29 años antes que Edmund Hillary y Tenzing Norgay? Sebastián Álvaro, expedicionario de leyenda, alma del programa televisivo “Al filo de lo imposible”, diserta hoy en Vigo sobre el gran enigma del alpinismo mundial. Ya anticipa que en realidad poco importa la respuesta. Si su muerte supuso un fracaso, ninguno tan fértil.

Álvaro abre el I Ciclo de Montaña, Medio Ambiente e Cambio Climático que organizan el Club Peña Trevinca y la Universidade de Vigo de hoy al jueves, siempre a las 20.00, en el auditorio municipal de Praza do Rei. “Oceános: el misterio del plástico desaparecido”, con Ricardo Beiras, y “Tras las huellas del pasado”, con Emilio Fernández, serán las charlas que seguirán a “Everest: el enigma de Irvine y Mallory”.

Confiesa de antemano Sebastián Álvaro –ha relatado aquella expedición– que el interrogante de si Mallory e Irvine coronaron el Everest no posee solución: “Lo más probable es que nunca tengamos una prueba, con absoluta certeza, de que llegaron a la cumbre”. Saber que sí pudo suceder es ya un avance. “En el libro reivindico la memoria de esta gente. La idea mayoritaria era que no tuvieron ninguna posibilidad de subir a la cumbre. Hoy en día sabemos que eso es falso. Intento demostrar que tuvieron capacidades y posibilidades de llegar. Si esa hipótesis fuese cierta, habría que reescribir la historia del alpinismo”.

Un cadáver y una cámara

Los restos de Mallory no han ayudado a dilucidar si fallecieron subiendo o bajando. La cámara que portaba Irvine debería haber retratado la gesta. Kodak ha asegurado que el carrete podría haberse conservado. Es el Grial del alpinismo. Y como tal, Álvaro cree más en su búsqueda que en su hallazgo: “Es altamente improbable. El cadáver de Irvine sí que se va a encontrar algún día. Que lleve la cámara encima es más difícil. Sufrieron una caída que provocó la muerte de Mallory. Como iban atados a una cuerda, porque está la cuerda rota, es probable que en esa caída Irvine perdiese la cámara o que del golpe se abriese. Ha pasado un siglo. Ha podido entrar agua, velarse el negativo...”.

Podría debatirse incluso si conviene una verdad irrefutable. El misterio ha desatado la fantasía y alimentado vocaciones. “Yo no necesito una prueba palpable de que Irvine y Mallory subieron a la cumbre para saber que aquellos exploradores británicos de comienzos del siglo XX nos legaron un mundo con más conocimiento y más amable, en el que hoy en día vivimos”, reflexiona Álvaro, que no oculta su fascinación por estos personajes jóvenes (37 y 22 años), atractivos, valientes, idealistas.

“Sobre todo Mallory da para una película o un libro. El mío se centra mucho más en la cuestión alpinística. Mallory es un socialista fabiano, que está poniendo en cuestión la rígida moral victoriana. Es un tipo muy alejado de los ideales nacionalistas del imperio británico. A pesar de todo eso, participa de la grandeza cultural y alpinística de ese imperio en su momento más álgido. Extiende su afán conquistador, pero antes de eso exploratorio a grandes parcelas del planeta. Es lo que se da en llamar el Tercer Polo: los Himalayas, el Everest, buena parte de Asia Central, con sus grandes desiertos y sus grandes montañas”.

Poco que ver aquel espíritu con el de las cordadas multitudinarias, como colas de supermercado, que ha sufrido el Everest en los últimos años. “Es la corrupción de una idea”, denuncia Álvaro. “Asistimos al turismo de unas agencias básicamente nepalíes, aunque participan otras, que se han adueñado del Everest. Lo están haciendo de forma ilegal, saltándose la normativa que protege el Parque Nacional de Sagarmatha. Colocar a 1.500 personas sobre un glaciar, contaminarlo, dejar toneladas de basura, a 8.000 metros, repugna mi conciencia. Es de los ataques medioambientales más serios que se están produciendo. Tiene que ver con dos cosas que detesto, la codicia y la corrupción”. Lo opuesto a lo que ama, encarnado en la expedición de 1924.

Luchar y comprender

–Porque está ahí –respondía Mallory cuando le preguntaban por qué quería escalar el Everest.

