Susana Rodríguez Gacio cruza la meta en el estadio olímpico de Tokio y se derrumba. Ha quedado quinta. Celso Comesaña se inclina solícito sobre ella. A la viguesa no solo le pesan esos últimos 1.500 metros. Se le suman los de la eliminatoria del día anterior; también todos los recorridos a pie, nado y bicicleta en el triatlón del sábado. Sobre Gacio confluyen los anhelos, angustias y presiones de este lustro. Pronto se levantará con la sonrisa que el cansancio le permite. Se siente tan vacía como plena. Ha comenzado a imaginar nuevos retos.

“Mentalmente es complicado gestionar todo esto, conteniendo un poco la alegría también. Es una lección de aprendizaje para toda la vida haber podido mantener la calma. Celso y Sara (Loehr, su guía en triatlón) me han ayudado muchísimo. No podemos pedir más”, declara.

Gacio sabía que sus opciones de medalla en 1.500 T11 eran mínimas. Ya la clasificación para la final, batiendo el récord de España (4:51.38), atesoraba una enorme mérito. Las escasas diferencias con sus rivales podían alentar el espejismo. Las marcas personales ilustraban otra realidad. Las eliminatorias se habían desarrollado en coordenadas tácticas. La final se disputó apretando el acelerador.

Gacio y Comesaña ocuparon enseguida la cola del pelotón mientras diferentes corredoras se sucedían en cabeza. La china Shanshan He fijó el ritmo. La sudafricana Louzanne Coetzee tomó el relevo. La gran favorita, la mexicana Mónica Olivia Rodriguez, aguardaba su momento junto a Gacio. Atacó para destrozar la carrerea, mientras la viguesa se descolgaba. Rodríguez quebró el récord del mundo (4:37.40). Coetzee (4:40.96) y la keniana Nancy Chelangat Koech (4:45.58) completaron el podio. Las siguió la polaca Joanna Mazur (4:48.74). Gacio no se conformó. Apretó los dientes, exigiéndole un último vatio de energía a sus músculos, para superar a una desfondada He sobre la línea de meta (4:52.67 y 4:52.72).

“En la semifinal salimos en la segunda tanda. Pude ver los tiempos de la primera. Teníamos que correr mucho para clasificarnos y hacer mejor marca personal. Nos salió bien, pero sabianos que las demás habían guardado algo”, acepta Celso Comesaña. “Éramos conscientes de que la final se iba a correr y decidimos salir atrás a ver qué pasaba. Susana lo dio todo. No tenía nada más dentro. Repetimos casi la marca del día anterior, así que no se puede pedir mucho más. Han sido tres días a tope para ella y el cansancio se acumula”.

Celso Comesaña, guardia civil de profesión, atleta y triatleta en su desempeño deportivo, colabora con Susana Rodríguez Gacio desde 2017. Gacio necesitaba alguien con quien trabajar el entrenamiento de carrera en sus visitas a Castrelos y Balaídos desde Santiago, donde reside por cuestiones laborales. Se trataba en principio de una planificación exclusivamente dirigida hacia el triatlón, aunque al final les alcanzase para ganar el Campeonato de España logrando la mínima olímpica. Haber enfocado toda la preparación del ciclo hacia la otra modalidad, de tan diferentes parámetros, eleva la calidad del rendimiento exhibido sobre el tartán. En atletismo, la normativa sí permitía a Gacio tener de guía a un hombre.

“La experiencia ha sido muy buena. Llevamos cuatro años juntos y este verano ha sido intenso”, describe Comesaña, que reconoce: “Todo se enfocó al triatlón sin preparar de forma específica el atletismo, así que entrar en la final ya fue un premio. Ahora toca recuperar, disfrutar del momento e irse de aquí con el oro y un quinto puesto”.

A nivel personal, añade: “Poder competir en el estadio olímpico es algo increíble. Aunque faltase el público, es una sensación única. Fuera de lo deportivo me quedo con la experiencia en la villa. Ver cómo la gente se supera es algo que solo se puede explicar viviéndolo aquí”.

La viguesa aún tiene compromisos que atender, esta vez de orden político. Es la candidata española para ocupar una plaza en el Consejo de Atletas del Comité Paralímpico Internacional. Pero tanto ella como Comesaña viajan ya de regreso a Vigo, a donde llegarán mañana. “Lo que quiero es llegar para abrazar a la familia, a mi entrenador, a los amigos y tener un poquito de fiesta”, confiesa. Cruzada la frontera olímpica en Río, colgada ya la medalla de oro en Tokio, ante ella se abren horizontes limpios en el deporte y la medicina. Solo un criterio la ilumina: : “En la vida tienes que ser feliz y hacer las cosas que te gusten”.