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El imperio del balón naciente

Diego Piñeiro, pendiente de los trámites burocráticos para iniciar una ilusionante aventura en Japón

Diego Piñeiro.

El timbre puede sonar en cualquier momento con el sobre anhelado; el del visado que permitirá a Diego Piñeiro emprender una nueva aventura en su carrera, la más misteriosa y por lo mismo excitante. Al joven vigués le come la impaciencia. Aguarda a que Japón se vacíe de deportistas, ya concluidos los Juegos, para viajar a un país exótico en términos balonmanísticos, pero de tendencia pujante. Piñeiro ha fichado por el Toyoda Gosei, equipo radicado en la ciudad de Nagoya y vinculado a la empresa Toyota. Será allí gaiyin, tan extranjero como pionero, obligado a ejercer como referente en la cancha y dispuesto a crecer fuera de ella.

Diego Piñeiro, en un entrenamiento con el primer equipo del Octavio.

No es la primera vez que Diego empaca sus enseres. Formado en el Octavio, el Ademar lo quiso ya con 15 años pero sus padres lo retuvieron hasta los 16 para defenderlo del desarraigo. En León maduró durante siete temporadas al punto de ejercer como capitán. Después, tres años en el Dunkerque, de amarga conclusión. Diego sufrió COVID, perdió seis kilos, arrostró el ahogo... La peor secuela fue el trato del club. “Tenía claro que no quería seguir en el Dunkerque tras un año duro”, indica sin abundar en detalles. “Tanto mi representante como yo nos pusimos a buscar equipo. Con todas las cartas encima de la mesa, la del Toyoda Gosei me pareció la más atractiva”.

Puede sorprender que Piñeiro, aún no cumplidos los 27, internacional en una ocasión, en el inicio de su primacía, se traslade al otro extremo del planeta, también lejos del escenario central en su deporte. No ha sido por capricho ni a la ligera. El vigués se ha informado bien gracias a a su rica red de contactos. El malagueño Víctor Hugo López, que jugó en el Toyoda y es ahora allí ideólogo y segundo entrenador, lo contactó. Diego amplió informes con Víctor Alamo, entrenador de porteros en el Stuttgart del vigués Roi Sánchez y también a distancia del Toyoda, con quien además Diego había compartido vestuario en el Ademar. En el Toyoda juega desde la pasada temporada el cubano Yoan Balázquez, ex del Teucro, para completar el acopio de datos. Y todos lo han animado a probar.

Piñeiro, durante un entrenamiento en el iFit de O Vao. | // MARTA G.BREA armando álvarez

“Quería recuperar protagonismo con alguien del que sepa que voy a seguir aprendiendo, como sucederá con Víctor Hugo. El primer entrenador es japonés, pero también habla español. A Balázquez le pregunté cómo trabajaban. Todos me han contado cosas positivas, que pueden llegar a ser más profesionales que en España. Me interesaba seguir mejorando en todo. Valorando todas las opciones que tenía, me decanté por ésta y estoy muy contento. Tengo muchas ganas de empezar”.

Aún faltaba un factor; extradeportivo, pero el decisivo. La mujer de Diego, Mónica, lo anima y lo acompañará. “Es una experiencia brutal a nivel vital, que nos va a cambiar tanto a Mónica como a mí. Cuando tienes una familia, las decisiones no las tomas tú solo. Hay que consultar todo. Es importante que ella tenga voz. Está dispuesta a seguirme donde fuera. Es difícil ser la pareja de un jugador profesional. Nunca sabes dónde vas a estar, no tienes estabilidad. Siempre me ha estado apoyando. Fue una decisión conjunta”, explica.

Diego Piñeiro, durante su etapa en el Ademar León.

Piñeiro firma por una temporada con opción a otra, condicionada al beneplácito de ambas partes. En Nagoya, cuarta ciudad en población de Japón, entre Osaka y Tokio, en el centro de la isla principal de Honshu, le aguarda una realidad diferente, mestiza, propia de una competición que está despegando desde el amateurismo hacia la excelencia. Los principales clubes de balonmano del país pertenecen a empresas privadas. El suyo, a una filial tecnológica de Toyota. En la plantilla conviven, de hecho, empleados de la firma, de mañanas laborales y tardes deportivas, con jugadores profesionales. Pero a la vez se trabaja con la máxima exigencia. De cada entrenamiento, por ejemplo, se editan vídeos.

“Tener un soporte económico así detrás para promocionar un deporte es muy importante”, indica Piñeiro de ese filiación empresarial, que tanto se podría envidiar en la menesterosa Asobal. “Están metiendo dinero. Quieren impulsar la liga. Víctor Hugo me ha explicado que quieren que el año que viene todos los equipos tengan extranjeros”. De momento solo se permiten tres por plantilla y solo dos a la vez en cancha, una limitación sobre cuya desaparición también se debate. El balonmano japonés acepta sus necesidades nutricionales: “Los europeos traemos formación. Podemos aportar mucho. Nos valoran por la experiencia que tenemos; no por el nivel, que allí es muy bueno aunque no sea tan visible”.

Juego dinámico

El estilo asiático, mayormente surcoreano pero también japonés, se ha calibrado ya en muchos Mundiales: dinámico, combinativo, espectacular para compensar su inferioridad en peso, potencia y envergadura. A Diego, después de sufrir durante tres años el áspero juego de la liga francesa, de escasa conexión con la segunda línea, le conviene el cambio. “Van a marcadores de más de setenta goles entre los dos equipos. Corren como locos.Para ser pivote soy bastante ágil y móvil. Creo que me adaptaré bien”.

Piñeiro y Pedro Rodríguez, que pasaron por la cantera del Octavio, en una visita a Vigo por la Copa.

El Toyoda inició la pretemporada en junio. La competición oficial arranca este mes. Diego, además de la visa, necesita que Japón, hermético durante los Juegos, reabra fronteras. “Estar entrenando solo en España, centrado en el aspecto físico, sin tocar balón, es un poco difícil”, lamenta. Anticipa trabajo devorando los vídeos de amistosos del equipo que le envían. El Toyoda ganó liga y copa en la anterior temporada. Pero debe combatir la emergencia de su rival en Tokio, que ha contrado a varios internacionales nipones; entre ellos, al pivote del Gosei, al que Diego reemplaza. “En Asobal, según me dicen, el Toyoda Gosei quedaría entre los cinco primeros. No es un mal nivel. La liga tiene cinco o seis equipos que están bastante bien. Me fichan con la idea de ganarlo todo, pero hay que jugarlo”.

Piñeiro, aunque “muy ilusionado”, admite: “El único temor de ir a Japón es quedarte un poco olvidado. Es una liga con mucha menos visibilidad. Si quieres volver a Europa será más difícil. Pero los entrenadores me conocen. Creo que no tendré problemas. Voy centrado en hacerlo bien ahora”.

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