Sobre la pista del Pabellón del Lérez peloteaban los jugadores del Teucro en uno de los primeros entrenamientos de aquella temporada 88/89 que cambiaría la historia del club. Fran Teixeira empezaba como técnico y yo me estrenaba como joven reportero de Radio Cadena Española, con la carrera aún a medio acabar. Mis 22 añitos y mi fina estampa de entonces me permitían pasar en los desplazamientos por uno de sus jugadores y colarme por la zona de vestuarios en busca de algo con lo que aliñar mis crónicas.

Con la timidez propia del primerizo y sin conocernos siquiera ni de un previo y protocolario saludo, saqué de mi mochila la cantosa alcachofa amarilla de Radiocadena, sin atreverme a realizar el mínimo gesto. Fran dio entonces un toque de silbato, concedió a sus chavales tres minutos de respiro, y se acercó a las vacías gradas del pabellón para atenderme. Aquel gesto cimentó una relación de años y confidencias secretas que ahora se me agolpan con una tristeza para la que no hay consuelo, bajo la que escribo estas líneas apenas minutos después de recibir la llamada que me informaba del desenlace que ya hace tiempo todos temíamos. Fueron años de secretos compartidos, de desahogo muto, de charlas y desplazamientos durante los mejores y más locos años del vicedecano del balonmano nacional.

Fue un flechazo también inmediato con una afición teucrista alicaída y que empezó a regresar en masa de nuevo al Pabellón atraída por un equipo muy joven y construido por el también joven técnico vigués, aquella maravillosa e irrepetible generación de los Domínguez, los Gayo, Totó, Carlos González ‘El Chino, Geni, Agrelo, Xorxe Fontenla,… Para la fase de ascenso ya la ciudad hervía con el equipo. Algunos nos fuimos con él a Tarrasa en la penúltima y decisiva jornada. Al aterrizar la expedición de regreso, el aeropuerto de Peinador estaba a reventar, tomado por cientos de aficionados aquel lluvioso domingo en el que decenas de coches escoltaron al autocar del club hasta la entrada en la ciudad de Pontevedra. Entonces ya tomaron el relevo varios coches de la policía municipal para abrir paso a los jugadores hasta el Hotel Comercio, sede oficiosa de la entidad, y donde los Petapouco hicieron acallar con sus bombos y tambores los sonidos de las sirenas.

Pontevedra enloquecía con el Teucro de Fran Teixeira, incluso cuando al final de la primera vuelta de ese regreso a la máxima categoría éramos colistas con solo tres puntos. No cundió el desánimo. El refuerzo de Zoran Mikulic permitiría una increíble reacción en la segunda vuelta culminada con dos épicos triunfos ante rivales directos en Oviedo y Cuenca, donde se desplazó en masa la afición azul para adueñarse de las gradas. Aquella permanencia se celebró como un título.

Fran fue posiblemente el primer técnico que profesionalizó las estructuras de un club de balonmano en Galicia, algo que marcaría la senda para otras entidades. Entendió perfectamente que ese era el momento justo para intentarlo, con el soporte social y mediático del Teucro (algo hoy impensable) y para lo que contó también con el indispensable apoyo de la directiva de Javier Varela, aunque luego surgieran con el tiempo momentos de distanciamiento. En la siguiente temporada reforzó la portería con una dupla brutal, Germán Muiños y Pasqui, y se contrató a Gabi Ben Modo, uno de los mejores pivotes ofensivos de España esos años. El nivel entonces de la recién creada Asobal era inmensa, con varios aspirantes al título, y las exigencias basadas en el plantel no se cumplieron cuando en la última jornada de la Liga regular una derrota ante el Arrate condenó al equipo de nuevo a luchar por una permanencia que ya no se festejó como un año antes. Con miles de dudas y un alto nivel de exigencia y criticas nos desplazamos a jugar dos partidos consecutivos en Tenerife contra el Coronas Tres de Mayo y el Puerto de la Cruz. Pese a cierto desánimo, de nuevo la afición se movilizó en masa. Recuerdo que el Xornal Diario, para el que colaboraba en esa época, me pagó el viaje y la estancia de nueve días para informar de todo lo que aconteciese en esos partidos claves. Los dos se saldaron con derrotas inapelables y ya en el hotel y en el regreso a Pontevedra parecían volar los cuchillos. El Teucro, estaba en puestos de descenso y casi desahuciado. Hubo reunión de urgencia de la directiva y se habló de cese. Puedo presumir de ser uno de los que más apoyaron a Fran esos días negros. El club le dio tras una dura discusión interna, y gracia al apoyo del presidente Varela, una última opción, un ultimatum que Teixeira no dejó escapar.

