Treinta y siete años han pasado desde que España y Francia jugaron su única final en un torneo de fútbol. Tradicionales enemigos en multitud de disciplinas deportivas donde han acumulado duelos capitales, el fútbol ha vivido ajeno a esa rivalidad. Se han cruzado en ocasiones importantes, pero solo una vez en el partido decisivo. Sucedió en la Eurocopa de 1984 que se jugó en Francia. En el Parque de los Príncipes la escuadra gala de Platini, Giresse, Tigana o Luis Fernández se cruzó con la sorprendente España que dirigida por Miguel Muñoz se había plantado en la final tras apear a Alemania y Dinamarca gracias a los goles de Maceda y sobre todo de las paradas, algunas sobrenaturales, de Luis María Arconada. El meta de la Real Sociedad, sin embargo, acabaría por convertirse en el triste protagonista de aquella final al encajar el primer gol en un error grave. Platini lanzó una falta en apariencia sencilla y el balón caprichosamente se le escurrió por debajo del cuerpo hasta entrar de forma tan mansa como traicionera en la portería. Un error que marcó al extraordinario portero vasco. Porque España ya no pudo encontrar solución a aquel partido que acabaría sentenciando en un contragolpe en el minuto 90 Bellone.

España y Francia no han vuelto a verse desde entonces en una final. Pese al importante peso que ambas selecciones han cobrado en el panorama internacional, sus duelos se han limitado a los cruces de Eurocopas y Mundiales en los que Francia siempre ha salido airosa. La Liga de las Naciones, extraño invento de la UEFA que ha cobrado brillantez con la disputa esta semana de sus semifinales, ha permitido el encuentro de estos vecinos, enemigos históricos.Para la actual campeona del mundo el duelo es una oportunidad de refrendar su estatus tras el tropiezo de la última Eurocopa; para España es la ocasión de alimentar la esperanza futura con un equipo joven en el que la gran estrella está sentada en el banquillo. La Francia pletórica contra la España que quiere volver a ser alguien en el concierto internacional. Un torneo nuevo, pero que ofrece un pedazo de gloria a equipos que sueñan con ella. Una buena oportunidad para ganar y también, aunque no sirva de mucho, desquitarse de aquella derrota de 1984 de una España modesta que soñó con un título que no parecía corresponderle.