La pandemia, tragedia general, gradúa su impacto. En el fútbol, entre gente joven y vacunada, afecta mayormente en suspensiones según el protocolo. En el grupo gallego de la Tercera RFEF, ningún equipo se ha visto más perjudicado que el Juvenil de Ponteareas, que acumula tres partidos aplazados. Una molestia de serio calado bajo su apariencia menor. Al equipo, de jugadores amateurs, proletarios, se le multiplicarán los compromisos a mitad de semana. “Dificultades añadidas” para lograr la permanencia tras el ascenso de 2021, según resume su entrenador, Lino Estévez. Él contagia optimismo desde su propio ejemplo. El fútbol, que tanto le apasiona, jamás ha correspondido con generosidad; ni cuando pareció entregársele. Lino ha perseverado. Sus chicos comulgan con su discurso.

Lino predica desde sus cicatrices visibles e internas. Demasiadas para alguien que apenas cuenta 27 años. Natural de Salceda, recorrió toda la estructura del Caselas hasta alcanzar la Preferente. “Al salir de juveniles y entrar en séniors comenzó mi calvario. Me rompí el menisco. Luego estuve con la espalda pinzada varios meses”, relata en el inicio de su viacrucis.

El destino pareció arrepentirse y sonreírle cuando le surgió, a través de unos conocidos, la posibilidad de jugar y estudiar en Estados Unidos. Lo reclutó un college de Iowa. Cursó allí el primer año de lo que en España se homologaría como Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Una peripecia vital y académica atractiva; una experiencia futbolística terrrible. “Aprendí un montón”, resume. “Pero fue negativo en lesiones. Al mes y medio de llegar me rompí el hombro. Me operé allí. Al recuperarme, en el primer partido, me fracturé la clavícula del otro brazo. Decidí regresar”.

No habían concluido sus desgracias. Tras retomar su puesto en el Caselas, le diagnosticaron un osteocondroma; en esencia y en su caso, la dolencia se concreta en un crecimiento óseo anormal en la estructura de la zona posterior de la rodilla izquierda. “El hueso crece un poco hacia donde no debe”, ilustra. “Se me hincha la rodilla. Puedo disputar una pachanga y no me pasa nada. Pero si juego dos o tres días seguidos ya me molesta”.

–Se puede operar, pero es delicado. Tienen que entrar los vasculares. Si no vas a vivir del fútbol, es mejor que no te operes. Podrás hacer vida normal –recuerda Lino que le recomendó el cirujano.

–No te preocupes. Me retiro sin problemas –replicó de inmediato. Tenía 22 años.

“En el momento es complicado, te gusta jugar y lo llevas haciendo toda la vida”, matiza Lino sobre aquella respuesta. Cuando el sol calienta Pardellas y el aroma del césped le inunda los sentidos, cede al “gusanillo, al mono, a la adrenalina”, y se lía con sus futbolistas. Por edad, debiera ser uno entre ellos. Acepta que es su lenitivo. “Lo echas de menos. Pero cuando sucedió lo del ostecondroma, ya llevaba un par de temporadas dándole vueltas a dedicarme a entrenar. Me gustaba más. Me retiré de manera prematura por los problemas físicos, pero también por vocación”, asegura.

No es un consuelo que haya manufacturado para curarse el dolor. Su trayectoria prueba esa inclinación a la dirección y la pedagogía. Había dirigido en las escuelas deportivas de Caselas, en fútbol 8, y como tal continúa en la Escuela Denis Suárez, auspiciada por la fundación del centrocampista céltico. También entrenó a niños pequeños durante su estancia en Estados Unidos. Cuando colgó las botas en el Caselas, su entrenador, Jonás, lo reclamó enseguida como ayudante durante los meses que restaban de temporada.

Un mentor “espectacular”

Si el Caselas, en esta biografía, es su natura, el Juvenil irrumpe como ventura. Losada, director deportivo del club ponteareano, lo reclutó en 2018. “Me conocía de cuando yo era juvenil. Tenía afinidad conmigo”, explica. Le encomendó asistir al entrenador del primer equipo. “Di con alguien espectacular, Óscar Guimeráns, del que aprendí muchísimo”, celebra. Formando tándem, comandaron al Juvenil en el ascenso a Preferente. Después, Guimeráns, residente en Combarro, decidió aceptar la oferta del Umia por mejor intendencia. La directiva del Juvenil apostó por promocionar a Lino. “Tuvieron claro confiar en mí. Así fue la historia”, agradece.

