El Memorial Quino Salvo, aplazado en 2020 a causa de la pandemia, regresa como ansia de normalidad, compromiso de futuro y honra del pasado. Breogán y Valencia disputarán este sábado (20.00) en el Central de As Travesas la quinta edición. Ambos equipos se estrenan en el torneo. El cuadro lucense hereda en cierto modo del Obradoiro la condición de anfitrión. La figura más importante en la historia del club, Manel Sánchez, festeja la ocasión. Él amó a Quino fuera de la cancha y lo sufrió dentro. Los dos fueron héroes en tiempo de colosos.

Manel y Quino desempeñaron todo tipo de papeles en su relación. También el de compañeros. Compartieron dos temporadas (81-83) en el Skol Zaragoza, bajo la dirección de Pepe Laso. El vigués había aterrizado antes, en 1978, procedente del Obradoiro. El lucense llegó del Manresa. Ya se conocían bien de sus batallas gallegas. “El año que me ficharon Quino ya estaba allí”, confirma Manel con la métrica de Monterroso sobre su dinosaurio. “No había encontrado piso ni nada. Quino, desprendido como era, me ofreció su casa. Estuve dos o tres días como en un hotel, en la gloria. Y encima yo iba a jugar en su puesto, lo que aumenta el valor de su gesto”.

No es un acto puntual. El catálogo de recuerdos que los devotos de Quino desgranan está trufado de esa generosidad desmedida, que deja rastro. “Nunca lo olvidaré como nunca olvidé otras cosas”, añade Manel. “Me llevaba con él a comer. Era una persona que te ofrecía todo y además de corazón, un tío superlegal, abierto, grande como era él; más incluso como persona que como jugador”.

Los dos sabían trazar la frontera entre la intimidad civil, la solidaridad del vestuario y la rivalidad por el puesto. “En el campo no era amigo de nadie y yo, tampoco. Cada uno tenía su carácter y eso te ayudaba a ser más competitivo”, describe Manel. “Quino te obligaba a entrenar más duro y fuerte, aunque era prácticamente imposible llegar a su nivel. Te ponía las pilas. Era un líder. Te ayudaba en todo. Cuando acababan los entrenos y los partidos, era el mejor, como en el tercer tiempo del rugby”.

En 1983 separaron sus caminos. Quino emprendió su devenir por Lliria, Fórum, Atlético, San Fernando... Manel volvió a su Lugo natal para convertirse en la estrella del mejor Breogán. Manel, anotador elegante y compulsivo, temía el marcaje crudo de Quino.

–Joder, Quino –le soltó un día, tras un violento manotazo.

–Mani, no te quejes, solo fue un rasguño –le contestó con su vozarrón oclusivo.

–Si me llegas a dar de verdad, me arrancas la mano.

–Venga, que luego nos tomamos unas birras.

En ese diálogo que Manel relata se condensa Quino: su implacabilidad y a la vez su sentimentalidad limpia, sin dobleces. “Yo lo sufrí, por desgracia”, bromea Manel sobre la capacidad defensiva del vigués. “Era duro de verdad. Le gustaba marcar a los buenos. Un auténtico especialista. Que le pregunten a Epi”.

Tres mitos en el Skol Zaragoza: Quino y Manel, juntos, con Pepe Laso de entrenador. FdV

Aquel baloncesto de los ochenta generó ídolos eternos, aunque una década después eclosionasen los Júniors de Oro. “Coincidió con el gran bum de la medalla de Los Ángeles y toda esa generación”, argumenta Manel, que no oculta su decepción con el escenario actual. “Hoy no conoces a casi nadie. Son todos extranjeros. Puede ser una liga de cualquier parte de Europa o del mundo. Antes los jugadores teníamos más relación entre nosotros. Éramos más cercanos a los seguidores. Convivíamos con ellos y nos veían más por la calle. Se podían acercar. Los pabellones no eran tan grandes y los aficionados iban antes, te recibían y te esperaban al final si ganabas. Tenía un encanto especial”.