Recuerdo que al acabar ese primer entrenamiento de la semana tras la hecatombe canaria Fran nos concedió una entrevista a Radio Pontevedra y Radio Nacional que concluyó con una apuesta: “Voy a ganar cinco de los seis partidos que quedan y conseguir la permanencia, y si no es así invitó a una cena en el Hotel de La Toja a Xabier Fortes y Ángel Magdaleno (periodista de la SER local)”. El Teucro ganaría los siguientes cinco partidos consecutivos y tuvimos que ser Ángel y yo los que pagásemos la cena…que evidentemente no fue en A Toxa.

Pero lo cierto es que se palpaba ya mucha presión en la ciudad, en la afición, en la entidad y en la propia prensa. Cuando no se llevaban más que cinco partidos de la siguiente campaña disputados, trascendió por una indiscreción que la directiva había contactado con el mítico Domingo Bárcenas para hacerse cargo del banquillo. La cita había sido en Requejo, a medio camino entre Madrid y Pontevedra. Días después el Teucro se la jugaba en Pamplona ante el gran San Antonio de Zupo Ekisoain y también ahí salvó Fran el match ball al vencer con claridad contra todo pronóstico en la temible cancha de Arrosadía.

En una taquicárdica última jornada de la liga regular ante el imponente Teka de Olsson, Melo, Cabanas y compañía, el Teucro conseguiría vencer en el último segundo con un penalti transformado por Mikulic (con toda la banda de música de la Brilat haciendo sonar tambores y cornetas en el fondo del pabellón) y colarse así en la ansiada Fase A-1, en la lucha por el título de Liga. Ese año llegaría también a disputar la semifinal de Copa ante el Barcelona. En la víspera, en los cuartos de final ante el Valladolid, se lesionó el central Ferenc Fuzesi (también tristemente desaparecido hace unos meses en este año fatídico para el teucrismo). A pesar de los esfuerzos de O BruxoTorrado para recuperarlo con sus hierbas milagrosas, Fran, sin recambio posible por el liderazgo del bigotudo húngaro, optó por situar de central al extremo Juan Auserón, que nunca había jugado en esa posición. Hasta cinco minutos del final el Teucro estuvo a tan solo un gol de los imbatibles blaugranas, que se llevaron el titulo copero. Siempre me ha quedado la duda de qué hubiese pasado en aquel partido si Fuzesi hubiese podido jugar.

La venganza llegaría en un partido de Liga, cuando por primera y única vez fue capaz el Teucro de imponerse al intratable Barcelona pentacampeón de Europa que dirigía Valero Ribera. En aquel partido, Iñaki Urdangarín sería expulsado con tarjeta roja directa por agresión por la espalda a Ben Modo. Ya entonces sospeché que aquel chaval iba a acabar mal.

Pero cuando llegó a acariciar realmente el título de Liga fue en la 93/94 . El nuevo presidente, Juan Sixto, concedió a Fran Teixeira los fichajes que llevaba tiempo pidiendo; Peric, Stefanovic, Barbón, Jordi Fernandez, y así fue capaz de derrotar al líder Bidasoa en Artaleku en partido televisado para toda España y pasar a comandar la clasificación. En la segunda vuelta, a falta de cinco jornadas para el final y a solo un punto del nuevamente líder Bidasoa, se encontraron los dos de nuevo frente a frente. Con un triunfo el Teucro sería líder a cuatro jornadas del final y con todos los pronunciamientos para ser campeón de Liga. Vencía por dos goles a falta de dos minutos. Hubiera podido cambiar la historia, pero casi sobre la bocina empataron los irundarras de Juantxo Villareal, que se llevarían finalmente el campeonato.

Después de aquel éxtasis las cosas ya no serían iguales, ni parecidas siquiera. Buscando reequilibrar un presupuesto que se había disparado ya en años de contracción económica y con la idea de confeccionar un plantel más basado en la cantera (como si Fran no fuese capaz de hacerlo) la directiva decidió cesarlo. Al año siguiente el Teucro descendería tras aquellos locos y maravillosos años en Asobal. Como les decía, nada volvería a ser lo mismo.

Retengo en mi memoria las imágenes de aquel último partido de despedida de Fran en el pabellón. Tras sonar la chicharra que marcaba el final del partido y de su etapa en Pontevedra, se dirigió con sus hijos Alejandra y Adrián al medio de la cancha, mientras su mujer, Salomé, apenas podía contener la emoción, y haciendo una última reverencia hacia los cuatro puntos cardinales de las gradas, se despidió, como había llegado, de la mejor afición de España y de sus mejores años