Desde entonces ejerce como líder del Juvenil, en una etapa inevitablemente condicionada por el COVID. El equipo arrancó dubitativo en Preferente, aclimatándose a la categoría, y ya se había instalado en la zona media cuando la liga se suspendió en la 26ª jornada, en marzo de 2020. En la temporada 20-21 ascendió a Tercera RFEF en la remodelación de las categorías. Pero con una resolución agridulce. En el partido final, con solo nueve jugadores disponibles debido a los positivos, el Gran Peña se presentó para evitar una sanción administrativa, indignado con la exigencia federativa, pero sus jugadores se sentaron sobre el césped tras el pitido inicial. El Juvenil se limitó a marcar un gol. El partido se suspendió a los ocho minutos. “Creo que fuimos el mejor equipo de la categoría, pero el ascenso quedó descafeinado por cómo se dio”, lamenta Lino. “Nosotros nos mantuvimos al margen. Considero que hicimos lo que debíamos hacer, lo que haría todo el mundo y lo que dictaba el sentido común”.

El COVID se ha mantenido como un factor colateral pero ineludible en la trayectoria del Juvenil en Tercera RFEF. El grupo gallego incluye 17 integrantes. Todos los partidos de la 18ª jornada se han aplazado. Los equipos acumulan de esta manera entre uno y dos partidos aplazados. Salvo el Silva y el Juvenil, que tienen tres. Además de la visita al Estradense prevista para este domingo, se han cancelado otros dos viajes: precisamente a casa del Silva, previsto el 8 de diciembre, a causa de un positivo en las filas coruñesas, y a Arzúa. En este caso, ya se estaba cambiando el Juvenil en el vestuario de O Viso cuando se supo que cuatro jugadores y un técnico locales habían sufrido un accidente, que impedía disputar el choque, aunque a la postre de consecuencias leves. Trasladado al 12 de diciembre, el partido volvió a posponerse por positivos en la plantilla arzuana.

–Toca adaptarse. No nos queda otra –arenga Lino a sus hombres en el vestuario, ocultando sus pesares.

“Son circunstancias que pasan, entendibles, y no puedes hacer nada. Pero son cuatro partidos que preparas y no se juegan. Es la leche estar cambiando tanto el chip, con la incertidumbre de no saber si jugarás”, exclama Lino, que se preocupa sobre todo por los condicionantes laborales de muchos jugadores. “En Preferente, todos los equipos estábamos más o menos en igualdad de condiciones. La gran mayoría trabaja en mi plantilla. Varios se levantan a las ocho de la mañana, comen fuera de casa, llevan ya la mochila preparada, salen de trabajar y vienen corriendo a entrenar. En otros equipos de Tercera entrenan de mañana y todos viven de esto”.

Coincide que los tres partidos aplazados implican desplazamientos que superan la hora de trayecto. Lino ha pedido que esta 18ª jornada afectada se dispute a final de temporada o que corra el calendario. Necesita limitar los compromisos a mitad de semana. “Siete u ocho jugadores tienen que pedir favores. Los jefes pueden portarse bien un día o dos. Llegará el momento en que les dirán: ‘¿Qué es lo primero?’”, se resigna.

El Juvenil es duodécimo actualmente, con dos puntos de ventaja sobre el descenso y a once del play off de ascenso. Pero en una clasificación asimétrica, líquida. “Si conseguimos ganar los dos aplazados, estaríamos en una situación completamente diferente. Como le digo al equipo, tenemos que competir lo mejor que podamos y olvidarnos de la clasificación y de cosas que no podamos controlar.Es una categoría muy complicada”. Su mensaje se eleva hacia la conclusión, con el mismo espíritu que le llevó a superar tantas lesiones y a buscar, ante la definitiva, otro camino que lo inspirase: “Vamos a más. Somos un equipo muy joven, que siempre busca soluciones”.

“Circunstancias que pasan”