Galicia también vivió su particular época dorada con OAR, Obradoiro, COB y Breogán alternándose en la élite. Tres llegaron a coincidir en la máxima categoría. “Eran equipos que se identificaban con su ciudad. Había grandes rivalidades. Eso hacía que el baloncesto experimentase ese crecimiento. Siempre había jugadores representativos: Fran Crujeiras, Manolito Aller, Miguel Loureiro, Tito... Los aficionados te seguían a todos los sitios. Había un gran ambiente en todos los pabellones”.

Es una etapa que no parece posible repetir. Su Breogán fue sexto, séptimo... “Me parece muy difícil. Ojalá. Dirá que las cosas se habrán hecho muy bien, pero ya meterte entre los ocho primeros es una hazaña”, conviene Manel, que reconoce: “No me gusta el baloncesto actual. Todos juegan igual o muy parecido. Ves cinco extranjeros contra cinco extranjeros. El Breogán tiene tres nacionales. Menos mal que dos son de Lugo. Aquí hay una gran afición. Lo siguen a muerte y es bueno para la ciudad. Es lo que toca vivir”.

Aunque alejado, algo pudo ver de la reciente final de la Copa Galicia. “Al Obradoiro no lo vi bien, aunque le faltaban tres jugadores importantes. Breogán estuvo en su línea, de equipo más equilibrado. Le faltan cosas, pero me gustó más. Por nombres, parece que han hecho un equipo interesante, para pelear y ser competitivo, complicado de ganar en casa y que fuera pueda hacer alguna cosa interesante. Esperemos que los dos equipos permanezcan en ACB, que es muy importante para Galicia”.

El Memorial Quino permitirá congregar esas diferentes coordenadas de lo que fue y es. Manel lo celebra: “Me parece un gran acierto. Quino estaba entre los diez mejores nacionales. Era un jugador de selección. Y por su forma de ser lo quería todo el mundo. Yo nunca oí a nadie hablar mal de él. Las personas que organizan el memorial son grandes amigos míos. El torneo cada vez va a más. Aunque Vigo sea un lugar en el que el baloncesto masculino cuesta, en esos partidos el pabellón se llena. Es una demostración del cariño que le tenían a este jugador también por parte de los equipos que participan, que cada vez son mejores, de mucho nivel. El memorial se va superando. Es bueno para la familia del baloncesto; para Quino cuyo recuerdo guardamos, y para sus amigos”.

Aquel año en el Santa Clara y el misterio del baloncesto vigués

La disputa del Memorial Quino Salvo se ha convertido también en la ocasión de retomar el debate sobre el baloncesto masculino vigués, que es un interrogante permanente. Nadie sabe por qué en la mayor ciudad de Galicia, prolífica cantera y referente a nivel femenino, jamás ha cuajado un proyecto masculino. Tampoco sabe resolver el acertijo Manel Sánchez, que muestra su estupor con una perspectiva que no es simplemente externa. El gran mito del baloncesto lucense tiene pasado olívico. Sucedió en 1979. Aquel veinteañero espigado, que ya había insinuado su calidad en Breogán, tuvo que realizar el servicio militar. Enrolado en Marina, lo comenzó en Ferrol, donde jugó para el OAR, y después se trasladó a la ETEA, en Vigo. “Conseguí un sitio para vivir un poco bien y fiché por el Santa Clara”, revela. Aquel equipo, vinculado a las Empresas Álvarez, es uno de los nombres clavados en la memoria del basket olívico, de sus glorias y oportunidades perdidas. Manel se unió a otros jóvenes y veteranos para componer un grupo extraordinario. “Ganamos la liga con la gorra y ascendimos a lo que ahora sería LEB Oro. Después ya me fui a Manresa”, relata. “Es extrañísimo”, reflexiona Manel sobre esa ausencia olívica en las principales categorías del baloncesto español. “Los equipos de Vigo, en categorías inferiores, siempre han tenido jugadores increíbles y buenos entrenadores; equipazos de miedo que acudían a Campeonatos de España. La ciudad tiene industria, firmas importantes, gente con dinero que podría patrocinar. No conozco la razón, pero nunca ha llegado a cuajar. Vigo tiene capacidad para tener un equipo en LEB Oro y estar peleando, como A Coruña, para hacerse un hueco en ACB”.