Un remate al poste con la punta de la bota, otro al larguero mediante una espectacular chilena y el tercero a la red. Sin el obstáculo de la madera ni la oposición de Manolo Reina, que resbaló al darse cuenta del error de su salida, Luuk de Jong marcó a la tercera. Con un magnífico cabezazo. Le costó al ariete neerlandés, pero se redimió a ojos de todo el barcelonismo, quien sabe si con suficiente tiempo para frenar su marcha del Barça. Luuk se rebeló frente a todos los epítetos que seguro que no ha leído para darle el triunfo al Barça más angustioso de los últimos años.

Angustioso porque ese equipo vestido de lila o de púrpura, tenía muy poca pinta de ser un Barça reconocible ni siquiera para su entrenador, que no quería jugar el partido. Lo salvó el fichaje emblemático de Ronald Koeman. Lo habría salvado Araújo, que entraba como un toro desde su nueva posición de lateral izquierdo. Lo salvó, al final, Marc André Ter Stegen con una parada descomunal. A un remate de volea de Costa que neutralizó con la fuerza de un brazo que mantuvo firme para sostener al equipo y asegurando los puntos que tantas veces se escaparon.

No lo evitó un Mallorca incapaz de aprovecharse de la representación azulgrana más débil al que se enfrentaba en la historia y que añadió dos debuts más (Álvaro Sanz y el juvenil Estanis) para subsanar los problemas físicos de Nico y Mingueza, que tuvieron que dejar el campo. Castigado, pero menos, por el COVID, el cuadro bermellón tuvo la blandura de los dos chutitos de Kang In del primer tiempo. Presionó en la segunda mitad al ver el resultado al alcance, alimentada su fe por los puntos que rebañaron los anteriores rivales del Barça.

No hubo espectáculo ni tampoco lo buscaba el Barça. Diezmadísimo, apedazado, con dos centrales de laterales y una delantera más propia de la visita copera a Linares del miércoles (Ilias, Luuk de Jong y Jutglà) que del reinicio de la Liga, prioridad absoluta colgando como está la clasificación para la Champions del año que viene.

Xavi se vio en el peor brete de su cortísima carrera técnica antes de empezar un partido. Tuvo que dibujar en Mallorca, el escenario de su debut con el primer equipo (18 años tenía), un Barça desfigurado, un Quasimodo monstruoso. Tan grotesco como el primer disparo, que fue de Luuk de Jong, dentro del área: un zurdazo que salió por la línea de banda. O que Gerard Piqué fuera el candidato a ejecutar una falta directa. Sorprendió hasta a su amigo Cesc Fàbregas, que tuiteó su estupefacción desde Mónaco. La belleza del Barça era interior…

Xavi debutó en Mallorca un día en el que solo faltaba Guardiola (y también Celades). Protegido entonces, anoche estaba expuesto, de pie en la banda, enseñando su obra, a fin de cuentas de la que no puede presumir. El equipo mantuvo las señas de identidad en su intencionalidad. Y por fin ganó.