Miguel Mártinez Méndez, ese laureado entrenador que sigue contando entre sus mayores glorias el torneo social del Mercantil que conquistó siendo niño junto a sus primos, ha subido un nuevo escalón. La Federación Española de Baloncesto lo ha elegido para pilotar a la selección española femenina hasta los Juegos de París en 2024. El vigués ha aceptado un reto mayúsculo. Tendrá que gestionar la herencia de Lucas Mondelo. Una tarea tan colosal, por los éxitos cosechados, como delicada, debido al abrupto final. Cicatrizar heridas y profundizar en el relevo generacional son dificultades añadidas.

Las negociaciones entre Méndez y la FEB han durado semanas pese a la buena relación (Méndez dirigió selecciones inferiores durante muchos veranos) y a que siempre existió voluntad de entendimiento entre ambas partes. Pero había que ajustar bien los detalles de un proceso complejo. Aunque Méndez siempre ha soñado con el banquillo nacional, no aguardaba que le llegase en este punto de su carrera. Ha renovado hasta 2023 con el Ekaterimburgo y combinará los dos cargos, con el desgaste personal que la duplicidad supone. Méndez lleva prácticamente desde 2011 viviendo en Madrid, Italia o Rusia sin la compañía de su familia durante ocho meses al año.

“Para ser entrenador profesional hay que salir de casa”, aceptó en su momento. Porque Méndez pudo crecer en Vigo. En Ademar y Cíes, primero; después, entre 2000 y 2011, en el Celta, reemplazando a Cholas (otro seleccionador nacional vigués, en los Juegos de Atenas) tras el lapso de Junyent, con un breve paréntesis en 2004 para entrenar al Burgos. Con las celestes conquistó Liga (2000) y Copa (2001). Cuando Méndez entendió que esa larga etapa había concluido, hizo las maletas. Rivas (11-13), Schio (13-17) y Ekaterimburgo (desde 2018) han sido sus siguientes estaciones. Con todos colecciona Supercopas, Copas y Ligas. Con la escuadra rusa, además, encadena las tres últimas Euroligas y solo ha perdido cuatro partidos entre todas las competiciones desde su fichaje. En total, 22 títulos de clubes adornan su palmarés. Aparte, las medallas conquistadas con España en categorías inferiores. El currículo más prestigioso al que acudir en tiempos de crisis. Porque tal es la situación de la selección femenina y así lo ha entendido Jorge Garbajosa.

La época de Lucas Mondelo ha tenido un epílogo poco acorde con su relato central. De la misma edad que Méndez (54 años), rivales tantas veces sobre la cancha, el barcelonés ha conquistado siete medallas, que incluyen tres oros europeos, un subcampeonato mundial y otro olímpico. Antes del verano pocos hubieran pronosticado en el entorno un divorcio doloroso. En el despido de Mondelo contaron las decepciones del Eurobasket organizado en Valencia y de los Juegos. En ambos casos España cayó en cuartos. Pero compitiendo bien y en ocasiones lastrada por las bajas (singularmente la de Torrens en el torneo continental). Lo que ha pesado en realidad es la revelación de que las históricas que habían precipitado su marcha, como Xargay, Cruz y Nicholls, habían tomado tal decisión a causa del deterioro en la relación con Modelo. Las dos primeras han acusado públicamente al técnico de haberlas tratado de manea abusiva

Miguel Méndez hereda así una combinación letal de éxitos pasados y grietas internas. Y eso, con la retirada de otras figuras como Laia Palau y plena fase de transición que debe situar a España en manos de Carrera, Conde, Cazorla o Araújo. Volver a discutirle a Serbia y Francia el trono continental camino de la cita olímpica de París, en tales circunstancias, es un trabajo hercúleo que solo un entrenador de la talla de Miguel Méndez, experto en lidiar con vestuarios intrincados, puede llevar a cabo.