En el 2003, meses antes de asomarse al palco del Camp Nou por vez primera, Joan Laporta escenificó su idea de proyecto deportivo en torno al círculo virtuoso, que tenía su base en la famosa T. El fichaje de tres jugadores “excelentes” que arroparan a dos “cracks mediáticos”, según la terminología laportiana de entonces, simbolizada luego en la contratación fallida de Beckham, atenuada por la decisiva aparición de Ronaldinho. Y Ferran Torres encaja en el perfil de “excelente futbolista sin la consideración de estrella” todavía.

Aunque Laporta, en su segunda etapa como presidente, sí que le confiere ese rango debido al precio (55 millones de euros más 10 en variables), que le traslada a tiempos de abundancia, más propios de el mercado prepandemia. Si Alves era una solución de emergencia para un problema coyuntural, Ferran Torres es un pilar estructural del proyecto de Laporta, que acude a la ventana invernal, evocando, tal vez, el recuerdo de aquel Davids que activó el círculo virtuoso hace casi dos décadas.

Será el primer gran fichaje. Una petición expresa de Xavi para reforzar su ataque, asumiendo el técnico que no es un goleador puro. Tampoco tiene dinero ni recursos el Barça para acometer operaciones tipo Mbappé, cada vez más dueño de su destino, cada vez más cerca del Madrid, o Haaland, el sueño de Laporta para convertirlo en el nuevo faro de su Barça.

A la espera de que llegue, pero ya en el próximo verano, ese crack mediático, siguiendo el plan urdido por Laporta y Mateu Alemany, el director de fútbol azulgrana, para huir de la crisis, Ferran es una excelente solución para Xavi. Ayer, el delantero valenciano, de 21 años, ya estuvo en Barcelona pasando una exhaustiva revisión médica. Primero en el Hospital de Barcelona, después en la ciudad deportiva del Barça. Ahora queda por arreglar problemas fiscales con su club y luego encajarlo en el límite del Barcelona.