“De esa frase no tenemos constancia”, advierte Álvaro. “Pero hay una que sí escribió: ‘Luchar y comprender, nunca lo uno sin lo otro’. De eso somos herederos, desde luego mi generación y desde luego ‘Al filo de lo imposible’. Lo importante no es tanto la cumbre de una montaña sino el camino, la gente con la que compartes emociones de una profundidad que en la vida cotidiana, en las ciudades, no se puede conseguir. Lo que cuenta es luchar, comprender y enriquecerte. Precisamente por eso que quizá haya una prueba de que pisaran la cumbre del Everest en realidad aporta poco a eso. Ya lo hicieron”, dice de aquello que también fue la búsqueda del Grial: “Lucharon hasta dejarse la vida”.

Sebastián Álvaro, con su libro "1924. Everest, el enigma de Irvine y Mallory". FERNANDO RODRIGUEZ

"'Al filo de lo imposible' nos hizo un país más civilizado"

Sebastián Álvaro

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–¿Quedan aventuras por emprender en el planeta?

–Todo aquel aventurero, chico o chica, con ansias de salir fuera a explorar tiene mucho todavía por hacer. En una mirada global, todavía no conocemos los fondos marinos. No conocemos buena parte de las grandes selvas de la Tierra. Incluso en el Himalaya hay todavía valles que no están bien puestos en los mapas. Rudyard Kipling tenía una frase: “En definitiva solo hay dos clases de hombres, los que se quedan en casa y los que salen ahí fuera”. Animo a los chavales apasionados a que salgan ahí fuera. Tienen un gran terreno de aventura.

–Imagino que en sus viajes por España recolecta el cariño de varias generaciones que han vivido esas aventuras de forma vicaria a través de “Al filo de lo imposible”.

–Soy un hombre afortunado. Primero, por estar vivo y tomar conciencia de lo que significa estar vivo; por todo aquello que viví, los amigos y los amores con los que compartí emociones de una intensidad estupenda. Y además porque “Al filo” sirvió para cambiar buena parte de la mentalidad de los ciudadanos españoles. Nos hizo un país más civilizado en nuestra relación con la naturaleza y el mundo en que vivimos. “Al filo de lo imposible” y “El hombre y la Tierra” fueron programas de aquella televisión pública que era tan buena, hoy en día no existe, que hicieron de España un país mucho más civilizado. Cuando voy caminando por la sierra de Madrid, o en Katmandú o en Islamabad, hay gente que viene a decirme: “Yo empecé a hacer montaña con vosotros. Amo las montañas. Estoy transmitiendo este cariño a mis hijos”. Eso es desde luego la mayor felicidad y el mejor reconocimiento de nuestro trabajo.

Miembros de "Al filo de lo imposible", en 2000, antes de intentar emular la expedición de 1924 en las mismas condiciones materiales. Manuel H. de León

–¿Y a usted, tras 200 expediciones, le queda alguna por cumplir con especial anhelo?

–Un montón de ellas. Parto dentro de unos días a una parte del desierto iraní en el lado este, en esa frontera tan conflictiva con Afganistán y Pakistán, que no conozco, a estudiar qué podríamos hacer allí a nivel de exploración. Me voy al Himalaya inmediatamente, estoy en Madrid una semana y me voy al norte de Pakistán con un proyecto de ayuda humanitaria. Y luego tengo dos expediciones a Tierra de Fuego para el proyecto del quinto centenario de la vuelta al mundo de Magallanes y Elcano. Tengo mucho trabajo por delante.

–¿Su opinión sobre el alpinismo gallego?

–Tuve mucha relación desde el principio con un amigo que murió en un desgraciado accidente en el Manaslu, Santiago Suárez Alonso. He compartido viajes y expediciones con Finuco Martínez y otros. Ahora mismo en Galicia y toda España tenemos gente más fuerte que nunca, más preparada, con planes de entrenamiento. Falta espíritu de aventura, de meterse en historias de gran incertidumbre, en las que no sabes si vas a triunfar pero que merecen la pena. Espero que en los próximos años los grandes alpinistas se decidan a hacer cosas nuevas en las Torres del Trango, la pared suroeste del K-2 o en el Makalu, por ejemplo.

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