Miguel Méndez cumplió 55 años el miércoles entre Ekaterimburgo, Dubái y Fráncfort. Aniversario amargo, de salas de espera y mostradores de trasbordo, arrastrado por las conmociones de la época. El entrenador vigués ha abandonado el Ekaterinburg, con el que ha reinado en el baloncesto femenino europeo desde 2018. Uno más en la riada de occidentales que se están marchando de Rusia. Él y Nacho Martínez, su inseparable ayudante, se han adherido a la decisión de las jugadoras extranjeras del equipo. Aunque alejados del frente bélico en Ucrania, el estrangulamiento de las comunicaciones aéreas lo aconsejaba. La situación contractual de Méndez, que había renovado hasta 2023, compatibilizándolo con su cargo de seleccionador nacional hasta los Juegos de 2024, queda en el aire.

Méndez llegó ayer a Vigo. Ignora qué le deparará el futuro. Pasea por la playa de Patos, escenario predilecto de su reposo, mientras intenta digerir lo que ha sucedido. “Ahora mismo lo que me preocupa es qué puede suponer para mi ‘familia’ rusa. Y para la gente de Ucrania. He entrenado a ucranianas y tengo conocidos allí. Estaré pendiente como cualquier otro. Nadie en el mundo puede estar a favor de esto”, comenta. De lo propio añade: “Aparte del cansancio físico de los últimos días a causa de la tensión y el estrés, mentalmente es una situación que debo afrontar, nunca la había vivido antes y no sé cómo hacerlo. Me tranquilizaré y trataré de actuar como siempre he hecho, con la mayor naturalidad posible. Todo el globo terráqueo intenta masticar esto”.

La invasión de Ucrania se desata el jueves de la semana pasada. Nadie puede predecir exactamente el alcance de la operación rusa, su duración y sus consecuencias. No es fácil imaginarlo en Ekaterimburgo, ciudad recostada sobre los Urales, en la cesura entre Europa y Asia, a casi 3.000 kilómetros de Ucrania. “Allí hay cero problemas de seguridad. La vida sigue. Todo está abierto. Nosotros tratamos de seguir haciendo nuestro trabajo. Obviamente nos preocupamos una vez empezó la guerra. Como deportistas, estamos al margen de un conflicto político. Claro que sabemos lo que está pasando y no estamos a favor. Como sucedió durante la pandemia, no nos quejamos de nuestra situación”, describe Méndez. El UMMC Ekaterinburg, líder invicto del torneo doméstico, se desplaza a Orenburg el domingo. Gana por 50-88 y retorna a casa.

El lunes “se precipita todo con rapidez”, anticipa Méndez. La plantilla del UMMC Ekaterinburg es la más prestigiosa a nivel FIBA. Incluye a las estadounidenses Allie Quigley, Breanna Stuart, Alexandria Bentley, Brittney Griner y Courtney Vandersloot, la bahameña Jonquel Jones, la belga Emma Meesseman y la española Alba Torrens. Todas se reúnen para estudiar la situación. El Departamento de Estado americano ha recomendado a sus nacionales abandonar el país. El Ministerio de Asuntos Exteriores de España se ha manifestado en igual sentido, aunque la embajada española en Moscú aún no ha recibido esa instrucción y transmite serenidad. “La recomendación de dejar Rusia es por los vuelos; no porque se prevea una escalada, aunque obviamente pueda pasar cualquier cosa”, matiza Méndez. “Al cerrar espacios aéreos, la salida es cada vez más complicada”.

Las represalias deportivas son otro factor a considerar. FIBA todavía no ha ordenado en ese momento la expulsión de Rusia de sus competiciones, pero la exclusión de la Euroliga, que se concretará el miércoles, se antoja inminente. Las extranjeras optan por irse en bloque. Miguel Méndez y Nacho Martínez ignoran la reunión, que se está desarrollando cerca del restaurante donde ambos comen. Las jugadoras reclaman la presencia del cuerpo técnico y del director general, Maxim Ryabkov. Méndez y Martínez llegan antes, les informan y responden con rapidez: “En el momento en que las extranjeras deciden salir tomamos la decisión de salir también”.

Maxim Ryabkov se encuentra así una postura unánime. El ejecutivo pide a todos que aguarden al vicepresidente, Igor Kudrinski, la máxima autoridad a efectos prácticos. Kudrinski está en Moscú reunido con el presidente de la federación rusa, Andrei Kirilenko. Kudrinski aterriza cuando anochece. El duelo de cuartos de final de la Euroliga contra el Kursk se mantiene de momento. Se muestra comprensivo, sin embargo. Apoya que cada uno decida en función de las recomendaciones de sus gobiernos.

