Rafinha está atrapado en una jaula de oro, en ese vestuario del París Saint Germain donde los jugadores no convocados cada domingo (como él muchas semanas) tiene una ficha de cinco millones limpios por temporada. El dinero es un buen consuelo, pero a veces no alcanza a cubrir las necesidades básicas de un futbolista. Es el caso del brasileño que en las próximas horas cerrará su cesión a la Real Sociedad para jugar a las órdenes de Imanol los seis meses que restan de temporada y donde espera tener el protagonismo que tanto echa en falta.

El hijo pequeño de Mazinho llegará cedido a San Sebastián y sin opción de compra. No la quiere la Real Sociedad que en función de su rendimiento estos meses se replanteará otros escenarios. El PSG alivia en parte la masa salarial de una plantilla desatada desde el punto de vista financiero. La Real asumirá buena parte de los seis meses de ficha que restan de temporada.

Rafinha tratará en Anoeta de recuperar un protagonismo que desde que llegó al fútbol profesional en ningún sitio tuvo como en el Celta, club con el que mantiene el contacto de forma amistosa pero que está por completo fuera de su radar. Desde el año 2012 en el que irrumpió en el fútbol profesional sus mejores temporadas han sido con la camiseta celeste. No tuvo campaña como la 2013-14 en la que disputó 32 partidos de Liga que adornó con cuatro goles y cinco asistencias. Aquella temporada su subida de rendimiento fue determinante para que el Celta de Luis Enrique se soltara definitivamente.

Después de aquella experiencia Rafinha pasó tres temporadas y media en el Barcelona (veinticuatro partidos de Liga en la primera campaña fue su mejor bagaje en aquel tramo) y la otra media cedido en el Inter de Milán. Regresó a Barcelona donde pasó otra temporada casi en blanco (lesiones mediante) y en la temporada 2019-20 repitió el viaje hacia Vigo. Otra vez se sintió líder de algo a las órdenes de Óscar García aunque la experiencia resultó dramática por lo angustioso de pelear por la permanencia hasta el último día. Veintinueve partidos de Liga (cuatro goles y una asistencia) dejó para el recuerdo antes de que el Barcelona le enviara al París Saint Germain en condiciones muy ventajosas para el cuadro francés. Tanto que le acabaron firmaron un contrato deslumbrante. Jugó veintitrés partidos en la primera temporada (con una media algo inferior a los 60 minutos por partido) y en esta temporada su participación ha caído en picado. Solo cinco veces le ha alineado Pochettino. Lógico que quiera volar para aprovechar estos seis meses. En San Sebastián busca el aire que le falta en París, ese que no puede comprar por mucho dinero que gane.