–El equipo seguirá adelante con las jugadoras que se queden –anuncia Ryabkov.

Todos se mantienen firmes. Méndez agradece la generosidad de la directiva. “Se pusieron a nuestro servicio. El vicepresidente nos ofrecía seguir hasta el final. Nos intentaron dar tranquilidad. Pero ya habíamos tomado la decisión. En el tema del cobro no se pueden realizar transferencias de un país a otro. Nos dijeron que entraría en vigor solo con algunos bancos. Se ofrecieron a pagarnos toda la temporada por si eso empeoraba”.

Buscando vuelos

Aunque se considera emplear el avión privado del club para facilitar algunos desplazamientos y se descarta, el club gestiona los billetes. No resulta sencillo. La combinación habitual incluye la conexión Moscú-Estambul. Alguna estadounidense la emplea. En los aeropuertos moscovitas se ha desatado el caos. Solo hay billetes a España con Aeroflot, con lo que supone ahora mismo emplear una compañía rusa. Los retrasos se multiplican. Méndez, Martínez y Torrens se decantan por el vuelo directo que cada miércoles enlaza Ekaterimburgo con Dubái. Y desde allí, a Fráncfort y Madrid, donde sus caminos se separan. Ninguno sabe hasta cuándo o incluso si, a nivel de club, es para siempre.

"No sigo siendo entrenador del Ekaterinburg porque he roto unilateralmente el contrato”, asume Méndez, cuya relación con la directiva ha sido siempre fluida y cálida. En verano había renovado hasta 2023. “Seguiré siendo entrenador del Ekaterinburg si estoy allí. Una vez que me he ido… No sé cómo quedará eso. A partir de aquí trabajarán los agentes. Hablaremos”.

“Para una parte de mi mente es difícil aceptar esto”, confiesa. “Creo que es lo que teníamos que hacer. Actuamos aconsejados por nuestro ministerio. El COE y la Federación Española de Baloncesto, con Jorge Garbajosa y José Ignacio Hernández, han estado en contacto con nosotros, dándonos apoyo”, agradece.

Miguel Méndez piensa en los afectos que ha dejado atrás: “Otros hablarán de los generales que están dirigiendo la guerra o los políticos que manejan el país. Ni entro ni salgo. Puedo hablar de mi experiencia en Rusia a partir de mis relaciones humanas. Si me preguntan cómo es la gente, puedo hablar de lo que yo conozco; de mi familia rusa, mis ayudantes, mi traductora, mi chófer, de los que trabajan directamente conmigo. Son nuestro universo”.

“Lo tendré que mascar y tragar estos días”

A Miguel Méndez, coleccionista voraz de títulos, le han detenido el galope en veintidós. Ganó Liga y Copa con el Celta; Copa con el Rivas; todos los títulos italianos varias veces con el Schio y a todos los rusos desde 2018, con el Ekaterinburg, le ha sumado las tres últimas Euroligas. Que posiblemente habrían sido ya cuatro si no se hubiese suspendido la de 2020 por el COVID. O que lo hubieran sido en abril próximo de no atravesarse el boicot. Méndez reconoce su pesadumbre: “Por la cabeza pasa de todo. Tuve la suerte de encontrar este contrato y de que entre todos construyésemos un equipo ganador, que juega bien a baloncesto, con un ambiente magnífico y unas relaciones humanas fantásticas. Podíamos estar años consiguiendo títulos. Una de las temporadas se suspendió por una pandemia; otra, por una guerra. Por el medio ganamos una Euroliga rara, con burbujas. Todo eso está en mi cabeza, aunque entiendo que contra una pandemia y una situación bélica no se puede luchar. Habíamos construido algo muy bonito que se ha torcido por causas ajenas”. El Ekaterinburg sí puede engordar su cuenta doméstica, aunque sin el vigués al frente. La liga rusa prosigue sin la mayoría de extranjeras. La fuga afecta también a Kursk y Orenburg, sus principales competidores. El entrenador del segundo equipo toma el mando. Dispone de cinco profesionales –una de ellas, lesionada–. A tres canteranas que ya se entrenaban en dinámica adultan se le sumarán otras tantas. “En mi mente mi equipo y parte de mis jugadoras, aunque sean minoría, están compitiendo y yo estoy aquí. Eso lo tendré que mascar y tragar estos días”, confiesa Méndez.